Las manifestaciones masivas e inéditas de esta semana contra la estricta política de cero covid en China se han comparado con las protestas de la plaza de Tiananmen de 1989. Entonces los estudiantes se echaron a las calles durante dos meses exigiendo el fin de la corrupción y también más libertades. Murieron entre 400 y 2.000 manifestantes, según las fuentes. La imagen simbólica de aquello, la de un joven enfrentándose a un tanque en la simbólica plaza de Pekín.
Treinta y tres años después, son miles los ciudadanos chinos enarbolando papeles en blanco recorriendo las principales ciudades del país. Muchos son jóvenes, pero pertenecen a todos los estratos sociales. El confinamiento no hace distinciones. Unas protestas de mayor calado porque son de carácter transversal. "Tiananmen era un movimiento estudiantil, ahora hay un movimiento generacional", explica Frédéric Mertens, profesor y coordinador del grado de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia.
"Los manifestantes son en su mayoría gente trabajadora, joven y muy preparada. Muchos han estudiado en universidades de prestigio y viven frustraciones tremendas; no pueden independizarse por el encarecimiento de la vida, ellos también tienen inflación. Y el covid. Estamos en una situación de casi cóctel molotov social y político. En la calle se oyen gritos pidiendo la dimisión de Xi Jinping y por la democracia, impensable en tiempos incluso de Tiananmen", añade Mertens.
China lleva casi tres años aplicando una estricta política de cero covid, que conlleva el aislamiento de todos los contagiados, estrictos controles fronterizos, confinamientos parciales o totales y PCR constantes a la población. Las pruebas realizadas en menos de 72 horas son necesarias para acceder a lugares públicos como parques, supermercados o tiendas. Incluso, los residentes son llevados a hospitales o centros de cuarentena en caso de contraer el virus o ser contacto cercano de un infectado.
Los partidos del Mundial están alimentando la frustración y agravando la sensación de aislamiento de los ciudadanos chinos. Es raro ver a miles de aficionados reunidos en estadios sin mascarilla ni distancia social. De ahí que en la televisión estatal los planos de las gradas sean muy abiertos y poco nítidos. Esta semana, en una carta abierta difundida en el servicio de mensajería móvil WeChat, y que recoge la BBC, se cuestionaba la estricta política de cero covid del país y se preguntaba si China estaba "en el mismo planeta" que Catar. Un mensaje que, por supuesto, fue censurado poco después.
El líder chino Xi Jinping ha desplegado a la policía para reprimir las protestas que, por primera vez, se han personalizado también en su figura. En Shanghái, epicentro de las protestas, algunos manifestantes corearon "¡Retírate, Xi Jinping!", algo inédito hasta ahora. Un joven de 20 años asegura que al escucharlo desde su casa salió corriendo a la calle. ""He visto a muchas, muchas personas muy enfadas en redes sociales, pero no en la calle", declaró en una entrevista a la BBC.
Tras afianzarse en el poder en el último Congreso del Partido Comunista Chino hace poco más de un mes, tras la reformar la Constitución, el presidente Xi se encuentra atrapado en su propia trampa. "El régimen tiene un problema serio, muy grave. Cuando decidieron hace tres años implantar su política de cero covid, parecían doblegar la situación mientras en Occidente contábamos los muertos. El problema es que ellos no han desarrollado una vacuna eficiente. Si mantiene a la gente encerrada va a haber más manifestaciones. Si reduce las restricciones, el número de contagios se disparará", explica el profesor Frédéric Mertens.
Medidas drásticas a nivel interno y también externo para distraer la atención de la población, como es el caso de sus planes para recuperar Taiwán. "El régimen se da cuenta que tarde o temprano no va a poder aguantar como hasta ahora y tiene un miedo visceral a acabar como la URSS o el régimen cubano. Puedes hacer paralelismo con Rusia e Irán. Cuando se sienten débiles para mantenerse en el poder, Vladimír Putin vendió la idea de recuperar a nuestros hermanos ucranianos que se han desviado hacia Occidente y el Ayatolá Alí Jamenei, la renovación de su programa nuclear iraní para que EE.UU. e Israel dejen de hacer daño a nuestro régimen", explica Mertens.
Las restricciones impuestas para tratar de contener los rebrotes desembocaron el pasado fin de semana en protestas inéditas en Shanghái, Pekín, Cantón y Urumqui, donde diez personas mueren atrapadas en el incendio de un edificio confinado. Muchos culpan a las autoridades ya que la zona estaba protegida por barreras, lo que impidió a los bomberos llegar a tiempo. El detonante de unas protestas inéditas.
"Nunca había visto algo así en mi vida en China", afirmó una joven a la cadena británica. Reconocen que las restricciones les han robado los mejores años de sus vidas. Una generación que ha perdido ingresos y oportunidades atrapados en un encierro interminable. "Puede ser obvio pero nos olvidamos de esto: para que haya una revolución, si analizamos todos movimientos sociales, no es por ideales democráticos o estado de derecho, es porque la gente no tienen para comer o curarse. La Revolución Francesa, la Primavera Árabe…".