Nueva Zelanda podría unirse a otros países que han reducido la edad para ejercer el derecho a voto de los 18 a los 16 años. Su primera ministra, Jacinda Ardern, ha prometido que elaborará un proyecto de ley para que este cambio sea sometido a votación en el Parlamento. La decisión llega después de que el Tribunal Supremo del país haya dictaminado que no otorgar tal facultad a los más jóvenes es discriminatorio y vulnera sus derechos humanos.
La sentencia judicial ha llegado después de una batalla de dos años iniciada por la organización, ‘Make it 16’ (Hazlo 16), cuyo argumento fundamental ha tenido que ver con la crisis climática. Su perspectiva es que deben votar en este tipo de cuestiones que les afectarán “de forma desproporcionada a ellos y a su futuro”. Tras la resolución judicial, Ardern afirmó que apoya el cambio de edad para votar.
“Es un tema que es mejor llevar al Parlamento para que todo el mundo pueda opinar”, aseguró. “Para mí, es la alineación en torno a algunas de las responsabilidades y derechos que ya se reparten a estas diferentes edades, en cualquier caso, acepto que diferentes políticos tendrán diferentes puntos de vista”.
Aunque la sentencia no es vinculante hasta que el máximo organismo legislativo tome una decisión, sí pone contra las cuerdas a los diputados: ¿Estarán dispuestos a ignorar la sentencia y vulnerar los derechos humanos fundamentales de un sector importante de la población?
La dificultad de aprobar cambios en la ley deja abierta esta posibilidad ya que, aunque el Tribunal Supremo haya tomado su decisión y la primera ministra la haya avalado, ahora queda un largo camino que concluirá con lo que determine el 75 por ciento de los diputados kiwis. Eso significa que Gobierno (laboristas) y buena parte de la oposición (Partido Nacional, de centro derecha, y ACT, partido liberal) deberán estar de acuerdo. De los 120 escaños en el Parlamento, 43 corresponden a los grupos conservadores. Aquellos que quieren el cambio no se las prometen muy felices ya que los nacionales han dejado claro que no ven “argumentos convincentes” para reducir la edad con derecho a voto. La clave residirá entonces en si será un voto de partido o de conciencia.
“Tenemos que trazar una línea en algún lugar y nos sentimos cómodos con que la línea sea los 18 años”, especificó el líder de la oposición, Chris Luxon.
La causa iniciada por ‘Make it 16’ tuvo su origen en el movimiento estudiantil que urgió a los gobiernos y grandes corporaciones a dejar de contribuir al cambio climático. Decenas de miles de escolares del mundo participaron en distintas manifestaciones inspirados por la joven activista, Greta Thunberg, y los responsables de otras organizaciones dedicadas a combatir la crisis medioambiental. Nueva Zelanda también contó con una masiva participación activa de adolescentes y ahí salió el germen de esta organización en la que uno de sus fundadores, Sanat Singh, ha dejado claro que no dejarán de luchar para que su generación tengan voz en las cuestiones que más les afectan: además del cambio climático, éstas son la salud mental, la financiación del transporte público o asuntos políticos.
“Yo tenía 16 años en 2020, probablemente una de las elecciones más importantes de nuestra vida (Ardern salió reelegida), y las cuestiones que me importaban sobre la salud mental, el cambio climático y el estado de nuestra democracia eran cosas sobre las que no podía opinar”, declaró Singh a The Guardian.
De ser aprobada, la ley podría entrar en vigor en 2023 y Nueva Zelanda se uniría así a Argentina, Malta, Cuba, Brasil, Ecuador o Escocia (donde con 16 años de edad se puede votar en las elecciones parlamentarias escocesas pero no en las generales de Gran Bretaña). Hay otras naciones en las que la participación en elecciones desde este rango de edad se permite en caso de tener un empleo (Bosnia, Serbia, Croacia, Eslovenia) o de estar casado (Hungría). Entre las voces que abogan por la reducción de la edad con derecho a sufragio se encuentra Patricia Baigent, natural de Auckland, que ahora tiene 30 años de edad y que con 16 votó en Austria, el primer país de Europa tras adoptar esta medida en 2007. Su postura coincide con la de algunos analistas que confían en que una reducción de la edad para votar equilibra las opciones de los jóvenes ante el ritmo vertiginoso de envejecimiento de la población. También cree que la juventud tiene una mayor conciencia climática y su voz debe ser escuchada en las urnas.
“La gente más joven es más vocal en la política cuando se trata del futuro del planeta”, esgrimió en Stuff. “En cierto modo, ya somos una sociedad que empuja a los jóvenes a asumir responsabilidades y a tomar decisiones, por lo que votar debería formar parte de ello. Siento que es la primera cosa adulta seria que puedes hacer como adolescente. Mi padre me influyó para estar al tanto de lo que ocurre en el mundo políticamente. Me animó a investigar por mi cuenta”, sentenció.
El debate sobre la reducción de edad lleva se lleva produciendo en Estados Unidos desde los años noventa y se intensificó en febrero de 2018, tras el tiroteo el tiroteo en el instituto Marjory Stoneman Douglas de Parkland (Florida). Éste también llegó a España de la mano de Unidas Podemos en 2019, sin embargo, Partido Popular, Ciudadanos y PNV tumbaron la iniciativa. En algunos países, como Argentina, donde se puede votar con 16 años de edad, se percibe una oposición que se centra en matices como el que haya jóvenes sin preparación que voten mientras reciben ayudas gubernamentales. Otras voces argumentan que aquellos que participen en elecciones con dicha edad deberían tener sus estudios de primaria finalizados.
Entre los pros que han indicado catedráticos, analistas y otros expertos en la materia destacan que el reducir la edad de participación electoral perfeccionaría la democracia al garantizar una mayor participación, que los resultados reflejarían con mayor exactitud lo que desea la mayoría de la población, que votar con 16 años impactaría positivamente en la sociedad precisamente por lo que pide ‘Make it 16’: poder influir en las leyes que afectan a sus vidas y opinar sobre el futuro de su país. Otras opiniones destacan que incluir a los jóvenes les motivaría para tener una participación en la sociedad más “activa, democrática y participativa”. Se sentirían más útiles y adoptarían hábitos que a la postre influyen en sus vidas adultas, se comprometerían más con asuntos que afectan a la sociedad. Entre los contras recopilados, los argumentos más sostenidos son que con 16 años no se tiene la madure necesaria para ejercer el voto, que no permitirles ejercer esta facultad es coherente con otras normas que “controlan su comportamiento” hasta que cumplen 18 años de edad. Otros aspectos son que los adolescentes tienden a correr más riesgos que los adultos o que sus padres pueden influir en sus opiniones.
En Nueva Zelanda, la edad para votar se redujo a 20 años en 1969, y en 1974 se pasó a los 18. Con anterioridad, en 1852, sólo podían ejercer el voto los varones mayores de 21 años que poseyeran, arrendaran o alquilaran una propiedad de cierto valor. Esto excluía a los maoríes, quienes -los hombres- formaron parte del sufragio en 1867 (debían tener 21 años de edad) y las mujeres, en 1893. De aprobarse la propuesta de ley en el Parlamento kiwi, sería la primera reducción de edad en medio siglo.