El incombustible Benjamin Netanyahu (Tel Aviv, 1949) comienza a dar forma al nuevo gobierno que presidirá como primer ministro de Israel, puesto al que regresa por tercera vez: antes lo había sido entre 1996 y 1999 y entre 2009 y 2021. En julio de 2019 ‘Bibi’ se había convertido en el más longevo de los jefes de Gobierno en la historia de su país (a día de hoy, acumula 15 años como primer ministro).
La victoria de su partido, el Likud, en las elecciones legislativas del pasado 1 de noviembre –las quintas en menos de cuatro años-, con 32 escaños y el 23,4% de los votos, y de la coalición capitaneada por Netanyahu, que logró 64 de los 120 asientos de la Knéset, han permitido el regreso del ‘padre del Israel contemporáneo’ al poder. La que está a punto de iniciarse será su sexta legislatura como jefe del Gobierno.
Entretanto, las negociaciones sobre la composición del nuevo Gobierno –el domingo se alcanzará el ecuador del período de 28 días que la legislación otorga para la formación del gabinete-, de tinte nítidamente conservador, avanzan. Este mismo viernes el Likud ha firmado con el partido Otzma Yehudit un acuerdo de coalición que se traducirá en que el líder de la formación conservadora y figura emergente de la política israelí, Itamar Ben-Gvir, de 46 años, será el próximo ministro de Seguridad Nacional del Ejecutivo con una cartera que será reforzada.
Otzma Yehudit –que se traduce como ‘fuerza judía’- obtendrá tres ministerios como parte del acuerdo: Ministerio para el Desarrollo del Néguev y Galilea –la denominación judía de la zona norte de la Cisjordania palestina-y el de Herencia Judía, según avanzaban hoy medios locales. En las elecciones de hace dos años la formación ultranacionalista obtuvo apenas el 0,42% de los votos –apenas algo más de 19.000 papeletas- y no obtuvo escaño en el Parlamento. Ahora integrada en el Partido Sionista Religioso, la coalición presume de contar con 14 escaños y el 11% de los sufragios.
“Dimos anoche un gran paso hacia la formación de un acuerdo de coalición global, hacia la formación de un gobierno totalmente de derechas”, ha aseverado Ben-Gvir en un comunicado en la mañana del viernes. El controvertido diputado y futuro ministro residente en un asentamiento en Cisjordania es abiertamente contrario a la existencia de un Estado palestino y fue condenado por incitación al racismo y al odio y apoyo a una organización terrorista.
Entre las carteras más disputadas está por ver si, como algunos medios ya apuntan, el líder del partido Shas, Aryeh Deri, está dispuesto a renunciar al Ministerio de Finanzas, que ha exigido públicamente, a cambio de hacerse con varios ministerios menores. Parte de la coalición de formaciones liderada por Netanyahu, el Shas, de adscripción sefardí utraortodoxa, pasó el día 1 de 9 a 10 escaños en el Parlamento.
A pesar de que el sesgo de la coalición condicionará al líder del Likud, nadie duda de que, por encima de alianzas coyunturales, Netanyahu mantendrá perfil y visión propios en el epílogo de su exitosa trayectoria política. En su primera intervención ante la nueva Knéset este lunes, Netanyahu avanzó a los diputados que tratará de lograr un “amplio consenso” en las grandes materias del Estado. En palabras del veterano político, el nuevo gabinete “será una expresión del mandato que recibimos del pueblo. Preservaremos la democracia israelí e Israel”.
La contención del programa nuclear iraní –como ya lo fue en su anterior- será la gran obsesión de ‘Bibi’ en su nuevo mandato. Está por ver si las diferencias con el inquilino actual de la Casa Blanca, Joe Biden, en materias como las negociaciones con Irán tendrán repercusiones en la relación entre Israel y Estados Unidos y vuelven a repetirse momentos de tensión como durante el mandato presidencial de Barak Obama, en el que Biden ejerció como vicepresidente.
Impulsor personal de los Acuerdos de Abraham es más que previsible que el nuevo jefe del Gobierno israelí continuará profundizando en los lazos con los países árabes que dieron su respaldo a aquellos desde septiembre de 2020. El mayor reto para ‘Bibi’ será proseguir el acercamiento a Arabia Saudí. En enero la ciudad marroquí de Dajla, en el Sáhara Occidental, volverá a reunir, salvo sorpresa, a los representantes de Emiratos, Bahréin, Marruecos, Egipto, Jordania, Estados Unidos e Israel como ya ocurriera en la cumbre del Néguev. Resta por ver si las políticas antiárabes defendidas por los nuevos socios de gabinete de Netanyahu tendrán consecuencias negativas en las nuevas alianzas forjadas por Tel Aviv en el seno del mundo árabe.
Otra de las grandes dudas del nuevo mandato es saber si el líder del Likud dará marcha atrás en el acuerdo por la delimitación de las fronteras marítimas con el Líbano, recientemente alcanzado por el Gobierno saliente liderado por Yair Lapid. Al respecto del acuerdo, Netanyahu afirmó que supone “una rendición” ante Hizbulá, el poderoso partido-milicia chiita y el regalo de “territorio soberano” de Israel al Líbano. En vísperas de las elecciones ‘Bibi’ aseguró que “neutralizaría” el acuerdo.
En el frente doméstico, Netanyahu tendrá en el problema de la inseguridad –esta misma semana el terrorismo palestino volvió a golpear la ciudad de Jerusalén: dos explosiones con bomba dejaron un muerto y una quincena de heridos- uno de sus primeros y más acuciantes retos.
No se trató en el caso del miércoles, como antaño, de atentados suicidas, sino de un modus operandi que da cuenta de la existencia creciente de células terroristas locales dispuestas a atentar. Una treintena de israelíes y más de 140 palestinos han muerto como consecuencia de atentados terroristas y otros episodios violentos desde comienzos de 2022, recogía esta semana el diario Haaretz.
Habida cuenta de la naturaleza nacionalista de la nueva coalición gubernamental no es previsible que el Gobierno que encabezará Netanyahu suponga grandes avances en la resolución del problema palestino. No en vano, los líderes del Partido Sionista Religioso, tercera fuerza de la cámara, se han manifestado abiertamente a favor de la anexión de Cisjordania al Estado de Israel.
Previsiblemente Netanyahu, que heredará una sólida economía que ha sabido capear mejor que la mayoría la crisis derivada de la pandemia y la guerra en Ucrania, tratará de continuar en los próximos años el éxito de la ‘start-up nation’ que él mismo forjó en sus anteriores mandatos.
El líder del Likud, apodado en sus primeros años precisamente como ministro de Finanzas ‘Mr. Economy, tendrá que revertir los signos de que la inversión en el sector de la alta tecnología comienza a estancarse, según reportaba recientemente Bloomberg. La inversión de capital en el citado sector fue de 2.600 millones de dólares en el tercer trimestre del año, lo que supone un 70% de caída respecto al último trimestre de 2021 y un 40% en relación al segundo trimestre de este ejercicio. Con todo, la economía israelí sigue ofreciendo unos registros inmejorables: el año pasado el PIB se incrementó un 8%, por primera vez en diez años hay superávit presupuestario y el desempleo marca mínimos –apenas un 3,3% de paro en junio.