El Argentina-Arabia Saudí es la verdadera Alianza de Civilizaciones

A mediodía la delegación saudí había desaparecido de sus asientos en el salón principal y los pasillos del hotel Marriott de Fez, capital espiritual de Marruecos y sede del 9.º Foro Global de la Alianza de Civilizaciones. Los representantes de la Casa de Saúd, por supuesto con su abaya prescriptiva, se encontraban en un pequeño salón del establecimiento hotelero siguiendo con mucha atención el debut de su selección de fútbol –nada menos que con la Argentina de Messi- en el Mundial de Catar.

Con el pitido final del árbitro, la alegría se apoderaba de la delegación saudí y de gran parte del respetable, por aquello de la victoria de David contra Goliat y de la solidaridad árabe que el Mundial catarí parece haber despertado en las últimas semanas. A tenor de los comentarios que se escuchaban en los pasillos y el desenfundar de los teléfonos móviles, el interés, en fin, por el partido unió a africanos y europeos, asiáticos y americanos esta mañana en Fez. La verdadera Alianza de Civilizaciones.

A diferencia de lo ocurrido en el choque futbolero, en Fez el guion previsto no sufrió grandes alteraciones. La ciudad fue celebrada por su milenaria historia de convivencia de gentes y religiones y tomada como ejemplo (encarnado en su incomparable medina antigua: confiamos en que este encuentro sirva para recabar apoyos financieros con los que garantizar su conservación). “Hemos querido que el lugar que hoy os acoge simbolice el doble sentido del encuentro, tanto en su esencia, encarnada por Fez, como en su alcance, reflejado por África”, afirmó el rey Mohamed VI en el discurso que leyó en su nombre su veterano consejero y copresidente de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo André Azoulay.

Presume la cita de Fez, la primera de la Alianza de Civilizaciones desde noviembre de 2018, de ser la más concurrida de los últimos años gracias a su millar de invitados, altos responsables y representantes de organismos internacionales.

Cónclave socialista

Por su relevancia y número destacó la participación española, con el ministro de Exteriores José Manuel Albares a la cabeza, que presumió de amistad con su homólogo marroquí Nasser Bourita (atrás queda la agria crisis bilateral que atravesó todo 2021 y los primeros meses de este año). En la sesión plenaria intervino la secretaria de Estado de Cooperación, Pilar Cancela.

Por segunda vez en un acto público en Marruecos, el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero tomó también la palabra ante el pleno del foro (antes de dar una charla por la tarde en la Universidad Privada de Fez) y presente estuvo también la ex vicepresidenta del Ejecutivo y presidenta de la Fundación Mujeres por África –que, no en vano, mantiene un partenariado con la Alianza de Civilizaciones- María Teresa Fernández de la Vega.

También parecía cómoda en Fez la directora de Casa Árabe y ex diputada socialista (y mano detrás del ‘Manual de resistencia’ sanchista) Irene Lozano. Y, cómo no, no podía faltar en la histórica ciudad marroquí el máximo responsable de la organización, el alto representante de la Alianza de Civilizaciones y ex jefe de la diplomacia española Miguel Ángel Moratinos, un viejo amigo de Marruecos. Por momentos el encuentro en Fez se pareció más a un mitin socialista de hace algunos años que a un encuentro de la ONU llamado a hacer defensa de la convivencia y la armonía entre los pueblos del mundo.

No en vano, la España de Rodríguez Zapatero fue la impulsora de este foro de Naciones Unidas y además el Gobierno de Sánchez y el Marruecos de Mohamed VI presumen de una excelente relación bilateral desde que el pasado mes de marzo el presidente del Gobierno pactara con Rabat la salida de la crisis bilateral apoyando la propuesta autonómica bajo soberanía marroquí para el Sáhara Occidental. Una iniciativa que para Pedro Sánchez es la “base más seria, realista y creíble” para la resolución del conflicto.

No faltó el secretario general de Naciones Unidas (el también socialista) António Guterres. La presencia del jefe de la diplomacia turca Mevlut Cavusoglu, representando a uno de los dos países fundadores de la Alianza en 2004 –la Turquía de Erdogan- junto a España, o la titular de Exteriores de Libia, Najla Mangoush, no disimula la exigua asistencia de ministros de Exteriores. Entre los ausentes, la ministra de Exteriores francesa Catherine Colonna, una baja que sirvió como recordatorio de que las relaciones entre París y Rabat no viven su mejor momento desde hace ya algún tiempo.

Llegado directamente del Congreso de los Diputados e incorporado a la cita de Fez ya en la tarde, el ministro de Exteriores José Manuel Albares no acertó a poner fecha a la XII Reunión de Alto Nivel España-Marruecos, que lleva aplazada desde diciembre de 2020 (la última se celebró en 2015). En la declaración que los gobiernos de los dos países firmaron en Rabat el pasado mes de abril ambas delegaciones se comprometieron a que la próxima cumbre se celebrara antes de final de año, cosa que ya no ocurrirá. El titular de la diplomacia española, que reiteró que “sin ninguna duda” habrá aduanas comerciales en Ceuta y Melilla, subrayó los problemas de agenda del presidente Sánchez y del rey de Marruecos, “especialmente cargadas”, según Albares. También aseveró el ministro de Exteriores que el Gobierno de España está siendo “totalmente transparente” sobre la tragedia en la valla de Melilla del pasado 24 de junio.

Marruecos exhibe músculo diplomático

En lo estrictamente político, el rey de Marruecos aprovechó el espacio de la Alianza de Civilizaciones para defender en su discurso que Marruecos es “un actor responsable” en la gestión de la cuestión migratoria y “aliado esencial” en la lucha contra el terrorismo. El monarca cargó también contra el “populismo”, que “agita a las sociedades inventando preguntas a las que no aporta respuestas, esgrimiendo la migración como un espantapájaros en contextos electorales, erigiendo al migrante en chivo expiatorio”.

Por lo demás, la cita en Fez ha servido para que Marruecos, socio privilegiado de Occidente y también buen amigo de Oriente, exhiba músculo diplomático –incluido un mapa desde Tánger hasta Dajla sin líneas discontinuas en la presentación audiovisual del foro-, y de sobra es conocida la proverbial hospitalidad de las gentes de este país norteafricano. En los recesos, y antes de ellos, hubo dulcería marroquí y té a la menta hasta aburrir a los más golosos, de las siete de la mañana a las siete de la tarde.

Un exceso sólo a la altura de la sobredosis de metáforas (algunas de ellas manidas): Fez y Marruecos como ejemplo de convivencia entre grupos religiosos y de paz; la religión como “baluarte” contra el extremismo. No en vano “hacia una alianza de paz: vivir juntos como una sola humanidad” fue el lema del encuentro, que concluyó con una declaración conjunta que llamó a la convivencia y a construir una “cultura de la paz”.

No faltaron tampoco los apretones de manos entre representantes israelíes y de las comunidades judías de Marruecos –elogiadas, una vez más, por el rey Mohamed VI en su intervención de este martes- y miembros de delegaciones de países de mayoría musulmana, imágenes de una obvia plasticidad. Cataríes, saudíes, rusos, israelíes, alemanes o iraníes bebieron, en fin, de las mismas teteras y comieron de las mismas bandejas de pastas. Sólo la magia de una ciudad como Fez podía obrar el milagro.

En definitiva, tanto el que se anota Marruecos en Fez, dos tantos victoriosos de Arabia Saudí a la Argentina de Messi y victoria casi definitiva, a pesar de los pesares, de Catar en el Mundial de fútbol 2022. Ya lo dijo el secretario general António Guterres respondiendo a un periodista –la única pregunta que aceptó el luso de la prensa internacional- de la cadena (catarí) Al Jazeera: “El deporte es el antídoto contra la guerra”. Que siga rodando el balón.