Argelia y China, más cerca: nuevo acuerdo estratégico y candidatura a los BRICS
El régimen militar argelino, reforzado por el alza de la demanda y precios de los hidrocarburos, suscribe un acuerdo estratégico con China a cinco años al tiempo que salvaguarda su estrecha alianza militar y política con Moscú
Pekín, que apadrina la candidatura argelina a los BRICS, confía en sacar tajada de importantes inversiones en materia energética e infraestructuras en el país norteafricano
De una manera paralela a la de sus vecinos marroquíes–y adoptando rutas diferentes- Argelia despliega con especial intensidad en los últimos meses una renovada estrategia en los frentes diplomático, económico y militar. Si el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental por parte de Estados Unidos y el restablecimiento de relaciones con Israel espolearon a Rabat, la crisis internacional de los hidrocarburos ha hecho lo propio con el régimen argelino, que vivía momentos complejos víctima de un profundo desgaste y falta de legitimidad en el ámbito doméstico.
Pero en febrero llegó la invasión rusa de Ucrania y, de repente, el boicot europeo al gas ruso convirtió al oxidado régimen militar presidido por Abdelmadjid Tebboune en una de las alternativas preferidas para la UE. La pandemia logró, merced a las restricciones sanitarias impuestas por las autoridades argelinas, alejar al Hirak, un movimiento trasversal que desde 2019 había exigido a los militares reformas democráticas, de las calles de las principales ciudades del país.
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De golpe y porrazo todos querían explorar las posibilidades de incrementar la cooperación energética con el gigante africano, sexto exportador mundial de gas: desde el ex primer ministro italiano, Mario Draghi, que suscribió en julio con Argel un acuerdo estratégico para aumentar las importaciones de gas hasta los 6.000 millones de metros cúbicos antes de finales de 2022, hasta el presidente francés Emmanuel Macron, que selló a finales de agosto toda una “refundación” de las relaciones con la que fuera colonia gala, pasando por el secretario de Estado Antony Blinken, que también visitó la capital argelina a finales del pasado mes de marzo en busca de un Magreb estable en plena tormenta bélica en Europa. La subida de precios de los hidrocarburos y el aumento de las exportaciones están suponiendo ya un importante incremento en los ingresos del Estado argelino.
Argel se deja querer
Argel se dejó querer por casi todos –menos con España, con la que rompió relaciones a raíz del apoyo del Gobierno de Sánchez a Marruecos en el Sáhara Occidental en marzo pasado y a la que castiga con un boicot comercial que va camino del medio año-, pero no descuidó sus alianzas tradicionales, empezando por la que desde tiempos soviéticos mantiene con Moscú –el jueves pasado el jefe del Estado Mayor del Ejército argelino, Said Changriha, se reunía con el director del servicio federal de la coordinación militar rusa, Dimitri Evguenievitch Chougaev, y esta misma semana han de comenzar en el suroeste argelino maniobras militares conjuntas con Rusia-, o la que preserva también desde hace mucho con China, su primer socio comercial (condición que adquirió en 2013, tras desbancar a Francia).
Por otra parte, aunque con notables ausencias –entre ellas la del rey de Marruecos, Mohamed VI, que dio plantón en la víspera-, las autoridades argelinas celebran el mensaje de unidad logrado por el conjunto de la Liga Árabe en la Cumbre de jefes de Estado celebrada en Argel –la primera desde la organizada por Túnez en marzo de 2019- los días 1 y 2 de noviembre pasado, con la defensa del Estado palestino –en un momento en que Israel estrecha lazos con varios miembros de la comunidad árabe- en el centro de la cita.
Segundo acuerdo estratégico quinquenal
No en vano, el martes de la semana pasada –durante la COP27, celebrada en Egipto- los ministros de Exteriores de Argelia y China firmaban un “acuerdo de cooperación estratégica” quinquenal (2022-2026), el segundo. El plan de las dos capitales pasa por estrechar lazos en campos tan diversos como la economía, la industria, la energía, el sector espacial o la cultura.
Un comunicado del Ministerio argelino de Exteriores citado por la agencia APS aseguraba que ambos países pretenden aprovechar la oportunidad de aplicar este plan quinquenal “para profundizar su cooperación práctica en todos los dominios, al servicio de la consolidación de relaciones de partenariado estratégico global entre los dos países y a beneficio de dos pueblos amigos”.
Antes, en 2014, ambos países habían suscrito ya en 2014 un primer acuerdo de cooperación estratégica. Además, en septiembre de 2018 los dos países firmaron un memorando de entendimiento en Pekín merced al cual el país magrebí se unía a la nueva Ruta de la Seda.
En mayo de este año el grupo chino Sinopec Oil & Gas Limited y el argelino Sonatrach suscribían un acuerdo con objeto de repartirse la producción de petróleo durante un cuarto de siglo en el este de Argelia por valor de más de 450 millones de euros. China es consciente de las oportunidades inversoras en el gigante norteafricano en materia de infraestructuras y energías, y el país magrebí está necesitado de capital foráneo para que su industria del gas y petróleo pueda crecer al ritmo de las crecientes demandas internas y externas.
Además, el régimen militar quiere ser menos dependiente militarmente de Rusia, cuyas capacidades militares se están viendo comprometidas en la guerra de Ucrania. Las sanciones de la comunidad internacional -y los problemas de aprovisionamiento para la industria rusa- podrían también tener consecuencias en los próximos meses en el comercio de armas entre Rusia y Argelia, y China puede ser una de las alternativas. No en vano, Argelia ha adquirido recientemente tres fragatas, drones y misiles antitanque HJ-12 procedentes de China. Para la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid Laurence Thieux, la apuesta argelina por estrechar lazos con Pekín “es una opción a largo plazo que no es nueva” y que responde a una voluntad del régimen militar, que se ha situado “otra vez en el mapa”, de “diversificar los partenariados y buscar autonomía. Hay además una convergencia y afinidad entre Argelia y China en la manera de entender las relaciones internacionales, por ejemplo el principio de la no injerencia”, profundiza Thieux.
“En materia tecnológica y de seguridad, en un momento en que Argelia va a incrementar mucho su presupuesto de defensa, China puede jugar un papel cada vez más importante”, abunda a NIUS la especialista en Argelia. “Y Argelia tiene enormes reservas de materias primas, desde los hidrocarburos hasta los fosfatos, que interesan a China”, añade la doctora en Estudios Árabes e Islámicos.
Argelia quiere también ser un BRICS
Coincidiendo en el tiempo, la activa diplomacia del régimen de Tebboune se ha propuesto también formar parte de los BRICS (que forman Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), un dispar club de economías emergentes con poco pegamento político en común.
El pasado lunes, un día antes de que Argel firmara el citado acuerdo estratégico con las autoridades chinas, la vieja república socialista presentaba formalmente su candidatura a la integración en la agrupación de Estados, que carece de un proceso -y requisitos- establecido de adhesión. Todo lo cual inevitablemente plantea la pregunta de si el club tiene para sus miembros objetivos y exigencias económicas y políticas más allá de su propia existencia y si el régimen argelino tiene otro propósito que anunciarse en el cartel junto a las potencias emergentes que rivalizan con la hegemonía occidental.
Con el respaldo expreso de Rusia –su primer aliado militar- y China, no parece en un principio difícil que la economía argelina, dados sus padrinos, tenga muy difícil incorporar una ‘a’ a las siglas del club. El gigante norteafricano es el décimo productor mundial de gas además de contar con las décimas reservas probadas de gas natural. Además, dispone de las decimoquintas reservas de petróleo planetarias y es el decimoctavo productor de petróleo del planeta.
No en vano, la idea de incorporar nuevos miembros a los BRICS la había planteado el gigante asiático en mayo pasado, en vísperas de la última cita del club, según un medio tan poco sospechoso como el ruso Sputnik. De hecho, Argelia ya participó como país invitado en la última cumbre de los BRICS celebrada en Pekín el pasado mes de junio.
Nuevos viejos tiempos, pues, para el régimen argelino, que, sin visos de avanzar en el proceso de democratización que su población le ha pedido –la bajísima participación en los proceso electorales de 2020 y 2021 y el Hirak no parecen importar en demasía a Tebboune-, trata de diversificar alianzas –de Europa al conjunto del mundo árabe- y refuerza las tradicionales, con China y Rusia a la cabeza, para garantizarse su futuro. Todo apunta, por otra parte, que, a tenor de la circunstancia actual, los dirigentes argelinos no aprovecharán el momento para acometer la prometida diversificación de su economía. “Argelia ha perdido mucho terreno y corre para recuperar su posición en sus relaciones internacionales, sin que sepamos si estos aparentes logros van a suponer beneficios para la población”, resume la profesora Thieux a NIUS.
La intensificación de los vínculos entre Argel y sus socios chino y ruso convierte, por otra parte, el Magreb en un escenario de una guerra fría 2.0 con sus vecinos marroquíes, estrechos aliados, por su parte, de Estados Unidos e Israel. La carrera armamentística entre Rabat y Argel –el régimen militar quiere contrarrestar la llegada de tecnología israelí con un incremento del gasto militar de hasta el 130%- es el corolario de un antagonismo que no puede explicarse sin el conflicto del Sáhara Occidental.