Una científica española trata de probar el mayor error judicial de la historia de Australia

  • Kathleen Folbigg ha sido considerada como la peor asesina en serie del país tras ser condenada a 30 años de cárcel por el fallecimiento de sus cuatro bebés

  • Tras 19 años en prisión, las evidencias de la científica, Carola García Vinuesa, podrían demostrar que las muertes fueron causadas por una mutación genética

  • Esta semana se vuelve a abrir la investigación en Sídney después de la presión de la comunidad científica a la gobernadora de Nueva Gales del Sur

La vida de la australiana, Kathleen Folbigg, podría dar un giro a partir de este lunes gracias a la científica española, Carola García de Vinuesa (Cádiz, 1969). Lleva 19 años entre rejas de una sentencia de cuatro décadas (reducida a 30 años) por delitos relacionados con la muerte de sus cuatro hijos, y por “infligir maliciosamente lesiones corporales graves” a uno de ellos, entre el 20 de febrero de 1989 y el 1 de marzo de 1999. Desde que fue condenada en mayo de 2003, Folbigg ha sido considerada como la peor asesina en serie de Australia. A pocos meses de cumplir la mitad del periodo de su condena, su caso será revisado en una nueva investigación que se llevará a cabo durante las dos próximas semanas y y que continuará en febrero del próximo año. En ambas exploraciones se presentará una nueva versión que podría darle un giro a la narrativa de las dos últimas décadas. Se pone así en cuestión el sustento fundamental de su sentencia: ¿Y si Folbigg no es responsable de las extrañas muertes de sus hijos y éstas se deben a una mortal mutación genética? 

La inmunóloga española, García de Vinuesa, perteneciente a la ‘Royal Society’ del Reino Unido (donde también estuvieron genios como Isaac Newton, Charles Darwin y Albert Einstein) está detrás de las investigaciones en las que se basa la revisión del caso a partir de esta semana y que podrían cambiar el destino de Folbigg tras casi dos décadas entre rejas. 

La cronología de esta tragedia tiene su punto de partida, el 1 de febrero de 1989, dos años después de que Kathleen y Craig Folbigg consumaran su matrimonio. Fue entonces cuando nació su primer hijo, Caleb. Tan solo 19 días más tarde, el pequeño falleció y los médicos determinaron que se trataba del síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Dos años después, el segundo hijo de la pareja, Patrick, murió a los ocho meses de edad, Sarah falleció en agosto de 1993 con 10 meses y Laura en 1999 a los 18 meses. Fue entonces cuando saltaron las alarmas en las autoridades. Cuatro fallecimientos en una década por SMSL era, según los expertos, imposible. Una de las teorías que más influyeron en la sentencia fue la elaborada en 1997 por Roy Meadow, un pediatra británico que estudió el maltrato infantil, y que puso sobre la mesa la idea de que “una muerte súbita en un bebé es una tragedia, dos son sospechosas y tres son un asesinato, a menos que se demuestre lo contrario”. Esta fue la línea de pensamiento que imperó entre varios especialistas que testificaron durante el juicio y trataron de explicar el caso.

Madres, sospechosas por defecto

Todas las sospechas recayeron en Kathleen, como suele suceder en estos casos, por ser las madres las cuidadoras primarias durante la etapa de lactancia. A esta narrativa se unió su marido, quien tras leer algunas páginas de su diario personal, la culpó de los fallecimientos y testificó contra ella. Sin embargo, las autopsias no determinaron ninguna evidencia de lesión y ningún medicamento, droga o alcohol en los organismos de los bebés fallecidos. Tan solo identificaron una inflamación en el corazón de Laura que podría haber sido causado por un virus. Precisamente, el que todos los bebés tuvieran alguna condición hizo que García de Vinuesa estudiara el caso desde el punto de vista genético. Sin signos de violencia o envenenamiento, la sentencia no se basó en evidencias, sino en pruebas circunstanciales entre las imperó la improbabilidad de que se produjeran cuatro fallecimientos inexplicables en la misma familia. Durante estos 19 años en prisión, Kathleen ha mantenido su inocencia en todo momento. 

Son varias las plataformas en apoyo a Folbigg que se han creado a lo largo de los años para intentar revisar este caso. Se basan en dos precedentes recientes de madres que fueron condenadas a penas de cárcel erróneas por circunstancias similares y que acabaron siendo puestas en libertad. Angela Cannings fue declarada culpable en Reino Unido después del fallecimiento de sus tres bebés. Una investigación de la BBC demostró que su bisabuela paterna había perdido a un recién nacido por muerte súbita y su abuela paterna, a dos. El profesor Michael Patton, experto en genética clínica de la Facultad de Medicina del Hospital St. George en Inglaterra, declaró en el programa ‘Real Story’ que, desde su punto de vista, la herencia genética era la explicación más probable de las muertes de los bebés de Cannings, quien acabó siendo puesta en libertad. En aquel juicio testificó Meadow, el pediatra cuyas investigaciones estadísticas sobre la baja probabilidad de que se repitan muertes súbitas en bebés de una misma familia influyeron en la línea de pensamiento durante el proceso judicial a Folbigg. El británico también testificó en otro caso, el de Sally Clark, que fue condenada por la muerte de sus dos bebés y finalmente puesta en libertad. La experiencia que vivió Clark le produjo problemas psiquiátricos y murió en 2007 por culpa de una intoxicación etílica. Meadow fue expulsado, y luego restituido, por el Consejo Médico General. 

Nuevas evidencias para revertir la condena 

La genética pudo explicar los fallecimientos de los bebés de Cannings y Clark antes de que pasaran una larga temporada en prisión. En el caso de Folbidd, las teorías y las nuevas evidencias, identificadas por García de Vinuesa y su equipo y que reabren la investigación esta semana, se basan en una línea de pensamiento distinta: una mutación genética podría haber afectado el funcionamiento del corazón de sus bebés. Esta posibilidad fue sugerida en 2018 por un grupo de científicos tras las conclusiones del equipo de la española y, en 2019, una investigación judicial llevada a cabo por el Fiscal General con el fin de “garantizar la confianza del público en la administración de justicia”, acabó desestimando la petición de libertad tras darle prioridad a los escritos en el diario sobre las nuevas evidencias científicas. 

El 4 de marzo de 2021, la Academia Australiana de Ciencias publicó una petición firmada por más de 100 científicos eminentes donde se pedía a la gobernadora de Nueva Gales del Sur, Margaret Bealey, que indultara a Folbigg. En ella se incluyeron explicaciones científicas y médicas para cada una de las muertes. Es precisamente la gobernadora la que ha activado la nueva investigación tras considerar “que parece que existe una duda o pregunta sobre parte de las pruebas en el procedimiento que condujo a la condena de Kathleen Megan Folbigg el 21 de mayo de 2003”, se puede leer en el documento firmado en mayo. “Considerando que esa duda o pregunta se refiere a la evidencia de que una variante genética (CALM2-G114R) identificada en muestras de ADN de Sarah Folbigg y Laura Folbigg tiene consecuencias biofísicas y funcionales que pueden causar arritmias cardíacas y muerte súbita en niños pequeños”.

Las evidencias en las que se basa Bealey para abrir otra investigación fueron coordinadas por García de Vinuesa y demostraron que al menos dos niños presentaban mutaciones genéticas que les predisponían a la muerte súbita cardíaca. Dicha mutación causa una arritmia latente que puede provocar una parada cardiaca especialmente si aparece un estresor del organismo como una fiebre o una infección. La española y su equipo determinaros que la mutación CALM2 que portaban Kathleen y sus dos niñas alteraba su ritmo cardíaco, y las predispuso a un fallecimiento súbito, posiblemente precipitado por una infección de las vías respiratorias en Sarah y miocarditis en Laura. Según las investigaciones, los dos varones eran portadores de dos mutaciones genéticas potencialmente letales (epilepsia letal), una heredada de su madre y otra de su padre. 

En caso de demostrarse estas evidencias presentadas a raíz del trabajo de la investigadora española, y de determinarse que la condena a Kathleen es injusta, su sentencia podría tratarse de uno de los mayores escándalos judiciales de la historia de Australia.