Estalla la guerra del chip: cómo EE.UU. quiere frenar en seco el desarrollo tecnológico y militar de China
Una nueva guerra fría tecnológica: Washington restringe drásticamente la exportación de chips avanzados a China
La debilidad de Pekín: China consume el 75% de los chips mundiales pero sólo produce el 15%
La invasión de Ucrania, la tensión en Taiwán y el creciente poderío militar chino empujan a Biden a actuar de manera unilateral
Chip. El término en inglés se refiere originalmente a las virutas que saltan al astillar la madera. Fue en los años 70 cuando se empezó a llamar ‘microchip’ al diminuto circuito integrado en un material semiconductor. Microprocesadores. Chips. Está por todas partes. En los ordenadores, los móviles, los electrodomésticos, los coches, los aviones, los robots… Son las partículas elementales de la revolución digital. Y también son las piezas de una formidable competición tecnológica entre Estados Unidos y China que en estos días ha experimentado una escalada sin precedentes.
“Es el gran tema de la agenda internacional. Asistimos a una colisión sistémica que nos va a ocupar durante generaciones”, dice Manuel Muñiz, exsecretario de Estado de la España Global en el Ministerio de Asuntos Exteriores, profesor del IE y experto en la influencia de la tecnología en el orden internacional. “¿Cómo gestionar la relación entre estos dos países? Todo apunta a una creciente hostilidad, a un empeoramiento de la relación”. Mientras los ojos se centran en la ruidosa y sangrienta guerra de Ucrania, Estados Unidos ha abierto con China otra confrontación tan silenciosa y limpia como pueden serlo las salas donde se fabrican los microprocesadores, pero tal vez de mayor alcance que la de Ucrania.
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"Devolver a China a la Edad de Piedra"
El viernes 7 de octubre el Gobierno del presidente Joe Biden decretó los controles más rigurosos impuestos en décadas a la exportación de microprocesadores avanzados a China. En especial, los relacionados con la inteligencia artificial y la supercomputación. La medida afecta tanto a las compañías americanas como a las extranjeras que trabajan con tecnología americana.
Un golpe muy duro para Pekín. Tras la medida, el lunes 10 las compañías tecnológicas chinas perdieron 8.600 millones en la Bolsa. “Por decirlo suavemente, las compañías chinas van a volver a la Edad de Piedra”, declaraba al Financial Times, Szeho Ng, director general del grupo financiero China Reinassance. China consume tres cuartas partes de los semiconductores del mundo, pero sólo produce el 15%.
Dos meses antes, EE.UU. aprobaba la ‘ley de los chips’ (CHIP and Science Act), la mayor intervención en política industrial en 50 años. Como ocurrió con la carrera espacial, la Casa Blanca cree que la iniciativa privada y el juego del libre mercado se quedan cortos para ganar esta 'guerra' tecnológica.
El Gobierno federal destinará 52.000 millones de dólares a subsidiar a las compañías que instalen sus plantas de microprocesadores en suelo americano. Además, otros 200.000 millones de dólares (tanto como todo el gasto en pensiones de España) se dedicarán a fomentar la investigación en inteligencia artificial, robótica y computación cuántica.
Patio pequeño, valla alta
La escasez de chips tras la pandemia reveló la vulnerabilidad económica ante la falta de un componente imprescindible. La industria del automóvil, por ejemplo, sufrió pérdidas superiores a los 200.000 millones de euros en ingresos y una caída en la producción de 7,7 millones de vehículos en 2021.
Sean o no sofisticados, los chips se han convertido en una cuestión de seguridad nacional. El pasado miércoles, Jake Sullivan, el consejero de política exterior y seguridad de Biden, le ponía nombre a la nueva política hacia China: patio pequeño, valla alta.
“Los cuellos de botella de las tecnologías fundamentales deben estar dentro de ese patio y la valla tiene que ser alta para que estos competidores no aprovechen la tecnología de EE.UU. y sus aliados para socavar su seguridad.”
China es vulnerable en el frente de los chips
¿Por qué EE. UU. eleva ahora el listón de la valla? Porque Pekín aún es muy vulnerable en este terreno. “China los necesita, son una pieza fundamental de su desarrollo. Hay un enorme desequilibrio entre su demanda y su capacidad nacional de producción. Eso ofrece una oportunidad como punto de presión. No es accidental que EE. UU. haya elegido esta palanca”, comenta Muñiz.
El caso Huawei sirve como precedente: las duras sanciones norteamericanas han desplomado los ingresos de la compañía china, han tumbado su liderazgo en redes y móviles y hasta el propio fundador de Huawei admite que la supervivencia de la empresa está en juego.
Las nuevas restricciones a la exportación son "una medida drástica que busca cortar hasta la última cabeza de la hidra industrial del chip en China", comenta en The Economist Greg Allen, exdirector de Inteligencia Artificial del Pentágono.
De Ucrania a Taiwan: cambian las reglas de juego
Otros factores que explican por qué Washington estrangula ahora tecnologicamente a China son la ruptura del orden internacional que ha supuesto la invasión rusa de Ucrania y la amenaza creciente de China sobre Taiwán. Esta isla, que Pekín considera territorio rebelde, produce el 65% de los semiconductores del mundo y el 90% de los chips más avanzados.
El régimen de Pekín impuso un bloqueo naval y aéreo en los días posteriores a la polémica visita de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi a Taipei el pasado mes de agosto. Toda una advertencia, aunque los analistas no creen que la invasión sea ahora mismo un escenario probable.
El misil hipersónico chino: un momento Sputnik
El objetivo inmediato de las restricciones de EE.UU. es cortar de raíz el acceso a microprocesadores avanzados susceptibles de uso militar. “El detonante está muy vinculado al desarrollo de la capacidad militar china. Resulta inquietante para EE.UU. por el sistema político y los valores que subyacen a ese desarrollo, Japón y Alemania tienen esa capacidad, pero no generan esa preocupación”, sostiene Manuel Muñiz.
En 2021 China probó un misil hipersónico que dio la vuelta al mundo antes de alcanzar su objetivo. En el Pentágono se quedaron helados. No esperaban que Pekín hubiera alcanzado tal grado de desarrollo tecnico-militar.
Fue “un momento Sputnik”, según expresó el general Mark S. Milley, el máximo jefe militar de EE.UU. recordando el lanzamiento del satélite soviético en 1957 que espoleó la carrera espacial de la Guerra Fría entre EE.UU. y la Unión Soviética
Una nueva guerra fría …
“La Guerra Fría era una colisión en diferentes planos. Aquí se está empezando a reproducir un esquema parecido. Una colisión no sólo económica, también en la seguridad, el modelo político de derechos y libertades”, dice Muñiz. “China está construyendo un modelo político basado en la recolección y procesamiento de millones de datos individuales que le sirven tanto para reprimir la disidencia como para la toma de decisiones públicas. Hay quien habla ya de un Leviatán tecnológico”.
… distinta a la vieja guerra fría
Pero si la nueva confrontación se asemeja a la vieja Guerra Fría, la nueva guerra fría entre China y EE.UU. es mucho más compleja. La Casa Blanca ha hablado con sus aliados, pero al final ha tomado la medida de manera unilateral. Es un indicio de la gravedad del asunto, pero está por ver que el resto del mundo le siga.
“La posición de China en la economía global es mucho más relevante de lo que fue la Unión Soviética. Chile, por ejemplo, exporta más a China que a EE.UU. y la Unión Europea conjuntamente. China presta ya más a los gobiernos de América Latina que el Banco Interamericano, el Banco de Desarrollo de América Latina y el FMI juntos”, apunta Muñiz. “Sospecho que una buena parte del mundo se va a intentar mantener fuera de esta colisión. No va a ser un telón de acero como lo fue en el pico de la Guerra Fría. Sobre Europa me caben pocas dudas. Europa tiene un alineamiento muy marcado con EE.UU.”.
La confrontación tendrá también un precio para EE.UU. y sus aliados, según los analistas. Sus compañías perderán un mercado inmenso, los consumidores pagarán más y se resentirá la cooperación internacional, la investigación y el desarrollo.