Todo listo para que Xi Jinping se perpetúe en el poder de manera extraordinaria
El Congreso del Partido Comunista de China se reúne a partir del 16 de octubre para definir la próxima legislatura de cinco años
Además, se elegirán nuevos miembros para la cúpula del PCCh y se realizarán cambios constitucionales
Lea algunas de las claves sobre qué es, cómo se desarrolla y que se espera de este Congreso en un clima de fragilidad geopolítica y crisis económica en el país
La República Popular de China celebrará el vigésimo Congreso del Partido Comunista chino (PCCh) de su historia a partir del 16 de octubre en un ambiente enrarecido a nivel doméstico e internacional. La segunda economía del mundo vive un momento de desaceleración en su constante crecimiento debido a su política de ‘covid cero’. Su producto interior bruto (PIB) cayó un 2,6 por ciento en el trimestre pasado debido a los bloqueos generalizados para contener el coronavirus y gran parte de su población está pasando por muchas dificultades debido a los confinamientos totales o parciales. Una de las consecuencias a nivel interno es el boicot hipotecario por la pérdida de fe en el sector inmobiliario y por la crisis que sufre el país. Hay otros indicios de la falta de confianza en el sistema, los cuales se miden principalmente en las censuradas redes sociales, donde aparecen atisbos constantes de descontento. Impera el miedo a expresarse libremente y no hay urnas que palpen el pulso de los ciudadanos chinos. Ellos no tendrán nada que decir al respecto de una de las claves del Congreso comunista: la posible reelección de Xi Jinping para un extraordinario tercer mandato. La comunidad internacional no perderá detalle de está edición del máximo órgano del PCCh en una era de gran fragilidad geopolítica. No en vano, el Congreso marcará la hoja de ruta del país desde 2023 hasta 202. Hay mucho en juego.
¿Qué es el Congreso del Partido Comunista?
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Se trata del acontecimiento más importante del calendario político chino y se celebra cada cinco años. El de la presente edición se llevará a cabo en el Gran Salón del Pueblo de Pekín, ubicado en la Plaza de Tiananmén. Se trata de un acontecimiento vital en la organización del PCCh, es la máxima expresión del sistema comunista, un evento marcado por la ostentación y donde no hay cabida para la improvisación: todo está medido al milímetro. El Congreso reúne a alrededor de 2.300 delegados liderados por el Politburó, un consejo de 25 altos cargos donde reside la autoridad política del país -Xi Jinping está en la cúspide- y que fueron los encargados de convocar el evento. Según el comunicado de convocatoria, el vigésimo Congreso se lleva a cabo en un “momento crucial” para convertir a China en una potencia mundial próspera y avanzada bajo un régimen de partido único. Parco en detalles, el escrito también avanzó que se “formulará un programa de acción” para cumplir dicho objetivo en los próximos cinco años.
¿Qué se determina en el Congreso?
Su primera función es establecer una agenda del PCCh en todos los sectores políticos. Si se sigue con el guión de las ediciones pasadas, el secretario general de la organización, Jinping, expondrá ante los presentes un informe político con su interpretación del trabajo realizado durante los cinco años que han pasado desde el anterior Congreso. Se trata de una evaluación consensuada entre la cúpula donde también se incluye un análisis de la situación actual del Partido y donde se sientan las bases sobre las prioridades y las tareas de cara al próximo lustro. La exposición de este informe ha sido definido por analistas como un proceso largo y tedioso.
La segunda función clave del Congreso del PCCh es revisar la Constitución. En la edición anterior, celebrada en 2017, Jinping realizó algunos cambios que entraron en vigor al año siguiente. Se trató de la primera modificación en 14 años, y en ella anuló las principales reformas constitucionales adoptadas bajo el liderazgo de Deng Xiaoping (Constitución de 1982). Tanto en el pasado Congreso como en la actualidad, estos “ajustes” constitucionales están envueltos en un halo de secretismo para evitar oposición interna. Eso sí, Jinping dejó claro en el Congreso anterior que “el PCCh dirige el Gobierno, el Ejército, la sociedad, las escuelas, el norte, el sur, el este y el oeste”, en una clara alusión al papel secundario de la Constitución o cualquier otra ley que choque con la perspectiva del máximo dirigente y su equipo más cercano.
La tercera y última tarea del Congreso del PCCh es cambiar a los miembros de la cúpula, del Politburó. Es precisamente este punto el que más atención acapara en Occidente y en el que se suelen centrar todos los análisis. En este caso, el morbo a los ojos del mundo reside en la posible perpetuación de Jinping en su cargo, ya que tradicionalmente los mandatos presidenciales han durado dos legislaturas -10 años-. También se espera una renovación del Comité Central y de la Comisión Central de Inspección Disciplinaria (CDIC).
Estas tres funciones están íntimamente entrelazadas. A medida que avanza la exposición del “informe político”, se van descifrando cuáles han sido los éxitos o los fracasos de la gestión en los cinco años anteriores y se va configurando un contexto político que sirve para reforzar la narrativa de la cúpula. Este relato refuerza la autoridad de Jinping para introducir los cambios constitucionales que estime o para mostrar las limitaciones o virtudes de los dirigentes que serán reemplazados o nombrados.
¿Por qué sería extraordinario que Xi Jinping se erigiera presidente por tercera vez?
La posible prolongación de la era Jinping no es oficial, aunque sí muy probable. Los máximos mandatarios anteriores habían cumplido un total de 10 años en lo más alto, una tendencia que podría cambiar en esta ocasión. Desde 2018 no existe un límite formal para el tiempo que un secretario general del partido puede permanecer en el cargo. En aquel entonces, Jinping abolió tal límite lo que allanó el camino para permanecer durante un tercer mandato mínimo como jefe del PCCh, del Estado y el Ejército.
Son varios los indicios que apuntan a que Jinping se va a perpetuar durante cinco años más en el poder y quizás uno de los más importantes es la visión interna que se tiene de él. Los funcionarios del PCCh lo consideran como un líder visionario clave para el ascenso de China en el panorama geopolítico actual y que ha sido capaz de, supuestamente, ordenar el laxo liderazgo manchado por la corrupción de su predecesor, Hu Jintao. Xi Jinping es el príncipe. Además, durante la década que Jinping lleva en la presidencia, el líder ha promovido su pensamiento, ha acumulado poderes y se ha posicionado a sí mismo como un presidente a la altura de Mao Zedong o Deng Xiaoping. Uno de los aspectos más significativos en su objetivo de eternizar su figura como lo hicieron sus históricos antecesores fue la consecución de su particular revisionismo histórico donde, esencialmente, Jinping reescribió la historia de China, de la misma manera que lo hicieron Mao en 1945 y Deng en 1981.
El secretismo también envuelve a esta interpretación de la historia según Jinping y analistas sugieren que no menciona el Gran Salto Adelante de los años cincuenta y sesenta (paso de la economía agraria a la industrialización que provocó decenas de millones de muertes por inanición), ni la matanza en la Plaza de Tiananmen en 1989 (miles de manifestantes por la democracia murieron a balazos o aplastados por tanques del Ejército Popular de Liberación).
¿Qué pretende conseguir China en el próximo lustro?
Uno de los argumentos más pronunciados por Jinping es que el mundo está experimentando “cambios nunca vistos en un siglo”. Tras esa premisa llega una advertencia: relajar su autoridad política resultaría perjudicial para los intereses de China. De confirmarse un tercer mandato, Jinping deberá hacer frente, además de a la pronunciada desaceleración económica del gigante asiático, a una espiral de tensiones con Estados Unidos y sus aliados en un contexto de máxima fragilidad. La invasión de Rusia a Ucrania y el posicionamiento chino, la respuesta de Europa y EE.UU., la inestabilidad en Taiwán, la gestión de Hong Kong, los ataques contra los derechos humanos de los uigures en Xinjiang, la represión en Tibet, la ‘iniciativa de franja y ruta’ donde cuenta con una gran influencia en más de un centenar de naciones dependientes de China… los frentes abiertos son numerosos. El relato chino es el de iniciar una nueva etapa que define al país como una nación “socialista moderna en todos los aspectos” en el marco de un nuevo orden mundial entendido como una “comunidad global de futuro compartido”. La visión occidental es definida de una manera muy diferente.
En agosto, las agencias de comunicación chinas publicaron unas palabras de Jinping que ofrecen algunas pistas sobre la anticipada estrategia de cara al futuro: “China sigue estando en un importante periodo de oportunidades estratégicas para el desarrollo, pero hay nuevos cambios en las oportunidades y desafíos a los que se enfrenta el país. El PCCh debe ser plenamente consciente de la naturaleza a largo plazo, compleja y ardua de la gran lucha en el camino por delante”. De cumplirse los pronósticos de un tercer mandato de Jinping, uno de sus objetivos será el de seguir trabajando para que China siga avanzando en su posicionamiento como potencia mundial. Está por ver si buscará conseguir este objetivo a cualquier precio.