Las estudiantes se quitan el velo y lo agitan con su mano al grito de: "¡Los mulás deben irse!". "¡Muerte al dictador!", se les escucha decir en la sureña localidad de Shiraz. Las protestas por la muerte de Mahsa Amini continúan en Irán tres semanas después. La joven de 22 años falleció tras ser detenida por la Policía de la Moral por llevar mal colocado el velo o hiyab. Las manifestaciones que se han desatado desde entonces en centros educativos y calles del país no tienen precedentes. Y, lejos de aplacarse con la represión de las fuerza iraníes, se inflaman.
Los gestos se suceden en Teherán, Karaj, Sagez o Sanadaj... Colegialas y universitarias se solidarizan con Amini y desafían a las autoridades religiosas y a las estrictas normas de vestimenta impuestas a las mujeres. En algunas imágenes divulgadas en redes sociales se ve a estudiantes en sus aulas con la cabeza destapada y levantando un dedo irreverente ante los retratos del ayatolá Jamenei y del fundador de la República Islámica, el ayatolá Ruholá Jomeini. O quemando fotografías del líder supremo.
En otro de los vídeos difundidos recientemente se ve cómo unas jóvenes increpan a un miembro de las fuerzas Basij, el cuerpo paramilitar encargado de reprimir las protestas. Esto, en un país donde la disidencia conlleva duros castigos.
Las autoridades no han conseguido acallar el malestar, pese a haberlo intentado por la fuerza. Y se enfrentan a un estallido que crece, también, en repercusión internacional. Esta semana, por ejemplo, 50 artistas francesas -como Juliette Binoche o Marion Cotillard- se han cortado el pelo por la libertad de las mujeres iraníes. En España, Begoña Gómez -esposa del presidente Pedro Sánchez- se ha sumado al gesto junto a otras caras conocidas.
Mientras, el ayatolá Alí Jamenei trata de echar balones fuera; afirma que los "disturbios" están orquestados por Occidente y señala directamente a Estados Unidos e Israel. El líder supremo ha mostrado su apoyo, además, a las fuerzas de seguridad que han respondido con violencia a las protestas.
Según organizaciones de derechos humanos como Iran Human Rights, al menos 154 personas han muerto en las manifestaciones por esa represión.
Esa represión, sin embargo, no ha conseguido acallar las voces del descontento y el hartazgo. El pasado jueves, la madre de una adolescente que murió tras unirse a las protestas en Teherán acusó a las autoridades de asesinar a su hija y de presionarla a ella para que dijera que su muerte fue un suicidio, según informó el diario británico The Guardian.
Su hija era Nika Shahkarami, de 16 años. La madre difundió un vídeo esta semana en el que aseguraba que un informe forense ha demostrado que Nika murió “debido a repetidos traumatismos contundentes en la cabeza".
Las autoridades iraníes niegan la responsabilidad de las fuerzas de seguridad en la muerte, según medios locales.
Nika falleció durante la primera semana de protestas en solidaridad con Mahsa Amini, quien se ha convertido en el icono que ha encendido la llama. Amini era una joven kurda que fue arrestada el pasado 13 de septiembre en Teherán por "vestimenta inadecuada". Las circunstancias de su detención no están claras; tras permanecer bajo custodia policial entró en coma y falleció tres días después en el hospital. Su familia culpa a la policía de su muerte y denuncia que fue golpeada.
Las manifestaciones prendieron en el noroeste de Irán, en el lugar del que procedía la joven, y desde allí se extendieron a distintas zonas del país. El amplio apoyo a esas protestas es inédito y el pulso ha sorprendido a un régimen acostumbrado al uso de la fuerza para acallarlas. Pero nada, de momento, consigue ahogar el grito valiente de sus niñas y mujeres.