La cumbre hispano alemana que se celebra el miércoles y el jueves de esta semana en La Coruña constituye un nuevo punto fuerte de las revitalizadas relaciones entre Alemania y España, dos países que de la mano del canciller Olaf Scholz y Pedro Sánchez llevan tiempo dando cuenta de una particular sintonía.
Que a ambos líderes no les cuesta mostrarse cómodos juntos es algo de lo que dio cuenta la visita del pasado mes de enero a Madrid que realizó Scholz para reunirse con Sánchez en el palacio de La Moncloa y, más recientemente, en el Palacio de Meseberg, al norte de Berlín, donde el jefe del Gobierno español participó en una reunión del Ejecutivo germano donde se hablaron, entre otras cosas, cuestiones de seguridad nacional.
Pero la Alemania de Scholz, esa con la que parece haber conectado tan bien Sánchez, no es la Alemania que marcó el paso de la Unión Europea en los últimos años, especialmente en los momentos de la pasada crisis del euro, probablemente la crisis más importante de la que logró librarse la Unión tras los rescates de las economías de Portugal, Irlanda, Grecia y España.
NIUS ha podido hablar con media docena de expertos en política internacional afincados en Alemania. Ni uno pone en duda que Alemania está sufriendo especialmente las consecuencias de la ilegal guerra de Rusia contra Ucrania. Esta situación parte de la dependencia energética con Rusia que Alemania ha desarrollado durante las últimas décadas.
“Muchos expertos avisaron a los sucesivos Gobiernos alemanes sobre dónde se estaban metiendo al aumentar la dependencia del gas ruso, algo que aumentaron incluso después de 2014 [año de la ilegal anexión rusa de Crimea y el inicio del conflicto en el este de Ucrania, ndlr.]”, dice a NIUS Rafael Loss, experto en Berlín del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés), un think tank europeísta. Alude Loss, en último término, al 55% del gas que llegó a importar Alemania en 2021 procedente de Rusia.
Ese gas, más barato respecto al de otros proveedores, era “lo que hasta cierto punto hacía funcionar a Alemania”, según Loss. “La industria alemana podía comprar gas barato, el país podía producir a precios competitivos respecto a los competidores internacionales. Esto es lo que ha llevado al éxito al modelo de negocio alemán por mucho tiempo”, abunda este experto.
Ahora, con los gasoductos Nord Stream 2 inutilizados, y el Gobierno de Scholz buscando alternativas al gas ruso desde que comenzó el ataque por tierra, mar y aire contra Ucrania, el gas ruso ha dejado prácticamente de llegar a Alemania. El petróleo y el carbón ruso también forman parte de los hidrocarburos que Alemania lleva ya tiempo empeñándose en sustituir.
Sin embargo, una imagen del país de Scholz que parece haber calado es la de una nación prisionera del Kremlin por sus vínculos energéticos.
De lo contrario, las revistas Cicero, una publicación mensual dedicada a la política y la cultura, y Capital, un semanario económico, no habrían empleado recientemente la misma imagen para ilustrar cómo se encuentran Alemania dadas las circunstancias. A saber, un águila – símbolo del país de Scholz – atrapada por tuberías que hacen pensar en los gasoductos y oleoductos que durante tanto tiempo han unido suelo germano con la Rusia de Vladimir Putin.
En Cicero dedicaban el pasado mes de mayo una portada y un artículo de fondo al “desastre alemán”. Así se referían a “cómo nuestro país cayó en las garras del Kremlin”, dando cuenta a la evolución de las relaciones de la Rusia de Putin con la Alemania, sobre todo, de Gerhard Schröder y de Angela Merkel. En Capital, directamente, acompañaban la imagen del águila presa con la siguiente descripción del país: “el país sin poder de Europa”.
Expertos como Olaf Boehnke, analista en Berlín de la consultora internacional Rasmussen Global, o Sara Pagung, investigadora con el foco puesto en Rusia y las relaciones germanorrusas del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP, por sus siglas alemanas), no comparten esa imagen del país.
“Yo no quiero verlo todo negro”, dice a NIUS Pagung, antes de convenir que Alemania “necesita un nuevo sistema energético”. “Buena parte de la economía alemana, el sector industrial, especialmente el sector químico, ha tenido tradicionalmente éxito porque tiene precios de gas muy barato, gas barato que venía de gasoductos rusos. Pero esto ha terminado”, añade.
Por su parte, Boehnke, muestra menos dudas al opinar sobre el papel de Alemania en la Europa que tanto acusa las consecuencias generadas por la ilegal invasión de Rusia contra Ucrania. “Alemania no ha dejado de ser un poder en Europa. Porque, como antes, seguimos siendo la mayor economía de Europa. Y seguimos siendo el miembro de la UE más grande en términos de población”, plantea el experto de Rasmussen Global.
Con él coincide Judy Dempsey, investigadora en Berlín del Carnegie Europe, centro de estudios del prestigioso Fondo Carnegie para la Paz Internacional dedicado al 'viejo continente'. “Alemania es un país que aún cuenta con mucho poder económico”, dice Dempsey a NIUS.
“Otros países de la UE han de tener envidia de la cantidad de subsidios que está dando Alemania a la población para protegerla ante las subidas de los precios de la energía”, añade esta experta, aludiendo a los tres paquetes de medidas que ha lanzado Scholz para paliar los efectos de la crisis. Entre las medidas puestas en marcha en la actual crisis, el Gobierno alemán se ha visto obligado, en una iniciativa especialmente elocuente, a nacionalizar Uniper, la gran empresa importadora de gas de Alemania.
Nicolai Von Ondarza, del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas alemanas), relativiza el peso presente y pasado de Berlín en Europa. Según dice Von Ondarza a NIUS, “en el debate público, se está exagerando mucho”. Alude a las portadas de Cicero y Capital.
“Ya en la crisis del euro se dijo que Alemania era un actor dominante y decisivo y que podía decidirlo todo. Eso no fue así. Y ahora se caracteriza a Alemania como país que ha perdido su poder cuando tampoco es así”, mantiene este experto en cuestiones europeas del SWP. “Lo importante es reconocer que, en la crisis que ha generado la guerra contra Ucrania, Alemania ha sido golpeada duramente por la gran parte de hidrocarburos que compraba a Rusia y que ahora tiene que sustituir. Y, por otro lado, por que en materia de seguridad, la cooperación con Rusia está en entredicho”, agrega Von Ondarza.
A su entender, “Alemania está a la defensiva” en la escena internacional. Y tanto, según se manifiesta en declaraciones a NIUS a cuenta de la situación germana Hubertus Bardt, economista y responsable del Instituto para la Economía de Alemania (IW, por sus siglas alemanas), un centro de estudios económicos con sede en Colonia. “Alemania es un país que está debilitado. En la crisis del euro, al país se le pedía que ayudara y tenía más influencia que ahora, porque ahora es Alemania la que está pidiendo ayuda”, señala Bardt.
En esta búsqueda de apoyos, Boehnke, el analista en Berlín de la consultora internacional Rasmussen Global, ve a países como España ganando importancia para la Alemania de Scholz. "A Angela Merkel siempre se le podrá reprochar que no reaccionó a aquel gran discurso con propuestas de Emmanuel Macron en la Universidad de la Sorbona. Sin embargo, Olaf Scholz ya lo ha hecho”, expone.
“Creo que hay una nueva definición en marcha del proyecto europeo, con países como España o Italia o Polonia – que es un socio complicado – porque Alemania ya no tiene el poder de tomar las decisiones sola porque no tiene capacidad para financiar las iniciativas por sí misma”, agrega. A su entender, en Berlín “la idea que tienen en el Gobierno alemán consiste en responder a cómo podemos dedicar los recursos que tenemos para apoyar los recursos más apropiados”.
En La Coruña, Scholz también busca, además de trabajar en sintonía con Sánchez, cómo responder a ese vasto interrogante. De lo contrario, Scholz y Sánchez no se reunirían, como harán según lo previsto, para tratar asuntos que van desde la seguridad y la defensa pasando por la economía y la cooperación energética.