El duelo es bronco, tal y como se reflejó en el último debate televisado entre los candidatos a la presidencia. Brasil vota en las primera vuelta de los comicios, este domingo, en un clima de fuerte polarización y crispación política. Se presentan 11 aspirantes, pero el pulso se dirime entre dos opciones antagónicas: el expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva (76 años) y el actual mandatario de extrema derecha, Jair Bolsonaro (67). Los sondeos dan al primero una ventaja en torno a los 10 puntos. Si ningún aspirante supera la mitad de los votos, habrá segunda vuelta cuatro semanas más tarde.
Son unos comicios atípicos. Lula ha saltado de pasar 19 meses en la cárcel acusado de corrupción a convertirse en favorito en las encuestas. Y el presidente Bolsonaro, emulando al estadounidense Donald Trump, ha respondido a ese despegue creando dudas sobre el sistema de votación electrónica y cuestionando la limpieza de las elecciones sin presentar prueba alguna. Una actitud que ha sembrado la inquietud. ¿Cómo reaccionaría ante un posible derrota frente a su rival? En los últimos días, Bolsonaro ha bajado el tono en este sentido y ha declarado que si pierde la elección cederá la banda presidencial y se retirará de la política; sus críticos, sin embargo, achacan esas declaraciones a un intento de pescar el voto de centro.
La retórica de ambos candidatos recalca su antagonismo. El mandatario brasileño ha calificado estos comicios como "la lucha del bien contra el mal"; para su rival, en juego está "la democracia contra el fascismo".
Su condición de favorito convirtió al líder del Partido de los Trabajadores, Lula da Silva, en principal blanco de los ataques en el último debate electoral. Quienes le habían dado por muerto, políticamente hablando, se equivocaron. Lula ha resucitado tras 580 días en prisión acusado de corrupción pasiva y lavado de dinero por la denominada Operación Lava Jato, una trama con la que se lucraron políticos y empresarios.
Él se declaró víctima de una "persecución política". Finalmente, el Tribunal Supremo anuló por unanimidad su condena al considerar que el proceso capitaneado por el juez Sergio Moro no había sido imparcial. Fue puesto en libertad en 2019. Moro, por cierto, se convirtió en ministro de Justicia con Bolsonaro. Aún hoy, Bolsonaro se refiere a Lula como "ladrón" o "el presidiario".
Durante su presidencia (2003-2010), Lula mantuvo su popularidad entre las clases trabajadoras y rentas más bajas. Su Gobierno proclamó entonces que había sacado a casi 30 millones de brasileños de la pobreza extrema.
En esta campaña electoral ha intentado forjar un perfil moderado, distanciado del espectro comunista en el que, según el bolsonarismo, quiere sumergir al país. Como parte de esa estrategia, propone como vicepresidente a un antiguo rival, Geraldo Alckmin; de centroderecha, con él persigue atraer a la clase media y al poder económico.
El presidente Bolsonaro espera renovar su mandato tras su llegada al poder en 2018 al frente del Partido Liberal. Este excapitán del Ejército no ha escondido su nostalgia por la dictadura militar (1964 y 1985). Ha clamado que "solo Dios" puede sacarle del poder y que si es preciso irá "a la guerra" para defender la "libertad" de los brasileños frente a la amenaza de la izquierda.
Se presenta como guardián de los valores conservadores y cristianos y como la persona que trata e "impedir la llegada del comunismo" al país. Y acusa a Lula de querer llevar a Brasil hacia un socialismo como el de Venezuela. Al mismo tiempo, se prodiga en ataques a las instituciones democráticas.
El Senado brasileño le acusó de crímenes contra la humanidad por su gestión negacionista de la pandemia de covid a la que calificó de "gripecita" y que dejó en el país 685.000 muertos. Una investigación parlamentaria le atribuyó nueve delitos. Le acusó de minimizar sus consecuencias, de recomendar remedios ineficaces y de retrasar la adquisición de la vacuna.
Bolsonaro se ha presentado como abanderado contra la corrupción. Pero tampoco se libra de sus sombras. Recientemente se ha solicitado una investigación sobre supuesta compra sospechosa de inmuebles por su parte y la de su familia.
Tiene a su favor la mejora de la economía (volvió a crecer hace un año y la tasa de paro bajó al 9,1% en julio). Sin embargo, esa mejoría que no repercute en gran parte de la población. Según un estudio de la Red Penssan, 33 millones de brasileños pasan hambre (el 16% de la población). El número se ha duplicado en los dos últimos años.
El líder de extrema derecha ha prometido continuar con su programa de privatización de empresas estatales. Por otro lado, durante su mandato ha lanzado distintos decretos para permitir el acceso de a las armas, lo que ha disparado su compra.
Según los sondeos, la mayoría de las mujeres le da la espalda en las urnas. Solo un 29% confía en él. Y en los últimos tiempos ha continuado protagonizando controversias por su salidas de tono machistas. En el primer debate electoral una periodista le planteó si sus declaraciones sobre la vacuna del coronavirus desalentaron la inmunización y el respondió: "Creo que te vas a la cama pensando en mí. Estás algo enamorada de mí". En otra ocasión, a otra reportera que le preguntó por presunto lavado de dinero le contestó: “Tú estás casada con una persona que vota por mí. Yo no sé cómo es tu convivencia con él en tu casa, pero yo no tengo nada que ver con eso".