Dos años de los Acuerdos de Abraham, la alianza arabo-israelí que revolucionó el Norte de África
El 15 de septiembre de 2020 Israel, Emiratos y Bahréin firmaban los Acuerdos de Abraham, a los que se adherirían posteriormente Omán y Marruecos
-El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Rabat y Tel Aviv espolearía a la diplomacia marroquí, que ha conseguido, en distintos grados, el apoyo a sus posiciones en el conflicto del Sáhara Occidental por parte de Estados Unidos y las principales potencias de la UE
La alianza israelo-marroquí exacerbó las tensiones con Argelia, que rompió relaciones diplomáticas con sus vecinos hace un año
Dos años se cumplieron este jueves de la firma en la Casa Blanca del acuerdo de normalización de relaciones entre Emiratos Árabes Unidos (EAU) e Israel en presencia del ex presidente Donald Trump, el también ex primer ministro Benjamín Netanyahu, el ministro de exteriores emiratí Abdullah bin Zayed y el titular de Exteriores de Bahréin Abdulatif bin Rashid al Zayani. Veían la luz los Acuerdos de Abraham –en honor al padre ancestral de los judíos y los musulmanes-, a los que se adherirían pocos meses después Marruecos y Sudán.
MÁS
El principal logro de los Acuerdos de Abraham es justamente no haber languidecido dos años después como tantas otras alianzas y foros convertidos en mera retórica. Su importancia sigue siendo, a día de hoy, fundamentalmente simbólica: Israel conseguía, de una tacada, el reconocimiento de cuatro países árabes –que se unen a Egipto y Jordania, con los que estableció plenas relaciones en 1980 y 1994 respectivamente-, rompiendo su aislamiento y abriendo la puerta a la esperanza de su aceptación general en el conjunto de la región.
La región no es una fotografía fija y amenazas regionales como las de las organizaciones yihadistas, el Estado Islámico y Al Qaeda a la cabeza, y la República Islámica de Irán llevan aproximando a Israel con un número cada vez mayor de países árabes en los últimos años. Los Acuerdos de Abraham, que están derribando también barreras mentales, no se explican sin los cambios que está experimentando el conjunto de Oriente Medio y el Norte de África. “Tenemos por un lado a las monarquías del Golfo y por otro a las repúblicas militares. Esto remite a la guerra fría y a divisiones muy antiguas”, afirmaba el historiador especializado en Marruecos Pierre Vermenen al diario francés Le Figaro.
No en vano, en marzo de este año Israel fue el anfitrión de un encuentro diplomático al más alto nivel, la Cumbre del Néguev, que contó con la participación de los ministros de Exteriores de cuatro de los países árabes que mantienen relaciones con el Estado judío: Emiratos, Marruecos, Bahréin y Egipto. El objetivo de la cita fue sentar las bases de un foro permanente. Algo impensable menos de dos años atrás.
Nuevo escenario de tensiones en el Magreb
Lo cierto es que, si Oriente Medio es ya un lugar distinto desde entonces, donde las consecuencias del restablecimiento de relaciones entre Israel y Marruecos han tenido el cariz de revolucionarias ha sido en el Norte de África.
Desde que el ya histórico 10 de diciembre de 2020 el ex presidente Donald Trump anunciara el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental y el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel –después de dos décadas de ruptura oficial-, Rabat ha logrado el apoyo español y alemán a sus tesis –después de abrir sendos conflictos diplomáticos y ejercer diversas formas de presión contra los dos países europeos- en la que fuera colonia española hasta finales de 1975.
Además, Marruecos ha conseguido el apoyo de 21 países africanos en el Sáhara en forma de apertura de consulados en el territorio. Israel no sólo ha apoyado el proyecto marroquí de autonomía para el Sáhara –la ministra del Interior Ayelet Shaked llegó a hacer en junio pasado, en visita en Rabat, un reconocimiento expreso de la soberanía marroquí sobre el Sáhara-, sino que ha advertido sobre la amenaza argelina y los tentáculos de Irán en el gigante norteafricano.
Apenas nueve meses después de que Marruecos e Israel normalizaran sus vínculos, Argel rompió relaciones diplomáticas –algo que no se producía desde 1976, cuando el reconocimiento argelino de la República Árabe Saharaui forzaba a Hassan II a romperlas- con Rabat acusando a sus vecinos de espiar a altos cargos con el programa de fabricación israelí Pegasus y de instigar el separatismo en las regiones cabileñas.
Como represalia, las autoridades argelinas cerraron el grifo del gasoducto Magreb-Europa, que transportaba gas argelino a la Península a través de suelo marroquí. A pesar de las llamadas del rey Mohamed VI a la concordia entre los dos países en los últimos meses –de hecho, el monarca viajará a Argel para representar a su país en la próxima cumbre de la Liga Árabe, que se celebrará los días 1 y 2 de noviembre-, el régimen militar ha hecho oídos sordos a sus vecinos.
Por otra parte, casi coincidiendo con el restablecimiento de relaciones entre Marruecos e Israel, exactamente el 13 de noviembre de 2020, el Frente Polisario rompía el alto el fuego con Rabat en vigor desde 1991. La tensión entre las dos grandes potencias ha alcanzado niveles inéditos desde hace décadas, haciendo temer una escalada aún mayor en los últimos meses.
Logros más simbólicos que concretos
Sin embargo, a pesar de los rumores de que Arabia Saudí sería el siguiente, no han seguido más países árabes, y, de hecho, las relaciones con Sudán se encuentran en punto muerto a pesar de que el país africano se adhirió a los Acuerdos de Abraham en enero de 2021. Tampoco, por descontado, los Acuerdos han servido para avanzar en la resolución del problema palestino -¿acaso nacieron con ese propósito?-, que sigue donde estaba hace dos años.
Entre los logros tangibles de los Acuerdos ha de hacerse constar el impulso sufrido por las relaciones comerciales entre Emiratos e Israel, que firmaron en enero de 2021 un memorándum de cooperación. Los intercambios comerciales rozaron los 1.000 millones de dólares el año pasado y se espera que al término de este ejercicio las cifras se dupliquen. Ambas administraciones confían en alcanzar los 10.000 millones en los próximos cinco años.
La flamante alianza israelo-marroquí
Si prometedores para ambos países han sido los resultados de la alianza entre Emiratos e Israel, no es menos prometedora la asociación que han forjado en menos de dos años Marruecos e Israel. Después de unos discretos primeros meses, la monarquía de Mohamed VI ha dado rienda suelta a la nueva relación en forma de una pléyade de iniciativas bilaterales y visitas de altos responsables de los dos países tanto a un lado como al otro del Mediterráneo.
Unidos por fuertes lazos desde el nacimiento mismo de Israel –Marruecos contaba con la mayor judería del mundo árabe hasta la década de los cincuenta del siglo pasado y el Estado judío cuenta con un millón de sus ciudadanos con orígenes en tierras magrebíes-, los dos países han establecido espacios de cooperación en prácticamente todos los ámbitos: desde el ámbito militar y de inteligencia hasta el energético y medioambiental pasando por el cultural y el turístico. Según datos oficiales, el comercio entre los dos países aumentó un 84% en 2021 respecto al año anterior.
El mayor hito de la relación israelo-marroquí se marcó el pasado mes de noviembre, cuando los dos países firmaron en Rabat un acuerdo en materia militar inédito en las relaciones entre el Estado judío y un país árabe (lo hicieron además con la participación directa del ministro del ramo Benny Gantz, hecho sin precedentes en la historia de Israel y un país árabe).
El memorando de entendimiento suscrito por Marruecos e Israel fija las bases para la cooperación bilateral en materia de seguridad e inteligencia y para la venta de material militar. En cualquier caso, pese a que la Segunda Intifada empujó a Mohamed VI en los primeros meses de su reinado a romper relaciones oficiales con Israel, la cooperación en materia de seguridad entre los dos países nunca desapareció.
Como muestra del buen estado de las relaciones en el ámbito de la defensa, a finales del pasado mes de julio, el jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Aviv Kochavi, visitó a los responsables de la seguridad marroquí y hace sólo unos días, el jefe del Estado Mayor del Ejército marroquí Belkheir Al-Farouq devolvía la visita a sus socios en Tel Aviv.
Con todo, recientes estudios de opinión arrojan el dato de que la mayor parte de la población emiratí tiene una opinión negativa sobre el acuerdo de asociación con Israel; las cifras son parecidas en Bahréin. En Marruecos, cuya población se ha manifestado tradicionalmente solidaria hacia los palestinos, la situación es más matizada: apenas el 11% de la población percibe a Israel como una amenaza pero apenas el 31% de los ciudadanos se manifiesta a favor de los Acuerdos de Abraham, según una encuesta del Barómetro Árabe recogida por el think tank estadounidense Middle East Institute.
En cualquier caso, una parte importante de la población marroquí, aunque no entusiasta de la nueva asociación, cree que estrechar lazos con una potencia tecnológica y defensiva como Israel es positivo en tanto que ello contribuye a que el control marroquí sobre el Sáhara es cada vez más sólido y definitivo. Como en tantos otros momentos en las relaciones internacionales, la realpolitik, el pragmatismo en la estrategia de los Estados, se ha impuesto en la génesis y los dos primeros años de vida de los Acuerdos de Abraham.