Hacía más de dos años y medio, desde el estallido de la pandemia, que el presidente chino Xi Jinping no viajaba al extranjero. Lo ha hecho ahora. Tras visitar el miércoles Nursultán (Kazajistán), este jueves se ha reunido con el presidente ruso, Vladimir Putin, en Samarcanda (Uzbekistán), la antigua capital de la ruta de la seda. Ambos mandatarios escenifican así su amistad "sin límites", como proclamaron ellos mismos el pasado febrero. Xi ha llamado a su homólogo "a liderar un mundo cambiante".
Un gesto importante para Putin, ávido de apoyo internacional casi siete meses después del inicio de la guerra de Ucrania, y en un momento en el que suma fracasos en el campo de batalla con la pérdida de territorio invadido. El cara a cara a cara muestra al mundo el respaldo de Pekín a Moscú. Ambos han viajado a Samarcanda para participar en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, aunque su reunión se produce al margen.
Putin y Xi ya hicieron gala de su alianza durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín y reclamaron entonces "un nuevo tipo de relaciones entre las potencias mundiales". Poco después de ese encuentro, Putin lanzó su ofensiva en Ucrania. Ahora abordan ese conflicto y otros "temas internacionales y regionales", según ha informado el Kremlin, que presenta la cumbre como una "alternativa" al mundo occidental. Putin también tiene previsto reunirse con los líderes de India, Pakistán, Turquía e Irán; aunque el Kremlin ha destacado la "particular importancia" de su encuentro con el mandatario chino.
¿Cómo ha sido la relación de Rusia y gigante asiático desde el inicio de la guerra? Pekín ha tratado de mantener un complejo equilibrio, una cierta distancia con Moscú. No ha condenado la invasión de Ucrania ni ha apoyado las sanciones occidentales contra Rusia; pero tampoco ha ofrecido respaldo militar al país amigo, sorteando así posibles represalias internacionales. En este sentido, el Alto Representante de la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, ha confirmado este jueves en Onda Cero que, que se sepa, China no ha exportado armas a Rusia.
Xi Jinping no está dispuesto a afrontar consecuencias económicas por su apoyo a su aliado. Su objetivo es acrecentar su poder como superpotencia comercial, económica y tecnológica. Oscila, por tanto, entre consolidar sus lazos con Moscú y no quebrar sus intereses internacionales. Aunque recientemente su relación con Estados Unidos se ha resentido aún más por Taiwán (la visita a la isla de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi a la isla enfureció a las autoridades chinas). Este jueves, Putin ha condenado "la provocación" de Washington en el estrecho de Taiwán.
China ya era el mayor socio comercial individual de Rusia antes del conflicto en Ucrania. Pero con la guerra la relación se ha fortalecido. Actualmente, el comercio entre las dos potencias se mantiene en un nivel récord, informa la cadena CNN. Las importaciones por parte de China de petróleo y carbón ruso se han disparado para afrontar la crisis energética. Hace una semana, Pekín pactó pagar en yuanes o rublos (y dejar de hacerlo en dólares) el gas procedente de Siberia; a cambio, obtendrá la energía a un precio más bajo. El pasado julio, Rusia disparó en un 63% el suministro de gas a China. Y mientras se disparan las facturas de la energías, Moscú ha amenazado con dejar sin gas a Europa si no levanta las sanciones por la guerra de Ucrania.
En este contexto, Rusia ha comenzado a diseñar un nuevo gasoducto a China tras firmar Gazprom un acuerdo de suministro de 10.000 millones de metros cúblicos al año.
El gasto de China en productos rusos se incrementó el pasado agosto en un 60% con respecto al año anterior. Por otro lado, el vacío dejado por algunas marcas occidentales, que se fueron de Rusia con el inicio de la guerra, también está siendo ocupado por Pekín. Un ejemplo: los smartphone chinos supusieron dos tercios de todas las ventas nuevas en Rusia entre abril y junio, según la agencia Reuters.
El viaje de Xi Jinping al exterior después de tanto tiempo se produce un mes antes de la celebración del XX Partido Comunista en el que el mandatario busca afianzarse en el poder asumiendo un tercer mandato. La cuestión es hasta dónde está dispuesto a llegar en su apoyo a Rusia para contrarrestar el poder de Estados Unidos. Una disyuntiva que refleja las contradicciones a las que se enfrenta China como actor clave en el orden mundial en juego frente al liderazgo estadounidense.