“Ha sido una sorpresa”, coinciden los expertos que siguen de cerca las operaciones militares del conflicto ucraniano. Solo en septiembre, las fuerzas de Kiev han recuperado unos 6.000 kilómetros cuadrados ocupados por los rusos -Cantabria, como referencia, tiene 5.300 kilómetros de extensión- según el presidente Zelenski; más territorio que todo el conquistado por las tropas de Moscú desde abril.
¿Cómo ha sido posible? ¿Qué supone para el futuro de la guerra? ¿Puede Rusia perder el conflicto?
El ejército ucraniano ha retomado al menos 20 poblaciones -algunas claves como Kupiansk e Izium- y ha penetrado hasta 70 kilómetros en territorio hasta ahora ocupado por Moscú en la región de Járkov, al noreste del país. “Se esperaba una ofensiva, pero no un avance tan grande”, dice Guillermo Pulido, experto en estudios estratégicos.
“Yo no vi venir la ofensiva de Járkov”, comenta en su podcast el analista militar norteamericano Michael Kofman. “Creía que era una operación para fijar las tropas rusas mientras se atacaba Jersón”.
“Ha sorprendido que hubiese tan pocos rusos defendiendo la zona”, añade Pulido. “Resulta extraño porque Kupiansk es un nudo de comunicaciones por donde entran los trenes desde Rusia. Era un objetivo primordial y estaba poco defendido”.
Nadie esperaba un avance tan profundo en Járkov porque todas las miradas se centraban en la ofensiva ucraniana en al sur, en Jersón. Hay quien apunta que Kiev habría lanzado allí una maniobra de distracción para atraer a las tropas rusas de la zona de Járkov y concentrar después el grueso de su ataque en esa región ahora desguarnecida. Kofman no lo cree: “El ataque de Jersón no es un fake, los ucranianos han gastado mucha munición, misiles HIMARS y han tenido un número importante de bajas. Son dos operaciones conjuntas y la Járkov, que no era una gran operación, ha aprovechado las condiciones favorables creadas por el envío de tropas rusas al sur en julio y agosto y ha tenido más éxito del que probablemente esperaban".
Pulido coincide: “La ofensiva de Járkov parece sobre todo un avance con unidades ligeras, no una poderosa fuerza blindada con vehículos de combate de infantería, tanques, helicópteros y eso también ha contribuido a la sorpresa”. Kofman apunta un dato relevante: las líneas de comunicación permiten a los ucranianos trasladar tropas de Jersón a Járkov en uno o dos días, los rusos tardan una semana o semana y media. “Incluso si vieron venir lo de Járkov, no les habría dado tiempo a reforzar ese frente”.
Kofman cree que sí, “que la guerra de aquí en adelante no seguirá siendo como ha sido desde marzo”. Hasta ahora, el liderazgo político ruso creía que al final ganarían la guerra simplemente por el peso de su mayor potencial militar e industrial. “Lo que acaba de ocurrir destruye esa ilusión. El Ejército ruso no solo no está ganando, sino que ha sufrido una fuerte derrota y puede perder. Eso no significa que vaya a hundirse. Pero un par de operaciones como ésta podrían hacer insostenible el esfuerzo militar ruso en Ucrania”.
La marea de la guerra beneficia ahora a Ucrania, según Pulido, pero "en Jersón y otras partes del país, donde los rusos tienen más fuerzas concentradas, los ucranianos avanzan poco y están pagando un alto precio en pérdidas materiales y humanas”. Además la exitosa ofensiva de Járkov tiene en su flanco izquierdo la frontera rusa y "si siguen avanzando mucho, sin guarecer su flanco norte, pueden sufrir una contraofensiva rusa desde la frontera. Ucrania seguirá haciendo esfuerzos ofensivos, pero no creo que vayan a expulsar ya a los rusos definitivamente".
Rusia sigue presentando la invasión de Ucrania como una “operación militar especial” y castiga con dureza a quien hable de guerra. No hay, por tanto, una movilización, ni general ni parcial, y los reclutas que hacen el servicio militar no van a combatir en Ucrania. Ahí está la clave para la mayoría de los analistas: a Rusia le faltan efectivos.
“El ejército ruso no tiene muchos más soldados que enviar a Ucrania. Sólo tiene 260.000 y la mitad son reclutas”. Las estimaciones cifran en unos 100.000 soldados los involucrados por Rusia en Ucrania y de esos puede haber perdido en torno a 70.000 entre heridos y muertos, según el Pentágono. Kofman no ve al Kremlin declarando oficialmente la guerra para justificar una movilización general, pero sí podría llevar a cabo una movilización parcial de reservistas sin declarar oficialmente el estado de guerra que, en cualquier caso, no estarían en condiciones operativas hasta 2023.
Al déficit de efectivos rusos se une otros dos factores fundamentales, la moral de combate de los ucranianos que defienden su territorio es superior a la de los rusos enviados allí y, por encima de todo, la ayuda militar occidental resulta imprescindible. De los 16.000 millones de euros prometidos en material, ya se ha entregado la mitad, según el Kiel Institute de Alemania.
Sistemas como el norteamericano HIMARS -lanzamisiles móviles con cohetes de precisión y un alcance de hasta 80 kilómetros- están teniendo un gran impacto en el frente de guerra. Desde junio se han enviado al menos 16. “Han supuesto un cambio fundamental, mucho mayor del esperado, tal y como ha reconocido el propio jefe del Estado Mayor de EE.UU.”, dice Guillermo Pulido. “Desde el primer día se hicieron notar con ataques a depósitos de municiones, detuvieron el avance ruso en el Donbás y dislocaron su modo de operar”.
Pulido también 'intuye' que los servicios occidentales han podido informar al Estado Mayor ucraniano de lo vacío que estaba el frente de Járkov y la oportunidad que se les presentaba para avanzar sin resistencia.
“No creo que el Ejército ruso en Ucrania esté en ese punto todavía. El riesgo de uso de armas nucleares no es alto, pero es inconfortablemente alto para lo que cabía esperar en esta guerra”, dice Kofman. “Muchas opciones no les quedan”, señala Pulido. “Pero el recurso a las armas nucleares no creo que sea tan inminente”. Ambos analistas creen que Rusia tratará de consolidar el territorio que aún controla y escalará sus ataques, como ya está haciendo, contra objetivos que hasta ahora había dejado al margen como la infraestructura eléctrica.