La preocupación y el orgullo de los cristianos del Líbano

  • Los libaneses de confesión cristiana no alcanzan ya el 35% de la población, que continúa menguando desde hace décadas en un país en que fueron mayoritarios

  • Con el mandato de Michel Aoun a punto de expirar, los cristianos maronitas se encuentran inmersos en la elección de un líder para los próximos comicios presidenciales. Desde 1943, la Presidencia de la República ha de ocuparla un miembro de esta minoría cristiana católica, al igual que la comandancia de las Fuerzas Armadas

No es el Líbano país para predicciones, pero el contexto no augura un futuro sencillo para los cristianos aquí. Divididos, a su vez, en varias confesiones, con los maronitas –la Iglesia siríaca maronita de Antioquía pertenece a la familia católica- y ortodoxos griegos a la cabeza, los cristianos representan hoy aproximadamente –el Líbano no hace un censo oficial desde 1932- entre un 30 y un 35% de la población de un país en que fueron mayoritarios. 

La tendencia demográfica –una menor tasa de natalidad respecto a las comunidades musulmanas y la continuada emigración a Europa y América- ha ido menguando irreversiblemente la primacía de los cristianos en esta pequeña franja de terreno de 10.400 kilómetros cuadrados surcada de valles y cordilleras y bañada por el Mediterráneo. Al mismo tiempo, la llegada en grandes números de refugiados palestinos y sirios ha ido incrementando el porcentaje de población musulmana, en este caso mayoritariamente sunita, en las últimas décadas.

Del proceso de independencia del poder francés, los cristianos siguen gozando de preeminencia en la gobernación de este Estado casi fallido que, si bien hoy sus distintas confesiones –cristianos, musulmanes chiitas, musulmanes sunitas- no guerrean entre sí, vive una crisis económica que amenaza con provocar un estallido social en los próximos meses.  Aunque se trata de un acuerdo no escrito, el Pacto Nacional de 1943, en vísperas de la independencia, estableció –hasta hoy- que el presidente de la República debe ser un cristiano maronita, al igual que el comandante de las Fuerzas Armadas.

A pesar de las tensiones, 32 años después de la conclusión de la guerra civil (1975-1990), los tres grandes grupos citados han decidido tratar de convivir. La preocupación ahora para todos es la supervivencia en una crisis económica y social, con una inflación desbocada y la moneda devaluada –ha perdido desde 2019 el 90% de su valor-, que es consecuencia de décadas de corrupción, tensiones regionales y desgobierno. En Irak, con apenas 250.000 miembros, las comunidades cristianas se aproximan lentamente a la irrelevancia. Con todo, los cristianos, en un permanente declive demográfico, no ocultan su preocupación ante las dificultades de vivir en una región cada vez más hostil a esta confesión. “Afirmar que los cristianos del Líbano podrían desaparecer en los próximos años –o en todo caso, dejar de contar del todo políticamente- como antes de ellos los judíos en la mayoría de países árabes, no es alarmismo. Se trata de una constatación”, afirma el experto en Relaciones Internacionales libanés Hicham Bou Nassif en una reciente tribuna en el francés Le Figaro.

Los azares no fueron tampoco benevolentes con los cristianos en la explosión del puerto de Beirut, ocurrida el 4 de agosto de 2020. El apocalíptico estallido se cebó especialmente con barrios cristianos, como fue el caso de Medawar, Gemmayzeh, Mar Mikahel o Karantina, situados al este de la línea verde que separó el oeste musulmán del este cristiano en la capital libanesa durante la guerra civil (y aunque hoy no haya una divisoria física, la separación entre las dos mitades de Beirut sigue siendo una realidad en el día a día).

Cuando han pasado más de dos años desde la explosión, los 224 muertos y más de 7.000 heridos los libaneses siguen observando con desesperanza e indignación cómo la justicia libanesa no ha determinado aún quiénes fueron los responsables últimos de la negligencia. Para una parte importante de la opinión pública libanesa hay pocas dudas de que Hizbulá, el partido-milicia chiita apoyado por Irán, bloquea la investigación ante la acusación de que el silo que estalló en el verano de 2020 contenía explosivos procedentes del régimen sirio de Bachar el Assad.

De Achrafieh a la Kadisha

Lejos de la realidad europea y occidental, el cristianismo libanés se manifiesta con una claridad y orgullo casi desafiantes. Las tallas, de pequeño o gran tamaño, de Cristos y Vírgenes se exhiben en cualquier esquina en los barrios de mayoría cristiana del este de la ciudad. Lo hacen a menudo en hornacinas a la entrada de modernos bloques de viviendas o en plena vía pública, en aceras o jardines. Las iglesias, los conventos, ya sean católicos maronitas o romanos u ortodoxos, se suceden entre rutilantes torres de cristal y solares en ruinas. En la cartelería se combinan el árabe y el francés, lengua esta última casi extinguida entre los sectores musulmanes pero que los cristianos siguen haciendo suya como seña de identidad.

En los comercios del barrio cristiano de Achrafieh, uno de los escenarios de los peores enfrentamientos en la guerra civil, ya se trate de una pequeña tienda o un supermercado, las cajas registradoras se adornan con estampas de santos locales e iconos de la Virgen y Jesús. Incluso en los supermercados de lujo pueden verse en los anaqueles cirios con iconografía cristiana en los anaqueles más cercanos a la caja. Si el islam es iconoclasta, los cristianos presumen y practican la iconomanía.

Los poco más de diez mil kilómetros cuadrados del Líbano parecen dilatarse para acoger tanta diversidad –hasta 18 grupos confesionales reconocidos- étnica y religiosa. Los cristianos están en todas partes, incluidos en feudos chiitas como la ciudad de Tiro, la vieja urbe fenicia que vive hoy en la tensión permanente de estar en manos de Hizbulá y la cercanía con Israel. Allí, junto a su puerto, se erige su barrio cristiano, como un pequeño refugio de libertad entre las banderolas negras de los chiitas y sus retratos de Hassan Nasrallah y los ayatolás iraníes. Nuestro taxista, católico maronita, ex combatiente en la guerra civil, nos advierte: “Nosotros amamos la vida, ellos aman matar”.

Donde los cristianos son mayoría y orgullosa es en el agreste y profundo valle de la Kadisha -a apenas cien kilómetros de distancia al norte de Beirut- refugio tradicional de los cristianos maronitas del Líbano. Y en el centro del conocido como valle santo, Bisharri, bella localidad –patria chica del escritor Gibran Jalil Gibran- con aire de municipio alpino de perfil plagado de campanarios y cruces y tejados rojizos. No en vano, Bisharri se define orgullosa como “la ciudad de las iglesias”, y contabiliza hasta 37 para una población de algo más de 20.000 personas.

En las alturas de esta cordillera, crecen los últimos cedros de Dios de la Biblia. Por encima de este pequeño bosque sobreviviente en medio de laderas escarpadas y peladas, se alza majestuoso el Qurnat as Sawdā que, con sus 3.098 metros de altura, es el techo del Líbano y del Levante entero. Una solitaria hornacina dedicada a la Virgen María desafía al futuro entre manchones de nieve, puestos militares abandonados y rebaños de cabras negras. En cada recodo de la carretera una hornacina con la Virgen o Cristo, un cruz venerada, un retrato de algún líder político cristiano, el rostro sereno de San Chárbel Makhlouf –el santo de todos en el Líbano-, quien, no en vano, nació en el valle, en Bka Kafra, en 1828.

La batalla por el liderazgo político cristiano

A falta de poco más de dos meses para que oficialmente concluya el mandato de seis años del presidente Michel Aoun –el general cumplirá el próximo mes 89 años- y a falta de concretar fecha para las elecciones –que deberán celebrarse en un margen de dos meses a partir del 31 de octubre-, los cristianos se encuentran en plena batalla por el liderazgo político.

Uno de los favoritos es el veterano líder de las Fuerzas Libanesas –milicia convertida en partido en 2005- Samir Geagea, contrario a colaborar en modo alguno con Hizbulá y sus vínculos con Arabia Saudí. Por el contrario, el aún presidente Aoun, perteneciente al Movimiento Patriótico Libre, es aliado político de la milicia chiita. Su yerno y líder del Movimiento –principal formación cristiana-, Gebran Bassil, es el otro candidato con más posibilidades.

Como muestra de la tensión existente entre algunos colectivos cristianos y musulmanes, hace menos de un año Beirut registró enfrentamientos violentos entre grupos cristianos y chiitas a propósito del proceso judicial en torno a la tragedia del puerto. Hombres armados pertenecientes a las Fuerzas Libanesas abrieron fuego contra una manifestación de partidarios de Hizbulá, dejando un balance de siete muertos, todos del mismo lado según el Gobierno libanés.

Futuro oscuro para los cristianos en la región

Víctimas de las persecuciones de organizaciones suníes radicales, como el Daesh o Al Qaeda entre otras, y de políticas discriminatorias, los cristianos seguirán menguando en el conjunto de la región en los próximos años. En Egipto, donde los coptos representan un 10% de la población –en torno a diez millones de personas-, los cristianos han sentido en sus carnes los zarpazos del terrorismo.

En Siria, como en Irak, la situación es especialmente dramática. En el primero, la guerra civil y las persecuciones de organizaciones yihadistas suníes como Al Qaeda o el Estado Islámico han menguado las ya exiguas comunidades cristianas sirias, que se sitúan en torno al 10% de la población (aunque ciertos estudios rebajan considerablemente el porcentaje). Con todo, a día de hoy, porque todo es provisional aquí, el Líbano, el país de los bíblicos cedros de Dios, seguirá siendo el principal bastión, aunque cada vez más frágil y disminuido, de la fe cristiana en un Oriente Medio donde nada es predecible ni apacible.