El Parlamento australiano en su primera reunión tras las elecciones de mayo tenía sobre la mesa varios temas sin resolver, sobre todo económicos, pero hubo uno que se quedó en el tintero muy a pesar de los deseos del millar de manifestantes y activistas que se reunieron frente a la sede legislativa: cómo evitar la extradición de Julian Assange a Estados Unidos y cómo trabajar para que regrese a su tierra natal, Australia. El periodista está acusado de conspirar para hackear bases de datos militares estadounidenses y obtener información clasificada que publicó en Wikileaks en 2010.
Adriana Navarro es íntima amiga de la familia del editor encarcelado en Reino Unido, es natural de Chile y, a escasos metros del edificio parlamentario, dio detalles a NIUS sobre cómo se encuentra Assange después de que en junio se ratificara su extradición a EE.UU..
“Estamos muy preocupados por la salud mental y física de Julian. Inmediatamente después de que se ordenó la extradición, a él lo pusieron en una celda solo, sin nada, para evitar que cometiera suicidio”, confiesa esta abogada residente en Nueva Gales del Sur. “Julian ha prometido que si se le extradita, no va a poder seguir vivo en EE.UU. en las condiciones que se esperan allí. Es un infierno en vida y no va a poder sostener esa situación. Tiene problemas físicos, ha perdido mucho peso, tiene problemas respiratorios, tiene problemas mentales, una serie de cosas que requieren atención psicológica de manera continua”, agrega.
Es precisamente su estado mental uno de los factores que más preocupan a los familiares y amigos de Assange; también uno de los mayores retos a los que se enfrenta desde su celda de la prisión de alta seguridad de Belmarsh ya que apenas está recibiendo atención psicológica por cuestiones de privacidad. “Es muy poca la que puede tener y además tiene que ser confidencial y con sus propios médicos. Además, estamos hablando de temas muy privados, no es posible que todo lo que sucede con Julian sea de conocimiento público y menos aún con las autoridades carcelarias. Ese material sería entregado a EE.UU. de inmediato”, reconoce Navarro.
John y Gabriel Shipton, padre y medio hermano de Assange, se encuentran en Londres junto a Stella, su mujer. Pueden verlo en prisión y hablar con él por teléfono una vez al día. “John me dice que cada vez que Julian quiere conversar con él, quiere conversar de las cosas diarias, de cómo está la gente, de cómo está el tiempo, de qué ha ocurrido. A él le interesa mucho lo que sucede con la comunidad en general”, agrega. Todos están trabajando en el proceso para presentar las apelaciones en la Corte Suprema del Reino Unido con el fin de que se reconsidere la extradición a EE.UU. Según Navarro, hay cierto optimismo entre los familiares del periodista australiano. “Tenemos esperanzas, hay casos en los que el Gobierno australiano ha intervenido anteriormente en relación con presos que están en Irán en China en Turquía, entonces por qué no hacerlo también con Julian, eso es lo que le pedimos a nuestro Gobierno, que intervengan”, sostiene Navarro.
Familiares, amigos y simpatizantes no están solos en la causa por liberar a Assange, varios políticos también están abogando por su libertad y algunos abandonaron la sesión parlamentaria del jueves para unirse a los manifestantes. El congresista independiente, Andrew Wilke, es quizás una de las figuras más relevantes del mundo de la política que han roto una lanza a favor de Assange. Antes de parlamentario formó parte del Ejército australiano y ha sido uno de los mayores defensores de la transparencia ante el anterior Gobierno y el actual, el liderado por el primer ministro, Anthony Albanese. “No puedo imaginarme cuál es su estado ahora”, afirmó a la audiencia, “especialmente ante la urgencia de tener que abandonar Belmarsh lo antes que humanamente sea posible. Insto otra vez más al Gobierno de Australia a que intervenga de manera urgente y arregle esto. Tengo mucho respeto hacia Albanese y a lo que dijo sobre que esto no debería ser arreglado a través de un megáfono, pero francamente, le hemos dado a este Gobierno tiempo suficiente y no parece que haya ningún progreso para sacarlo. Sé que Albanese tiene sentimientos encontrados en cuanto a la liberación de Julian dentro del partido laborista. Pero le pido desde aquí que interceda por este periodista ganador de premios que publicó evidencias claras de los crímenes de guerra estadounidenses. Debemos mantener la presión, si lo hacemos, estoy convencido de que lograremos justicia para Julian. Es un héroe, no un villano”.
Albanese ha suavizado el tono. El año pasado afirmó que “ya es suficiente” al referirse a la situación de Assange y ahora, como primer ministro, ha explicado que intervendrá “adecuadamente” por la vía diplomática. En otras palabras, por el momento no hay indicios de que vaya a usar su amistad con el presidente estadounidense, Joe Biden, para interceder por Assange. Son muchas las voces parlamentarias que le piden más y algunas le recuerdan un precedente que abre las puertas a una intervención más sólida. “Soy optimista porque en Australia logramos liberar a David Hicks de Guantánamo”, afirma a NIUS el senador, Peter Wish-Wilson. “Sus padres, al igual que los de Julian, realizaron una campaña para su liberación y todo el mundo pensó que era imposible en el medio de la llamada ‘guerra contra el terror’. Gracias a las campañas comunitarias pudimos traerlo de vuelta a Australia. Fue una campaña muy amplia y si lo conseguimos con él, también lo conseguiremos con Julian”, sentenció.
Después de la confirmación de la extradición de Assange por parte de la Corte Suprema de Reino Unido y tras la ratificación de la ministra de Interior británica, Priti Patel, a Assange le quedan pocas opciones de evitar su traslado a EE.UU.
Una es que se acepten sus apelaciones, previstas para entregar a comienzos de agosto, y la otra es que Australia mueva los hilos para que la extradición sea a su tierra natal. A pesar de las dificultades y de más de una década tratando de evitar ser jugado en EE.UU., Assange no se arrepiente de haber publicado documentos clasificados en los que mostró evidencias de, entre otras cosas, crímenes de guerra estadounidenses. “Arrepentimiento como tal no hay”, sostiene Navarro. “Julian es una de las personas más valientes que yo conozco, aunque naturalmente este castigo permanente, esta venganza de EEUU lo está mermando física y mentalmente. Es un periodista, el editor de un medio de comunicación, no es un criminal, los criminales son los que cometen los crímenes de guerra”, sentencia.