El Pacífico Sur clama contra el cambio climático
La mayoría de las islas de Melanesia, Micronesia y Polinesia se erigen como pioneras para acelerar políticas globales de reducción de emisiones de CO2
Han atraído a Australia y Nueva Zelanda para declarar la emergencia climática y responsabilizar a los mayores contaminantes ante La Haya
La urgencia climática se ha convertido en la moneda de cambio de las naciones insulares en la carrera diplomática de China y EE.UU.
La lista de calamidades climáticas se alarga en este año aciago. Entre junio y julio, la mayoría de los países de Europa, China, Estados Unidos o Australia se han enfrentado a las inclemencias del tiempo con olas de calor extremas y graves inundaciones que cada vez son más frecuentes. Los fallecimientos más recientes superan las cuatro cifras y se están registrando millones de desplazados mientras el debate sobre el cambio climático se aviva: ¿Están los gobiernos esforzándose lo suficiente para eliminar las emisiones de CO2 a medio plazo? En un remoto rincón del mundo que está muy acostumbrado a que las inclemencias sean cada vez más frecuentes tienen clara la respuesta.
Las islas del Pacífico Sur (Melanesia, Micronesia y Polinesia) se han propuesto liderar la causa para paliar los efectos del cambio climático y su estrategia se sostiene sobre dos pilares fundamentales: han declarado la “emergencia climática” y han formado un frente común para que los contaminadores rindan cuentas ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ). La semana pasada finalizó el Foro de las Islas del Pacífico (FIP), una organización internacional cuyo objetivo es estimular el crecimiento económico y mejorar la gobernanza política y la seguridad de la región. Sobre la mesa hubo muchos puntos y a ninguno se le dio tanta importancia como a los efectos del cambio climático en sus países. En las conclusiones de su comunicado final, las 14 pequeñas naciones insulares, Australia y Nueva Zelanda declararon la emergencia climática y dejaron claro que la humanidad está en riesgo.
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¿De qué sirve declarar la emergencia climática?
El que 16 países del Pacífico Sur hayan declarado la emergencia climática significa que que científicos y gobernantes han determinado que la humanidad está en peligro debido a los efectos del cambio climático. Una vez esto sucede, la puertas para llevar a cabo políticas que sirvan para mitigar el impacto del calentamiento global se abren de par en par. Éste se convierte en una prioridad y, teóricamente, es más fácil llevar a cabo medidas sólidas que vayan más allá de las palabras. Su intención es influir en las naciones más desarrolladas para que aprieten el acelerador antes de que sea demasiado tarde.
“Los países insulares del Pacífico están en primera línea de esta emergencia climática y también están asumiendo un papel de liderazgo en la adopción de medidas climáticas, como demuestra la declaración”, aseguró Mark Drew, director de la división en el Pacífico del Foro Mundial para la Naturaleza. “Lo que el Pacífico necesita ahora es que las naciones desarrolladas, y especialmente las que son emisoras primarias, den un paso adelante y cumplan sus compromisos globales y sean parte de la solución para abordar esta crisis climática. Eso incluye ayudar a reducir sus emisiones con compromiso y perseverancia”, apuntó.
El comunicado de la cumbre expresó el consenso de todos los miembros del FIP y su mensaje fue directo al grano: “declaramos una emergencia climática que amenaza los medios de vida, la seguridad y el bienestar de sus habitantes y ecosistemas, respaldada por los últimos datos científicos y las realidades vividas diariamente en las comunidades del Pacífico”.
La subida de los niveles del mar son una de sus mayores preocupaciones ya que esto provoca que aumente la frecuencia de inundaciones por fuertes mareas. Además, cada ve se producen más lluvias intensas relacionadas con el calentamiento del océano. Su de por sí escasa producción agrícola se ve afectada por la salinización de la tierra y del agua dulce. A esto se le suman los efectos de las olas de calor marinas, el aumento de las temperaturas en la superficie del mar y la acidificación. Los arrecifes están desapareciendo y los ecosistemas marinos se están desequilibrando. La diversidad y la abundancia que garantiza la seguridad alimentaria en la región están bajo la amenaza del calentamiento global. Pequeñas islas inhabitadas han quedado sumergidas en los últimos años y hay predicciones que apuntan que los atolones de Kiribati y Tuvalu podrían desaparecer en medio siglo. El Programa de Desarrollo de Naciones Unidas ha clasificado a Tuvalu como “extremadamente vulnerable” ante los efectos del cambio climático y el consenso es total a la hora de colocar a ésta y a otras naciones insulares de la región entre los lugares del mundo más desamparados ante la subida de los niveles del mar. Es tal la desesperación, que los máximos mandatarios de estas naciones han intentado casi todo para llamar la atención de los líderes de los países más desarrollados. Una de las acciones más llamativas fue el discurso que el ministro de Asuntos Exteriores de Tuvalu, Simon Kofe, dio durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 2021 (COP26). El político se dirigió al resto del mundo con el agua hasta las rodillas para ejemplificar el peligro que corren las islas del Pacífico Sur.
Consenso para buscar responsables por la vía legal
Frente a éste y a otros intentos, la respuesta de los países más influyentes del mundo ante la desesperación de las islas del Pacífico Sur no ha sido la esperada. Mientras las negociaciones internacionales se llevan a cabo con lentitud, el uso continuado de combustibles fósiles está lejos de reducirse. Ante la imposibilidad de sacar adelante medidas drásticas, Vanuatu lleva un año buscando una coalición para conseguir que el CIJ emita una declaración legal o una opinión consultiva, sobre el cambio climático. Sus esfuerzos y pretensiones han sido sido respaldados en el FIP por la mayoría de los integrantes de la cumbre, incluidas Australia y Nueva Zelanda.
La petición para que el CIJ actúe está más cerca de cumplirse y depende de los votos de Asamblea General de Naciones Unidas (deben conseguir 97 votos de 193 miembros). Aunque la decisión del Tribunal no es vinculante, sí contribuiría a obligar a los países a proteger los derechos humanos (a la vida y a la alimentación), los cuales están cada vez más amenazados por el calentamiento global. Esto significaría que la iniciativa de una pequeña nación formada por 80 islas que se extienden a lo largo de 1.300 kilómetros y que tiene una población de alrededor de 300 mil personas podría influir en cómo abordar la cuestión climática a nivel global. Esta iniciativa nació en 2019 y fue ideada por un grupo de estudiantes de la Universidad del Pacífico Sur en Vanuatu. Dos años más tarde, su primer ministro, Bob Loughman, anunció que le daría prioridad, no en vano, su país fue catalogado en el Informe de Riesgos Mundiales de 2021 como el más expuesto del mundo a las consecuencias del cambio climático.
La acción climática como moneda de cambio en el tablero geopolítico
Las esperanzas para que las islas del Pacífico Sur sean escuchadas más allá de los límites de su región van en aumento. No sólo están haciendo mucho ruido a través de la declaración de la emergencia climática y a la hora de buscar responsabilidades ante La Haya -cuando Europa está experimentando en su propia piel algunas de las consecuencias del cambio climático-, además, las naciones isleñas se han convertido en el epicentro de la tensión geopolítica entre China, Estados Unidos y sus aliados. La acción climática es una moneda de cambio necesaria para que las potencias logren el ansiado apoyo de estos países insulares, intrascendentes desde la Guerra Fría. La situación es distinta en la actualidad. El acuerdo de seguridad firmado entre China y las Islas Salomón que podría facilitar la presencia militar del Ejército de Liberación en la región (a 2.000 kilómetros de la costa australiana) ha hecho saltar todas las alarmas en Canberra y Washington. Los esfuerzos diplomáticos se han multiplicado desde entonces para seducir a estos países clave para la estrategia de dos bloques antagónicos. Tras su victoria en las elecciones de mayo, el nuevo Ejecutivo del primer ministro australiano, Anthony Albanese, le ha dado prioridad a tratar de restablecer una confianza mermada por el Gobierno anterior. El que Australia y Nueva Zelanda estén formando parte de la estrategia de las islas del Pacífico Sur concretada en el FIP es una victoria no sólo para las islas en su deseo por avanzar en la acción climática respaldadas por dos naciones con mayor influencia, sino a nivel geopolítico para EE.UU. y sus aliados: sólo lograrán la confianza de las islas si prestan atención a su mayor preocupación.
La cumbre ha evidenciado cuán ardua es la carrera diplomática. Funcionarios chinos presionaron para reunirse con las naciones insulares el día en que sus líderes tenían previsto debatir. Los esfuerzos de China no llegaron a buen puerto y EE.UU. tomó ventaja. La vicepresidenta, Kamila Harris, se dirigió a los máximos mandatarios de la cumbre durante el foro a través de una videoconferencia en la que confirmó que su país aumentará las ayudas y reforzará su presencia diplomática con la apertura de sendas embajadas en Kiribati y Tonga. Durante la comparecencia de Harris dos agentes diplomáticos chinos que lograron acceder y tomaban notas fueron expulsados de la zona de prensa.
Si algo ha quedado claro durante el último mes es que los extremos climáticos están cada vez mas definidos y que resultará imposible separar la lucha contra el calentamiento global de los intereses estratégicos en el orden mundial actual. La supervivencia de las islas del Pacífico Sur depende de ello.