La guerra en Ucrania continúa, 124 días después. Las fuerzas de Vladímir Putin siguen intensificando sus ataques, y mientras ayer un nuevo misil impactaba contra un edificio de apartamentos en el centro de Kiev, hoy las autoridades ucranianas llaman a la “urgente” evacuación de Lisichansk.
La ciudad, ubicada al este de Ucrania, es el último bastión de la región de Lugansk, donde las tropas del Kremlin han llevado a cabo un ataque “masivo” empleando maquinaria de alta precisión para diezmar a la resistencia ucraniana. Rusia, que insiste en sus ataques en el Donbás, persigue el objetivo de “bloquear la ciudad”, como afirmaba el Estado Mayor General de la Fuerzas Armada de Ucrania, y está cerca de lograrlo.
Mientras, las milicias de la autoproclamada república de Lugansk han comunicado este lunes que se han hecho con el control los alrededores de la planta química de Azot, en la ciudad de Severodonetsk, otro de los últimos bastiones de la resistencia ucraniana en la región.
Con todo, la guerra no está resultando tal y como Vladímir Putin y los suyos lo esperaban. Ni está siendo rápida ni está siendo fácil de costear. Al contrario, Rusia ha tenido que salir al paso de las informaciones que apuntaban hoy a que el país ha entrado en suspensión de pagos por primera vez desde 1918 por no pagar su deuda externa.
Mientras, Volodímir Zelenski sigue reclamando a la Unión Europea y EEUU más armamento para contestar a la invasión rusa, y la resistencia ucraniana, pese a llevar más de 100 días combatiendo, permanece luchando férreamente por defender su territorio. Por tierra, y también por aire, los soldados de Zelenski siguen contraatacando, como se aprecia en el vídeo con el que inicia esta noticia, en el que un dron es dirigido para reventar una hilera de minas antitanques.