Los juegos de poder de la política italiana están acostumbrados a llegar al límite. La jornada del martes en el país transalpino demuestra que en la vida de una legislatura, o un Gobierno técnico como este caso, pueden ocurrir cien cosas y las contrarias. En el día en el que Mario Draghi tenía que enfrentarse al Senado con un texto unitario sobre el tercer envío de armas a Ucraina, el M5S estalló por los aires con un rictus y un tempo implacable. En las palabras del primer ministro se evidenciaba un consenso al que habían llegado todos los partidos que forman parte de su coalición -todos menos ‘Hermanos de Italia’ de Giorgia Meloni-. En vista de la cita que tiene el primer ministro Draghi en Bruselas el jueves, hubo una gran presión que duró horas y horas pero se consiguió llegar a un texto que parecía contentar a todos: se producirán más informaciones parlamentarias sobre la guerra, pero el poder seguirá teniéndolo el ex presidente del BCE y se seguirán, así, enviando armas para ayudar a Kiev. Pero que se hubiese llegado a un acuerdo, como casi siempre ocurre en Italia, no quería decir que las consecuencias no fuesen equiparables a un huracán. Mientras Draghi comparecía en el Senado después de comer, lo más interesante estaba ocurriendo fuera donde se consumaba una definitiva escisión del M5S y donde el actual Ministro de Exteriores Di Maio hacía la lista de los que lo seguirían.
Pasadas las nueve de la noche compareció en un hotel del centro de Roma donde, entre periodistas, se encontraban la mayoría de los más de sesenta parlamentarios que lo seguirán en nuevo proyecto político. En sus palabras exponía cómo la deriva del M5S, partido que él mismo fundó y llevó a convertirse en la formación más votada de Italia en 2018, había tocado fondo. La poca seriedad, decía, en su postura sobre la guerra, laxa para Di Maio y que consideraba inaceptable por poner en duda la alineación con EE.UU y la UE para apoyar a Ucrania, era la punta del iceberg de una caída en picado de la que él ya no quería formar parte. “No nos podemos permitir más ambigüedad en decidir si estar de parte de quién defiende la democracia o de quién ha provocado una guerra y nos amenaza con el suministro de gas”, decía. “He reflexionado mucho sobre el devenir del M5S. No hemos conseguido madurar y estamos estancados en un modelo viejo que no nos permite avanzar”, continuaba Di Maio para terminar anunciando que dejaba el partido. “Yo y algunos otros compañeros dejamos esta fuerza política que desde mañana no será ya el primer partido en el Parlamento italiano”, sentenciaba. Exponía así el efecto que los más de sesenta parlamentarios, muchos de ellos pesos pesados del partido, creaban con su salida. Un M5S más delgado que nunca, ahora la Liga de Salvini será el grupo más numeroso del Parlamento, y que tendrá que replantearse su futuro antes o después.
“Sostener una vía atlantista es la única opción de salida en este momento”, continuaba Di Maio y exponía así las líneas del proyecto político que plantea tras su escisión. Europeísta y “práctico” en un momento político que requiere tanta claridad, añadía. Lo que el actual Ministro de Exteriores defenderá en su nuevo partido -de nombre se baraja ‘Juntos por el futuro’- es todo lo que siempre negó cuando tuvo la fuerza para pasar, jovencísimo, antes de llegar a los treinta, de ser un desconocido, un ciudadano normal, a fundar un partido hasta llevarlo a ser el más votado en las elecciones de 2018. No es poca cosa. A eso se le suma el haber convertido, con tanta rapidez, la política de las instituciones su hábitat natural. La guerra ha hecho que desde su ministerio se convirtiese en el fiel compañero de batalla del primer ministro Draghi y su rol es ahora, a años luz del líder político que fue, el de un hombre de Gobierno. Así lo intentó remarcar de principio a fin en su discurso y, para muchos expertos, la idea de buscar un futuro fuera de un M5S es la más astuta que podía tomar. La deriva del partido, que se arrastra a duras penas tras varios batacazos en administrativas y encuestas desde hace meses, no lo beneficiaba. Ni era querido dentro ni él quería estar más en la familia de los Cinco Estrellas. Que se habría ido era claro, que conseguiría llevar consigo tantos parlamentarios, pesos pesados de la historia del partido, fue la noticia de la noche.
Giuseppe Conte tuvo que ceder en los acuerdos para dar vía libre al texto sobre el envío de armas que hoy Draghi defiende, en su etapa final, ante el Congreso de Diputados. Pero la escisión que se cocinó durante la jornada de ayer, crónica de una muerte anunciada desde hacía semanas e incluso meses, pone en duda su papel en el seno del Gobierno. Las divergencias superan la situación y ahora la gran pregunta es el camino, claramente separado, que tomarán los dos líderes políticos. Hay quien cree ya, como Matteo Salvini, que una polémica y rotura de tal calibre deslegitimizan a Luigi Di Maio para seguir como Ministro de Exteriores. Otros creen que las contradicciones a las que Giuseppe Conte hace frente desde hace demasiado tiempo no pueden sostener ni un minuto más su participación en el Gobierno de consenso que lidera Draghi. Las arenas movedizas de la política italiana no dejan a nadie indemne.