Alan Hall, un hombre de Nueva Zelanda, pasó 19 años en la cárcel por un asesinato que no cometió. El Tribunal Supremo del país oceánico anuló su condena la semana pasada porque "había un error judicial sustancial" y quedó en libertad. Después de más de tres décadas, la lucha de sus padres y de su hermano Geoff ha dado resultados, siempre confiaron en su inocencia. No obstante, todo este proceso ha supuesto un gran coste emocional y todavía les quedan batallas pendientes, como resolver el caso por el que fue sentenciado y la posible compensación por el histórico error.
El día que Alan fue condenado por asesinar a un hombre en una casa de Auckland, su familia se subió al coche y se alejó de la Corte en completo silencio. "Fue traumático. Fue como un shock, todo se vuelve borroso a tu alrededor”, señala Geoff Hall en declaraciones a 'The Guardian'. El hermano menor de los Hall no da crédito a todo lo vivido y considera que ha luchado durante 36 años contra uno de los peores errores judiciales en la historia del país.
Allan cumplió por su condena casi nueve años en prisión y fue puesto en libertad condicional a mediados de la década de 1990. Incumplió las condiciones impuestas por el juez en 2012 y fue enviado nuevamente a prisión por otros 10 años, hasta su liberación definitiva en marzo de 2022. El Tribunal Supremo neozelandés precisó la semana pasada que sobre esta decisión no cabe recurso.
La presidenta del Tribunal Supremo, Helen Winkelmann, señaló que la desviación en la investigación de este caso -bajo los estándares establecidos- debe "ser el resultado de una incompetencia extrema o de una estrategia deliberada e injusta para asegurar la condena". Al conocer el veredicto, a diferencia de la primera vez, la familia Hall saltó de emoción, aplaudieron y se abrazaron. "Era muy importante que toda la familia estuviera allí”, explica el hermano de Allan, que asegura que este "consiguió su libertad y se fue". Lo celebró con una copa de vino, la segunda en 12 años, y tomó su segundo vuelo en avión en dos décadas.
La pesadilla de Alan comenzó en 1986. Tenía 23 años y fue detenido por supuestamente apuñalar mortalmente a Arthur Easton, de 52 años, en su domicilio de Papakura, en el área de Auckland. Los investigadores ofrecieron unos detalles que no convencieron a la familia Hall. Geoff asegura que su hermano era una persona que quería hacer la vida más fácil a los demás, no conocía a alguien violento como apuntaban.
Fue por este sentimiento por el que comenzaron su lucha. La batalla judicial para limpiar el nombre de los Hall ha tenido un gran coste emocional, psicológico y económico para la familia. La madre de Alan, Shirley, pasó el resto de su vida defendiendo la inocencia de su hijo y vendió la casa familiar en Auckland para pagar a los investigadores. Murió en 2012, con el dolor de no verle en libertad.
Una evidencia clave en el caso no se reveló en el juicio original y las tácticas de entrevista policial utilizadas en Hall, a quien luego se le diagnosticó un trastorno del espectro autista, se consideraron opresivas, injustas y se llevaron a cabo sin la presencia de un abogado. La noche del asesinato, y en entrevistas posteriores, un testigo clave le dijo a la policía que el hombre que vio salir corriendo de la propiedad era "definitivamente de piel oscura, no era blanco", en referencia a un ciudadano maorí.
El testigo clave, según los informes, mantuvo su observación durante las investigaciones. Esta descripción fue compartida por otros testigos que también describieron al culpable como un hombre grande y diestro, a diferencia de Hall, que es zurdo y de complexión delgada. Sin embargo, según las propias presentaciones del tribunal, la referencia de la descripción del testigo clave se eliminó de su declaración testimonial, sin su conocimiento. Un fallo grotesco.
La lucha por revelar la verdad ha terminado, pero para los Halls comienza una nueva batalla: quieren que se determine por qué sucedió esto y quién cometió aquel asesinato. Las autoridades han solicitado una investigación sobre qué papel desempeñó el tribunal. Se trata de la primera vez en la historia de Nueva Zelanda en la que la ley de la corona se vuelve a los investigadores en contra de sí misma. Alan ahora se prepara para solicitar una compensación. En caso de que tenga éxito, podría superar a la de otros casos "por un margen muy amplio", dijo el abogado de Hall, Nick Chisnall. Sería millonaria.
Alan no quiere una disculpa, según explica Geoff: "Lo que significaría algo para él es reabrir la investigación del asesinato e investigar a los oficiales que hicieron esto". Su familia ha sufrido mucho porque no han visto que se haga justicia. "Todos ellos también son víctimas de esto y, desafortunadamente, tuvieron que sufrir mientras estábamos en nuestro proceso de lucha, porque creían en el sistema de justicia, creían en la policía y luego tuvieron que descubrir que esa creencia estaba mal".