Hermoso de Mendoza corta una oreja y su caballo Silveti resulta herido

AGENCIA EFE 31/01/2011 01:50

FICHA DEL FESTEJO.- Seis toros de Achury Viejo, dos de ellos para rejones. Desiguales de presentación y faltos de casta en general. El quinto impresentable para la plaza. Todos fueron pitados en el arrastre.

Pepe Manrique: pinchazo y estocada baja (Silencio); estocada atravesada, pinchazo, estocada atravesada y descabello (1 aviso)

Miguel Ángel Perera: pinchazo y estocada caída (pitos); estocada en lo alto (saludo tras petición)

Pablo Hermoso de Mendoza: dos rejones de muerte (palmas); rejón efectivo (1 oreja)

La plaza registró un lleno de "no hay billetes".

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LA CASTA, LA GRAN AUSENTE

Todo parecía listo para una tarde memorable. El ambiente en la plaza, precedido de otro lleno espectacular, motivado por la despedida de Pablo Hermoso de Mendoza, así lo preveía.

Pero salieron, uno a uno, los toros de Achury Viejo y la ilusión se convirtió en desesperación. El encierro, que tuvo en segundo y cuarto a dos toros de gran trapío, no tuvo casta.

Ni siquiera Pablo Hermoso de Mendoza pudo reeditar lo conseguido ocho días atrás. Sin embargo fue el gran triunfador, al cortar una oreja del que cerró plaza.

Fue quizás el mejor momento de la tarde, con un toro que se emplazó en los medios pero que regaló pocas embestidas. Hermoso de Mendoza tuvo que pisar terrenos comprometidos, para conseguir lo que nunca llegó, que su oponente se moviera. Hubo entrega, a tal punto que su caballo Silveti pasó la línea del riesgo y se llevó un puntazo que le abrió la piel.

Fueron luego Chenel y Pata Negra los encargados de sacar la casta. Con estos caballos Pablo Hermoso siguió por la línea del riesgo y elevó las pasiones en una arriesgada pirueta con la que Pata Negra se despidió. La oreja fue un justo premio, pero supuso un detalle del público que quiso homenajear, y cursarle una nueva embestida, a quien en menos de una semana se hizo ídolo de la capital.

El tercero de la tarde se aferró al piso como si fuera de piedra.

Pepe Manrique tuvo un lote infame. Su primero sólo se movió en los dos primeros tercios y no tenía la casta suficiente para seguir la invitación del bogotano, que terminó muy cerca de los pitones e intentando sacar agua de un pozo que hacía mucho tiempo se había quedado seco.

El cuarto de la tarde sacó de quicio a la afición. Parecía un marmolillo y ni siquiera hacía caso de los cites del capote. El público enfadado pedía su regreso a los chiqueros. El palco no atendió la bronca y quiso congraciarse al condenar al toro a banderillas negras. Manrique lo engañó en una serie en la que toro sacó una rabieta, pero nunca más volvió a embestir.

Miguel Ángel Perera tuvo que vérselas con el muy serio que hizo tercero. También embistió con esperanza en el primer tercio, y luego, su movilidad se convirtió en peligro. Perera se encaró con un sector del público que le increpaba y fue pronto a por la espada. El gesto motivó que muchos lo pitaran.

El quinto, un toro impresentable para la plaza, y cuyos pitones no disfrazaban la falta de trapío también se movió poco. Sus embestidas eran aburridas y Perera estuvo mucho más esforzado, pero su series no alcanzaron a consolidarse porque el de Achury se desfondaba cada vez más. La estocada en lo alto fue lo mejor de su actuación y parte del público reclamó el premio, pero todo se redujo a un saludo que el torero recibió a pocos pasos del burladero.