Lidia, superviviente del accidente de Angrois: “El 24 de julio, como cada año, soplaré una vela a las 20.41”
Lidia Sanmartín era una de las 224 personas que viajaban en el tren que descarriló en Santiago de Compostela el 24 de julio de 2013
Ocho años después del accidente sufre fobias y secuelas físicas irreparables, pero se siente afortunada por poder seguir viva
La dilatación del proceso, con el juicio aún por celebrarse, ha generado mucho dolor en las víctimas: “No hemos podido cerrar esa herida”
El 24 de julio de 2013, Lidia Sanmartín se subió a un tren en Madrid con destino a Ferrol. Iba a pasar las fiestas del Apóstol a casa de sus padres. Pero el viaje se interrumpió en el barrio de Angrois, a las 20.41 horas de la tarde, a escasos tres kilómetros de la estación de Santiago de Compostela. Ella es una de las supervivientes de la tragedia ferroviaria más grave de los últimos 40 años en España. Resultó herida de gravedad y fue de las últimas en poder salir del hospital.
Hoy, ocho años después, las secuelas físicas y psicológicas continúan. Pero Lidia se siente afortunada por poder seguir viva. Hoy, como cada 24 de julio, soplará una vela. Celebra el día en el que volvió a nacer.
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Pregunta: Ocho años después de aquel 24 de julio de 2013… ¿Cómo te encuentras?
Respuesta: Pues todo lo bien que se puede estar después de algo así. Las secuelas que tengo me dejan llevar, entre comillas, una vida normal. Sigo lidiando con mis achaques, tanto a nivel físico como psicológico. Pero estoy viva y eso es lo importante.
P: ¿Qué supuso ese accidente en tu vida?
R: Fue un antes y un después. Cuando se produjo el accidente, yo tenía 31 años. Vivía y trabajaba en un banco en Madrid. Venía con una bolsita de fin de semana a pasar las fiestas del Apóstol a casa de mis padres. Pero de repente, un mes después, me vi saliendo de un hospital en silla de ruedas. Sin poder levantarme, ni moverme, ni limpiarme. No podía hacer nada por mí misma porque tenía un montón de lesiones y secuelas. Fue un antes y un después. Aprendí a ver la vida de otra forma.
P: ¿Qué recuerdos tienes de aquel día?
R: Recuerdo que venía en el tren escuchando música, con los cascos puestos. Iba en el vagón número cinco, sentada hacia el lado de dentro de la vía. Nos habían avisado de que estábamos llegando a Santiago. Había mucha gente ya de pie, preparándose para bajar. Y luego recuerdo perfectamente el frenazo. Esa sensación de tensar los nudillos de las manos para intentar agarrarte a algo. Vi perfectamente cómo el tren empezaba a descarrilar, pero no fui capaz de sujetarme. Salí despedida. Creo que me di contra el asiento de delante y, por suerte, perdí la consciencia.
P: ¿Y cuándo te despertaste?
R: Desperté cuando aún estaba dentro del vagón. Un policía o a un bombero vestido de azul me encontró y me sacó de allí. Escuchaba los gritos de la gente pidiendo socorro, auxilio. Luego, me tendieron en el suelo, no sé si en el campo o sobre el asfalto. Recuerdo cómo caían las gotas de la lluvia. Pero realmente ahí ya no sabía dónde estaba. No fui totalmente consciente del accidente hasta el día siguiente, en la UCI del hospital.
P: Y ahí empezó un proceso de recuperación muy duro y muy largo, ¿no?
R: Sí, fui de las últimas en salir del hospital. Estuve un mes hospitalizada, quince días en Santiago y otros quince en Ferrol. Me fracturé la tibia, el peroné y el tobillo de la pierna derecha. Además me rompí seis costillas y tuve dos neumotórax. La pierna no la empecé a mover hasta octubre de 2013 y cogí las muletas en diciembre de ese año. Estuve 12 meses yendo a rehabilitación todos los días y 16 de baja. Fue durísimo. Volví a trabajar al banco cojeando y me tuvieron que cambiar de puesto porque solo podía trabajar sentada.
Estuve 12 meses yendo a rehabilitación todos los días y 16 meses de baja
P: Y a nivel psicológico, ¿de qué forma te afectó?
R: Al principio tuve un shock postraumático. Contaba las cosas como si no las hubiera vivido, como si no me hubieran pasado a mí. Consideran que parte de mi recuperación física fue gracias a esa licencia que me concedió la cabeza. Pero cuando volví a ser independiente otra vez, en el verano de 2015, me empecé a dar cuenta de que no estaba bien. Me dio una especie de ataque de pánico en un autobús y fue entonces cuando decidí ir al psicólogo. A día de hoy sigo teniendo miedo al coche, al autobús, al avión… Tengo miedo a todos los medios de transporte.
P: Y en un tren, ¿te has vuelto a subir?
R: El mismo nunca lo volví a coger. No fui capaz. Sí me monté en un tren en Italia y en Japón. Me costó mucho, pero lo hice. Eso sí, sola no sería capaz.
P: Y físicamente... ¿Qué limitaciones te ha dejado el accidente?
R: Pues que no puedo correr, ni saltar, ni ponerme de rodillas, ni ir a baile gallego como antes… Tengo hernias discales a nivel cervical y lumbar que cada dos días me dan la lata. Ocho años después sigo yendo una vez a la semana al 'fisio' y lo compagino con otro día de pilates. Es algo que tengo que hacer para vivir decentemente, para no soportar más dolores o no tomar más antiinflamatorios. Pero me he acostumbrado a vivir con ello. Igual que con las secuelas psicológicas. Me tengo que subir en un coche porque no puedo quedarme en casa.
P: Han pasado ocho años y todavía no se ha celebrado el juicio. ¿Qué ha supuesto para las víctimas que el proceso se haya dilatado tanto?
R: Pues ha sido una secuela más. No nos ha permitido cerrar esa herida que, en realidad, nunca se va a cerrar del todo. Ocho años después seguimos exactamente igual que al principio: mismos imputados, misma investigación… A mí podrán decirme que toda la culpa fue del maquinista. ¿Pero nadie más tiene responsabilidad? ¿Me están contando que en un tren, en pleno siglo XXI, queda todo al arbitrio de una única mano humana? No puedo entender que la vida de 300 personas zonas esté en la mano de una sola persona.
P: ¿Sentís que se ha ninguneado a las víctimas?
R: Por supuesto. No ha interesado saber la verdad. La Unión Europea dijo que había que hacer una investigación independiente. Pero, a día de hoy, todavía no se ha hecho. Suerte que el maquinista está vivo para 'pelearlo' y para contar cómo fueron las cosas. Y también, suerte que hay informes que dicen que el tramo era peligroso y que se había avisado de ello. Si no, le hubieran echado toda la culpa a maquinista.
P:¿Qué vas a hacer este 24 de julio?
R: Pues como todos los 24 de julio, celebraré el día que volví a nacer. Todos los años, a las 20.41, yo soplo mi velita y me como un trocito de tarta. Además, este año justo coincide que me ponen la segunda dosis de la vacuna contra el coronavirus justo este 24 de julio.
Como todos los 24 de julio, celebraré el día que volví a nacer
P: ¿Hay algo que saques de positivo de ese 24 de julio?
R: Yo soy muy positiva y muchas veces pienso que si ese accidente no hubiera pasado, ahora mismo no estaría en Galicia, no me habría casado ni tendría a mi hijo –que tiene 15 meses y se llama Tiago, en honor al Apóstol Santiago-. Para mí el 24 de julio es una fecha especial y trato de crear buenos nuevos recuerdos en torno a ese día para intentar camuflar lo malo. Por eso, me casé un 23 de julio y bauticé a mi hijo un 24 de julio. Por supuesto, no puedo estar agradecida porque prefería tener la salud que tenía el 23 de julio de 2013. Pero puedo decir que, a día de hoy, soy feliz. Puedo abrir los ojos todos los días y sonreír. Eso es lo importante.