Quién le iba a decir a Lucas Yáñez (Oleiros, 2004) que el patinaje artístico se convertiría en su pasión cuando, con solo tres años, su madre lo apuntó junto a su hermana mayor a unas clases. Quién le iba a decir que iba a renunciar a muchas cosas por pasarse cuatro horas cada día subido a unos patines. Y quién le iba a decir que todo ese esfuerzo le llevaría a ser el mejor patinador del planeta en su categoría.
Porque a sus 16 años, Lucas Yáñez ha conseguido una gesta: acaba de proclamarse campeón del mundo júnior de patinaje artístico. Lo ha hecho en el campeonato que se ha celebrado esta semana en Asunción (Paraguay). El momento en el que el patinador celebra el oro con su entrenadora es emoción pura. “Cuando vi la puntuación en la pantalla, cuando vi el número uno, solo pensaba en abrazar a Rosa”, cuenta Lucas a NIUS.
Era el colofón a una participación brillante en el campeonato y también el broche final a una temporada histórica, porque ya había logrado el oro en el campeonato de España y la plata en el de Europa. En el mundial, el coruñés arrasó. Alcanzó la perfección en el programa corto, con una coreografía basada en la historia de los Juegos del Hambre. Y en la final, en el programa largo, dejó boquiabiertos a los jueces con sus piruetas y giros.
Alcanzó una puntuación total de 215,66 puntos. “Sabía que iba a ser difícil pero creía que podía ganarlo”, cuenta Lucas. La plata también tuvo sabor español. Fue para Héctor Díez. El soriano fue segundo con 211,10 puntos.
Lucas es un chico muy talentoso para los deportes y actualmente estudia un ciclo de Formación Profesional en Actividad Física y Deporte. De pequeño, practicaba varios. Jugaba al fútbol, como tantos otros niños. Pero llegó un momento en el que no podía abarcarlo todo y tuvo que decidir: o el fútbol o el patinaje. Y escogió el patinaje. Eligió un deporte minoritario y plagado de estereotipos de género, como que el patinaje es cosa de chicas. “Siempre se escuchan comentarios de ese tipo, pero fueron muy pocos y nunca me afectaron”, confiesa.
El CPA Maxia es el club donde este patinador ha crecido profesional y deportivamente. Rosa García, su entrenadora, vio su enorme potencial desde niño. “Llevo toda mi vida patinando con Rosa y así seguirá siendo porque no me veo patinando sin ella. Espero poder conseguir muchas más medallas con ella”, dice el joven.
Lucas vive entre Oleiros, donde reside, y A Coruña, donde entrena. Todos los días hace rodar sus patines en el Palacio Municipal de los Deportes de Riazor. “Es un deporte difícil y muy sacrificado porque entreno más de cuatro horas cada día. Pero cuando algo te gusta, todo es siempre menos complicado. Hemos hecho muchos esfuerzos, tanto Rosa como yo, pero esos esfuerzos son los que luego te ayudan a ganar”, reconoce Lucas.
Esfuerzos como los que hizo durante el confinamiento, entrenando en el porche de su casa para no perder la forma. “Tenía tantas ganas de patinar que quería hacerlo donde fuese y lo hice en un suelo rugoso y en cuesta”, reconoce. Todas esas horas dedicadas al deporte le han permitido hacer historia en su primera temporada como júnior.
Quienes conocen a Lucas destacan su constancia a la hora de entrenar. También su frialdad al salir a la pista. “No suele ponerse nervioso, siempre lo clava”, dice Pablo Vasallo, uno de sus entrenadores en el club.
Lucas tiene claro cuál es su siguiente objetivo: seguir los pasos de Luca Lucaroni. El patinador italiano, cinco veces campeón del mundo, es su gran referente. “Es un dios patinando. Me encanta su estilo”, explica el joven. Lucas sueña con poder competir y ganar en categoría absoluta. Ser campeón mundial cuando sea sénior es su sueño.
Pero para llegar ahí todavía le quedan dos años. “Todavía soy júnior de primera, así que para el año que viene el objetivo es ganar los tres campeonatos: el de España, el de Europa y el mundial”, cuenta. Este año ya se ha quedado muy cerca de ese triplete de oros.