El director general de Tráfico, Pere Navarro, es directo y conciso: “No se puede beber y conducir. Solo cero tiene cero consecuencias”, sentencia. Con sus palabras justifica la intención del Gobierno de reducir la actual tasa de alcoholemia a más de la mitad (de 0,25 a 0,10), una cifra que no permitiría ni consumir un tercio de cerveza o un chato de vino antes de ponerse al volante.
Pero este plan del Ejecutivo no ha gustado nada a los hosteleros gallegos, quienes, de la mano del presidente de la Confederación Empresarial de Hostelería y Turismo de Galicia (Cehosga), Cheché Real, han denunciado que este cambio traerá consecuencias “perniciosas” para el sector, y lo califican de “barbaridad”.
“Esto es excesivo, y a la hostelería le va a salir muy caro”, añade el portavoz de los hosteleros y se explica: “Si la gente que sale del trabajo no puede tomarse siquiera una caña y después coger el coche, no sé adónde iremos a parar”.
Según Real, la reducción de la tasa hará que la demanda baje, “sobre todo en los horarios nocturnos y en los negocios que estén alejados de los centros urbanos o ubicados en las periferias”, algo que según confiesa en la prensa local, lo sabe por experiencia propia, al haber regentado un mesón en una aldea de Lugo que notó la bajada de clientes “cuando se bajó la tasa hace años”.
“Con esta tasa, el panorama va a estar mucho más difícil”, augura el representante de los hosteleros, quien asegura que, si finalmente las intenciones del Gobierno se cumplen, desde Cehosga “presentarán alegaciones”.
Pese a la oposición de los hosteleros, la propuesta del Ejecutivo cuenta con el respaldo de otros sectores de la sociedad gallega como la plataforma Stop Accidentes o el grupo de Tráfico y Seguridad del Colegio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG) entre otros.
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