Hablamos con Dolores Barro (Xove, 1931), más conocida como Lolita, mientras toma un café con leche en el bar Bossa Nova de Viveiro (Lugo). Allí acude a diario con sus amigas, normalmente después de calzarse sus zapatillas y caminar varios kilómetros por esta localidad lucense.
“¡Hay que moverse!”, exclama. “No puede una quedarse meciéndose en el sillón”, añade con una vitalidad pasmosa. Porque Lolita tiene, aunque nadie se los eche, 92 años.
Su fortaleza sobrenatural quedó demostrada hace un año, cuando se hizo ‘famosa’ después de materializar una gesta: completó a pie y por etapas los últimos 100 kilómetros del Camino de Santiago.
“Fue un bombo excesivo”, comenta Lolita, abrumada en aquel momento por la repercusión mediática. “Me pidieron fotos hasta los policías”, recuerda. Pero también reconoce que aquella ruta jacobea, la cuarta que finalizaba en su vida, le aportó mucha felicidad. Y eso hace que no deseche la idea de repetir la hazaña. “No descarto hacer otro”, asegura. “Pero cuando esté todo en firme, ya veré si me decido”, expone.
Esto lo dice después de que su amiga Inma, responsable junto con su marido del bar donde toma café a diario, ya haya empezado a organizar una nueva ruta jacobea en grupo que se prevé para abril de 2024. “Malo será que no tengan un rinconcito para mí si finalmente me decido”, asegura.
Lolita, que cumplirá en febrero 93 años, se ve de momento con fuerza. “He tenido la suerte de tener una salud excelente”, reconoce. Pero a eso hay que unir el esfuerzo que hace cada día para que sus músculos no se atrofien. “Es mucho más cómodo estar quejándose. Pero hay que molestarse en hacer un poco de ejercicio”, afirma.
Camina cada día, como mínimo, unos cinco kilómetros. Asegura que lo hace porque luego se siente mejor y con más energía para hacer cosas. “Después tengo ganas de comer”, afirma. “Prefiero que el sillón se vaya retrasando”, añade.
Lolita es una persona muy independiente. Soltera y sin hijos, vive sola. Su rutina consiste en levantarse a las nueve de la mañana y ordenar la casa. “Tengo la ayuda de una señora dos días a la semana”, puntualiza.
Tras salir a caminar y a tomar café, ella misma se hace la comida. Por la tarde prefiere no acomodarse mucho en el sofá. “Me dicen que ‘caliento’ poco la casa”, reconoce.
Lolita trabajó como maestra y lleva jubilada desde los 65 años. “Yo me jubilé en cuanto pude. El ministerio ya debe de estar harto de pagarme la pensión”, bromea.
Muchos se preguntan cuál es el elixir de su eterna juventud. Ella, desde luego, reconoce que cuida mucho su alimentación. “Como mucho pescado y verdura, carne menos”, asegura, al tiempo que dice que “el chocolate y las grasas” no las prueba. “Tengo que comer sano porque si no me tengo que ir para la cama y eso no me interesa”, recalca.
A Lolita le encanta ir a la playa. “Cojo el coche y voy”, afirma. Porque ella sigue conduciendo, aunque únicamente por los alrededores de Viveiro. “No me gusta tener que depender de nadie”, sostiene.
Suele ir a la playa de Area, a unos 4 kilómetros de Viveiro, pero no simplemente para pasear o mojarse los pies en el mar. “¿Ir para mojarme los pies?”, pregunta. “Ay, no, yo voy y me baño. Ahora en octubre, si viene bueno, aprovecharé hasta el último día”, afirma.
Ese es el espíritu de Lolita. Hay que exprimir la vida al máximo.