"Lo importante no es el destino, sino el camino": es una frase del poema Ítaca, del griego Kavafis, y le va como anillo al dedo al tren Transcantábrico. Hace ya cuarenta años que empezó a circular por la cornisa cantábrica y se ha convertido en uno de los trenes más reconocidos del panorama internacional del turismo ferroviario de lujo.
Circula entre Santiago de Compostela y San Sebastián, así que el origen y el destino comparten encantos más que suficientes para merecer una visita. Pero en su recorrido ofrece a los viajeros unas vistas privilegiadas. Y por dentro no tiene nada que envidiar al famoso Orient Express, inmortalizado en novelas y películas.
Sus viajes solo se interrumpieron durante los años de pandemia y en esta temporada el Transcantábrico Gran Lujo comienza sus viajes el 8 de abril. En estas cuatro décadas de viajes ha realizado 1.511 salidas con un total de 60.510 pasajeros. El 80% de los que se suben a este tren son extranjeros.
La composición actual del tren es de siete coches cama, cuatro coches salón y un coche cocina. Su capacidad máxima es de 32 plazas distribuidas en 14 lujosas suites dobles que pueden ser utilizadas también en triple. En las zonas comunes hay un comedor en el que los viajeros toman el desayuno y degustan los platos que se elaboran en la propia cocina del tren. También se ha habilitado un Salón Pub donde cada noche se ofrece música en directo y se organizan fiestas diversas, así como un coche Bar.
Por lo que respecta a los espacios privados, las 14 habitaciones cuentan con un dormitorio con una amplia cama (150x200cm), armario ropero y maletero, un pequeño salón con televisor, video, consola de juegos, equipo de música, ordenador con conexión gratuita a internet, teléfono inalámbrico, doble climatización, minibar, y un completo cuarto de baño con ducha de hidromasaje.
Así que el Transcantábrico se puede considerar un hotel rodante. El lujo está dentro pero también fuera, porque a lo largo de los ocho días que dura el recorrido los viajeros pueden disfrutar de espectaculares paisajes.
El primer viaje del Transcantábrico se realizó en julio de 1983 entre León y Matallana de Torío. El nombre del tren se inspiró en la obra homónima del escritor leonés Juan Pedro Aparicio que relataba un viaje del Hullero, el antiguo tren de pasajeros que circulaba diariamente entre León y Bilbao por la histórica línea de La Robla. Una línea creada originariamente para transportar carbón de las cuencas leonesas y palentinas hasta las factorías siderúrgicas bilbaínas.
Para la construcción del Transcantábrico se rescataron y remodelaron coches antiguos, algunos de gran valor histórico, que estaban almacenados en diversos talleres y hangares. En concreto, fueron cuatro coches Pullman que en 1927 había encargado construir la compañía que entonces gestionaba los ferrocarriles vascos a la empresa británica The Leeds Forge. En 1992 estos coches pasarían a llevar el nombre de cuatro de las comunidades que atravesaban (País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia).
A bordo del tren se realiza, por lo general, una de las dos comidas del día, así como los desayunos a la carta. La otra comida del día se hace en los restaurantes más reputados de las zonas por las que atraviesa el tren. El Transcantábrico detiene su marcha durante la noche y pernocta en alguna de las estaciones del recorrido, así, quien quiere tiene la posibilidad de salir por la noche, ya que las estaciones de las ciudades en las que se detiene son muy céntricas.
En cuanto a los itinerarios de las excursiones que se realizan, son explicados en diversos idiomas por guías profesionales y para poder acceder a los distintos lugares del trayecto, en paralelo al tren circula un autocar de lujo que recoge a los viajeros cuando la visita programada requiere un desplazamiento por carretera.
¿Y qué cuesta este capricho? Pues 7.500 euros por ocupante de la suite gran lujo durante ocho días y siete noches, la tarifa más cara, a los 2.650 euros por el alojamiento de 4 días y 3 noches por persona en ese mismo camarote.