Nueve años después del descarrilamiento del tren Alvia en Santiago de Compostela (A Coruña), el maquinista de aquel convoy, Francisco José Garzón Amo, se ha sentado en el banquillo de los acusados. Y en su declaración ha vuelto a pedir perdón a los pasajeros y a sus familias. “Que las víctimas me perdonen, fue un accidente, no pude evitarlo”, ha manifestado entre lágrimas al finalizar su comparecencia.
Su declaración se ha producido en la segunda jornada del juicio que se está celebrando en la capital gallega por aquella tragedia que costó la vida a 80 personas y que dejó 144 heridos. Él y el exjefe de Seguridad de Adif, Andrés Cortabitarte, son los dos únicos imputados por la tragedia.
El maquinista únicamente ha respondido a las preguntas de su abogado, Manuel Prieto. La línea de su defensa se ha basado, como era previsible, en que la seguridad de la vía no podía quedar a expensas de un error humano.
Garzón ha comenzado su declaración muy nervioso, repasando su trayectoria profesional. Llevaba trabajando en Renfe desde el año 1982 pero solo cuatro meses en la línea Ourense-Santiago, donde se produjo el descarrilamiento.
Tras ser preguntado por su formación, Garzón ha explicado que solo lo habían instruido para trabajar en la vía 2 y no en la 1, en la que se produjo el accidente. “Nunca recibí formación para esa vía”, ha asegurado.
Tras el repaso a su trayectoria laboral, Garzón se ha derrumbado. Ha roto a llorar nada más escuchar la primera alusión que ha hecho su abogado sobre el 24 de julio de 2013, el día del fatídico accidente, y tras leer el parte de lesiones que sufrió y que lo mantuvieron durante dos días hospitalizado.
“Lo primero era atender a los pasajeros y socorrerlos”, ha dicho entre lágrimas. Ante su reacción, la magistrada titular del juzgado de lo penal número 2 de Santiago, María Elena Fernández Currás, le ha pedido tranquilidad: “Estese tranquilo, por favor”, le ha dicho.
Sobre la velocidad a la que circulaban los trenes, Garzón Amo ha explicado que los maquinistas no podían determinar la velocidad a la que circulaban los trenes y que estaban obligados a circular a la máxima posible para evitar sufrir retrasos. En esa línea, la máxima permitida era de 220 kilómetros por hora con ERTMS (sistema que en este tramo había sido desactivado) o 200 kilómetros por hora con ASFA.
Sobre la zona en la que se produjo el accidente, limitada a 80 kilómetros por hora, Garzón ha explicado que no existía ningún tipo de señal previa que le indicase que debía reducir la velocidad. “No había ningún tipo de señal luminosa, ni baliza, ni nada de nada”, ha dicho. Tampoco se indicaba en el libro de ruta, ha asegurado, cuándo se debía empezar a frenar. "No había ninguna señal hasta la curva", ha asegurado. Solo estaban marcados los 80 kilómetros por hora en la curva de A Grandeira donde el tren descarriló.
A partir de ahí las preguntas se han centrado en la llamada que instantes antes del accidente recibió del interventor y que está en el origen de su despiste. Garzón ha explicado que era una llamada de trabajo en la que el interventor le indicaba en qué andén debía situarse al llegar a la estación de Pontedeume (ya después de Santiago) para facilitar la bajada de unos pasajeros. Garzón ha explicado que la empresa facilitaba a los maquinistas teléfonos móviles que debían llevar activados y que, además, estaban obligados a responder llamadas si alguien los requería.
El maquinista ha reconocido que esa llamada le despistó. “En ningún momento dejé de prestar atención a la vía, seguí respetando todas las señales. Pero la llamada de servicio me desubicó y pensé que estaba en el túnel anterior”, manifestó.
Garzón ha asegurado que había avisado previamente al jefe de seguridad de la zona del riesgo que existía en esa curva, al no tener señalización y balizas. Ha explicado que la línea era monótona, con muchos viaductos y túneles, y que era fácil perder la conciencia del lugar por el que se iba.
“Le podía haber pasado a cualquier maquinista”, ha dicho. Otra vez entre lágrimas, el maquinista ha explicado que con las medidas que se implementaron tras el accidente, no se habría producido el descarrilamiento. “Con las medidas que hay ahora no hubiera ocurrido, no, imposible”, ha dicho llorando.
Este accidente habría servido para mejorar la seguridad en el tramo. "Para desgracia mía y de mis viajeros", ha manifestado.
El interrogatorio del maquinista fue más breve de lo que se creía. Apenas duró una hora. Antes de levantarse de la silla y, después de que su abogado recordase que ya había pedido perdón a las víctimas, Francisco José Garzón ha vuelto a romper en llanto al pedirles, de nuevo, disculpas. "Que las víctimas me perdonen, fue un accidente, no pude evitarlo", ha dicho.
La sesión se ha terminado con su declaración. Pese a que estaba previsto que tras su comparecencia se produjese la del otro acusado, Andrés Cortabitarte, la jueza ha permitido posponer esa declaración para la próxima semana (día 13 a las 9.30 horas). Lo ha hecho a petición del abogado que representa al exjefe de Seguridad de Adif, quien ha argumentado que estaba "afectado" tras los insultos y la agresión del padre de una de las víctimas a su salida del juicio. "No está en condiciones de declarar", ha dicho.
El retraso en su declaración no ha gustado nada a la defensa del maquinista y a otros letrados personados en la causa, ya que consideran que Cortabitarte parte ahora con ventaja a la hora de preparar su defensa.