A unos diez minutos en lancha desde Fisterra (A Coruña), en medio de la ría de Corcubión, hay ahora mismo sumergidas unas 150 botellas de vino. Están metidas en seis grandes jaulas de acero inoxidable, a unos 16 metros de profundidad. Esas botellas forman parte de la experiencia novedosa que un matrimonio de hosteleros gallegos quiere ofrecer a sus clientes.
Porque dentro de su plan entra que ellos, los comensales, sean los que bajen al fondo del mar a recoger la botella de vino que luego podrán probar. Eso siempre y cuando tengan el título de buceo, claro. En caso de no tenerlo, podrán acompañar en barco a buceadores profesionales y ver, a través de una cámara, cómo recogen su vino de esta bodega submarina.
Detrás de esta llamativa idea está Alicia Carrillo. Ella es una experta buceadora y, además, regenta junto a su marido, Gonzalo Insua, el conocido restaurante La Bayonnaise 1803 en el municipio de Fisterra (A Coruña). El local lleva el nombre de una corbeta que naufragó a principios del siglo XIX frente a las costas de la localidad.
Antes de ser hostelera, Alicia tuvo una escuela de buceo. Daba clases de submarinismo y de vela. Gonzalo también tuvo un pasado profesional en el mar. Navegó por todo el mundo a bordo de remolcadores. Basta con entrar en el restaurante que ambos inauguraron hace cinco años para darse cuenta de que el mar es la pasión que les une. Su local está inspirado en un galeón.
Alicia explica que el proyecto de llevar a los clientes a la bodega submarina aún está en una fase inicial. Pero el primer paso, el de ver cómo evoluciona el vino en el lecho marino, ya está en marcha.
Fue en el mes de mayo cuando, con la ayuda de una polea, bajaron al fondo de la ría coruñesa de Corcubión las pesadas jaulas que contienen el vino. “Hay botellas de todas las denominaciones de origen gallegas y de distintas variedades de uva: Albariño, Godello, Mencía, Ribeiro…”, cuenta Alicia a NIUS.
Esas jaulas de acero inoxidable no se encuentran en un lugar cualquiera. “Están posadas y sujetas con cadenas al casco del Mount Parnes, un barco griego que se hundió en esta ría en 1935”, explica Alicia quien, además de ser una apasionada del buceo, también lo es de la historia marítima de esta zona de A Costa da Morte. Bajan a ese pecio todas las semanas para ver cómo van cambiando las características del fondo. "Se está creando un biotopo en el que cada vez se ven más pececillos", cuenta Alicia.
La idea es que las botellas estén sumergidas hasta final de año. Quieren ver cómo influye en ellas la luz, las corrientes de agua, la temperatura… Y hacer una cata con bodegueros expertos para comprobar cómo ha evolucionado el vino después de varios meses sumergido.
Poner a madurar vinos en el fondo del mar no es algo nuevo. Hace ya 16 años que lo hicieron de forma pionera en el País Vasco. Allí crearon el Crusoe Treasure, la primera bodega submarina del mundo.
Lo que sí es novedoso es el proyecto que, en su conjunto, plantean Alicia y Gonzalo. “Lo ideamos en 2019, pero la pandemia lo frenó todo. Vamos poco a poco porque es algo que requiere de mucho papeleo", reconoce Alicia. Para ponerlo en marcha han establecido comunicaciones con la Armada, con Capitanía Marítima y la Xunta de Galicia. Para colocar la bodega submarina en el fondo de la ría era necesario obtener permisos. “No hemos encontrado ninguna objeción”, cuenta Alicia.
La idea de combinar enología y submarinismo tendrá diversos grados de implicación para el cliente, dependiendo si cuenta o no el título de buceo. “La idea es que, durante la travesía en barco, podamos dar a conocer al visitante la historia del patrimonio subacuático de la zona. También estamos barajando hacer bautismos de buceo en una piscina y que puedan coger allí la botella que previamente hemos cogido en el mar", explica Alicia.
Este sería un negocio paralelo al del restaurante y en otro recinto distinto, situado en la parroquia de San Vicenzo de Duio. Allí tienen previsto abrir un centro con piscina donde realizar catas de vino y, también, clases de iniciación al buceo.
Vino y submarinismo combinados en una experiencia que, desde luego, llama mucho la atención.