La Navidad en Euskadi tiene sus propias peculiaridades. Sin ir más lejos, ahí está Olentzero, ese mítico carbonero con la cara tiznada, que trae los regalos la noche del 24 de diciembre a las niñas y niños vascos, y al que solo la prominente barriga puede asemejar al omnipresente Papa Noel.
Olentzero no viste de vibrante color rojo como el de Laponia ni tiene un reno como ayudante, sino que luce unos ropajes más sufridos, acordes con su vida en el monte, y tiene un burro como fiel compañero, Napo Astoa.
Eso sí, a pesar de ser vasco, Olentzero requiere de ayuda para afrontar la inconmensurable tarea de repartir ‘oparis’ (regalos, en euskera) por las casas de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra y la zona del País Vasco francés. Ahí, entra en juego la que durante muchos años ha permanecido a su sombra y ahora se reivindica como un personaje navideño, con entidad propia, empoderada, su compañera Mari Domingi.
A los tres les visitan cada año miles de niños en la casa que comparten en la localidad vizcaína de Mungia. Una cita que, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en un imprescindible de estas fechas en tierras vascas para aquellas familias que tienen hijos.
Sí, visitar el antiquísimo caserío de Olentzero y Mari Domingi, el más antiguo de Vizcaya, y conocer en persona a sus propietarios para entregarles la carta en mano es un planazo. Aunque, no lo son menos los siguientes.
Las ciudades y pueblos del País Vasco se llenan de luces durante la Navidad, pero una de las tradiciones con más arraigo entre los vascos es la de escapar del bullicio y despedir el año o saludar al entrante desde la cima del Gorbea, Zaldiaran, Adarra, Urkiolagirre, Loatzo. El 31 de diciembre y el 1 de enero son muchos los que, haciendo gala de la atracción de los vascos por el monte, suben a alguno de ellos para comenzar con buen pie el nuevo año.
Si hay un evento que marca el arranque de las fiestas en Euskadi, ese es la feria de Santo Tomás. Bilbao y Donostia la celebran el 21 de diciembre con imponentes mercados repletos de productos artesanales. Los ganaderos y agricultores llegan a las capitales con lo mejor de sus granjas y huertas.
Degustar uno de los riquísimos talos es obligado en ‘Santoto’. Vitoria se anticipa a sus vecinas vascas y celebra su propio Mercado de Navidad dos días antes, el 19 de diciembre.
Seguimos en Vitoria, donde todos los años, el viernes previo a Nochebuena, el Casco Viejo de la ciudad se llena de luz y ambiente en una noche mágica en la que 13.000 velas iluminan cada rincón de la almendra medieval. Espectáculos con música, danzas y pirotecnia completan una noche mágica y muy navideña.
Recorrer el Belén de la Florida con sus más de 200 figuras a tamaño real es una de las tradiciones más arraigadas en la capital alavesa, no en vano, este nacimiento se instaló por primera vez hace ya 62 años, con los termómetros marcando en Vitoria unos gélidos 18 grados bajo cero. Las figuras, que al principio eran de escayola, se fabrican desde hace cuatro décadas en poliester y fibra de vidrio, “más resistentes a la climatología”, explica el consistorio.
En la visita al Belén monumental, uno de los más bonitos del mundo, según muchos hay que seguir un recorrido debidamente señalizado en el que el visitante debe adentrarse en la gruta, que contiene el Misterio, y a cuyo alrededor gira todo el Belén.
Cada Navidad, la noria empieza a girar en el parque de Alderdi Eder, frente al Ayuntamiento donostiarra, y ofrece al visitante la posibilidad de disfrutar desde 30 metros de altura de las impresionantes vistas de la bahía de La Concha.
Esta atracción es ya un clásico de la Navidad donostiarra y aunque esta es sin duda la mejor época para subirse a ella, hay tiempo para hacerlo porque estará funcionando hasta el 2 de febrero.
Gastronomía, paisajes y tradiciones. Seis planes 'made in' Euskadi para disfrutar de la Navidad al ritmo de 'Olentzero joan zaigu, mendira lanera...'.
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