Cuando Ana Sánchez estudiaba tercero de Informática cayó en sus manos, “por esas cosas que tiene la vida”, un folleto de la Ertzaintza “precioso” y esta bilbaína no lo dudó: “Yo quiero estar ahí, me pareció impresionante y lo vi claro”, recuerda. Lo que no imaginaba, es que años más tarde y tras un trabajo “de hormiguita”, se convertiría en la primera mujer al frente de la Brigada Móvil de la Ertzaintza y la primera que dirige una unidad antidisturbios en Europa.
En 1994, entró en la Academia de Arkaute y un año después la destinaron “muy lejos de mi casa” a la comisaría de Hernani. Con solo 21 años comenzó a patrullar por las calles en una época “muy dura” en la que los atentados de ETA y la Kale Borroka estaban a la orden del día. Tras 12 años allí, aprobó el primer curso de Tráfico y Seguridad Vial y se incorporó a la unidad de Tráfico en Vizcaya, donde estaría otros 12 años “aprendiendo de los mejores, porque coincidí con ertzainas de la primera y la segunda promoción que me enseñaron muchísimo antes de jubilarse”. En 2021, se convirtió en jefa de la comisaría de Llodio y, de alguna manera, se cerró un círculo, porque regresó a la protección ciudadana, claro que para entonces, “todo había cambiado para bien, la sociedad, el tipo de atención, me encontré con compañeros de aquellos años terribles”, recuerda.
A Ana aún le quedaba por dar un paso definitivo en su trayectoria laboral: presentarse a la jefatura de Brigada Móvil: “No lo dudé, hubiera estado loca de no hacerlo”, asegura. Ana Sánchez se convertía en la primera Intendente de Brigada Móvil de la Ertzaintza, una unidad muy especializada que se ocupa de dar apoyo al resto de unidades. “No podía perdérmelo”, dice tajante. Se encargan de tareas de prevención, de establecimiento del orden público, trabajan en incendios y catástrofes y en sus manos está la custodia y traslado de presos en cárceles vascas.
Bajo su mando tiene a 433 ertzainas, “actualmente estaremos en torno a 412, ya que no todas las plazas están ocupadas porque algunos compañeros están ascendiendo”, puntualiza Ana. De ellos, solo diez son mujeres, contando a la propia Intendente de la Brigada Móvil, aunque en breve podrían llegar a 13, ya que hay tres mujeres en los cursos de especialización. A pesar de que, a priori, los agentes de esta unidad desarrollan un trabajo muy masculinizado, a Ana le gusta puntualizar que “en esta unidad siempre ha habido mujeres, cuando empezó había cinco”.
Consciente de que el físico es muy importante para quienes trabajan en la unidad que ella dirige porque “nos enfrentamos a operativos muy controvertidos”, lo cierto es que Ana Sánchez cree que es en “tener una mente equilibrada” donde radica el ‘quid’ para ser un buen antidisturbios. A diario, afrontan situaciones estresantes en la que la formación física y psicológica de los profesionales que tratan de solventarlas es vital, “por ejemplo, estar preparados en comportamientos conductuales para comunicarnos con personas que están alteradas”.
Dentro de la Ertzaintza, Sánchez reconoce haber sentido “esos micromachismos que parecen lo normal, pero hacen mucho daño”. Se trata de un problema de la sociedad y “como no somos una isla”, pues también afecta al Cuerpo. En cualquier caso, al margen de esos episodios, ella se ha sentido valorada dentro de la Policía Autónomica Vasca, básicamente porque “mujeres y hombres realizamos el mismo trabajo”.
Su nombramiento al frente de la Brigada Móvil, el de Victoria Landa como directora de la Ertzaintza o el de Patricia Martínez de Musito como Intendente Jefa de la Policía Científica, manifiestan la “clara apuesta” de la Policía Vasca por igualdad. “Debemos ser ejemplo de lo que queremos en nuestra sociedad” y “tenemos que atraer y aprovechar el talento de la mujer”. Sánchez valora el camino que se está transitando dentro de la Ertzaintza en este sentido, aunque se muestra crítica porque “no solo tiene que verse a más mujeres con el uniforme” sino que “falta la promoción de la mujer en puestos de decisión”.
Tras 22 años en las calles y ahora volcada en la gestión de esta unidad de la Ertzaintza, Ana admite que “podría escribir un libro” con la infinidad de anécdotas que ha vivido y recuerdos que ha atesorado, La mayoría bonitos, porque “hasta en los momentos más adversos, me he sentido respetada y bien tratada”. Esta mujer que nunca se ha arrepentido, ni en los momentos más difíciles de su carrera, de hacer caso del folleto publicitario que un día encontró en su buzón y que le hizo presentarse a las oposiciones de la Ertzaintza, no quiere olvidar a los compañeros a los que les arrebataron la vida en aquellos años tan complicados, tampoco a los compañeros de tráfico que salieron a trabajar un día y no volvieron.
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