Polémica suelta de farolillos en Baiona, en el País Vasco francés: estaban suspendidos
Baiona, en el País Vasco francés, cancela sus famosos farolillos y los vecinos hacen caso omiso: los soltaron
El ayuntamiento de Baiona aplazó la celebración del sábado por el fuerte viento, ya que era peligroso
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Con la llegada de la Navidad, un evento que destaca en la principal ciudad del País Vasco francés, Baiona, es la suelta de los farolillos. Esta cita famosa y que atrae a los visitantes en esta época del año ha generado polémica este 2023.
Todo después de que el ayuntamiento decidiera suspender la celebración este sábado por la noche. Las "malas condiciones meteorológicas" motivaron la toma de esta decisión que no se respetó. Porque finalmente el cielo se iluminó de las llamas encendidas.
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El fuerte viento llevó al consistorio a cancelar el festejo por razones de seguridad. Era peligroso dejar que los farolillos volasen y las rachas los desviasen hacia puntos donde pudiesen causar algún incendio o percance.
Según ha explicado en declaraciones a Radio Euskadi el alcalde de Baiona, Jean René Etchegaray, "no debían de haber despegado" porque él mismo lo prohibió debido al "mal tiempo". Ha mostrado su enfado porque la gente no le hizo caso.
Para el regidor, esta ha sido una "actitud inaceptable". Muchas personas participaron en un lanzamiento que no se celebrará hoy tampoco, como ha especificado en redes sociales el ayuntamiento. Queda aplazado al siguiente sábado 16 de diciembre.
Además, tras lo sucedido, Etchegaray ha avanzado que "visto lo visto, limitará la venta de farolillos y cuando se agoten no se venderán más". Porque para este fin de semana, se habían vendido unas 12.000 unidades.
Posible último año de la suelta de farolillos
La prueba de dicha cifra se ha visto hoy, con muchos de los ejemplares que volaron anoche ya caídos en cualquier parte de Baiona. La actividad genera unos residuos que se deben recoger después y que, por eso, podría tener un fin.
Es posible que la de este año sea la última suelta de farolillos en la ciudad vasco-francesa, si el consistorio decide prohibirlos de forma definitiva. Tras el mágico momento que protagonizan, caen sin control.
Así que se quedan en las calles y aceras, en los balcones o terrazas de las casas, en lo alto de los árboles e incluso en las orillas del río. O directamente en sus aguas, siendo un desecho contaminante.
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