La historia de Murtaza aglutina lo peor y lo mejor del ser humano. De un lado de la moneda, la falta de humanidad de los clientes mexicanos, a los que este paquistaní acompañaba este verano como porteador en su ascensión al Broad Peak, y que lo abandonaron a su suerte para hacer cima cuando vieron que no estaba en condiciones de continuar.
Del otro lado, los alpinistas Wörle y Buonome que no dudaron en renunciar a la cumbre para ayudar a Murtaza. Ellos le salvaron la vida, pero las congelaciones eran tan graves que iba a perder sus dedos. Con la esperanza de salvarlos llega ahora a Euskadi de la mano del alpinista vizcaíno Álex Txikon.
El pronóstico no es bueno, aunque "aún piensa que no va a perder los dedos", explica a NIUS Álex Txikon. Lo cierto es que aquí los médicos "van a tratar de salvar lo que puedan", pero "hay partes irrecuperables". Su futuro es incierto. Por eso, sus amigos vascos ya piensan en lograr fondos para "tal vez poder montar una tienda pequeñita de productos básicos en su pueblo" con la que pueda ganarse la vida.
Al norte de Pakistán en su frontera con China, se alza en la cordillera del Karakórum el Broad Peak, a 8.047 metros. Allí estuvo a punto de morir el pasado 15 de julio un joven porteador de 21 años al que sus clientes mexicanos no dudaron en abandonar a una muerte segura cuando empezó a sufrir síntomas de congelación.
Ocurrió tras muchas horas de ascensión, de pronto el tiempo cambió y Murtaza y los dos alpinistas tuvieron que parar cerca de una hora. Agotado, helado y con los guantes mojados comenzó a congelarse.
Los alpinistas mexicanos a los que acompañaba decidieron seguir su camino y dejarlo solo. Murtaza parecía condenado a morir allí, casi "inconsciente y vomitando sangre". Solo la suerte quiso que se cruzaran en su camino dos montañeros dispuestos a abandonar sus expediciones para rescatarle. "Nosotros podemos volver el año que viene, ahora vamos a ayudarte", recuerda que le dijeron al tiempo que le cedían su oxígeno.
Fue trasladado al hospital de Skardu en helicóptero. Había salvado la vida, pero no los dedos. Los médicos le advirtieron de que había que amputar. Una opción no apta para quien a sus 21 años tiene dos hijos muy pequeños a los que sacar adelante con su trabajo como escalador: “Si no puedo volver a trabajar en la montaña, ¿cómo voy a sacar adelante a mi familia?”, se pregunta una y otra vez desde entonces. Su máxima preocupación son sus hijos pequeños y sus padres que "ya son mayores".
A pesar de lo vivido, Murtaza admite que no guarda rencor a quienes le dejaron abandonado en la montaña. "Han sido muchos más los que me han ayudado desde entonces, ellos tomaron su decisión y no les culpo", revela el joven paquistaní a las puertas del Hospital de Cruces donde están atendiéndole.
La trágica historia de Murtaza llegó a oídos de Txikon, que conocía bien a su tío, Ali Sadpara, con quien logró en 2016 hollar la cumbre del Nanga Parbat. Desde entonces, no ha parado hasta lograr traerlo a Bizkaia para que le operen.
Txikon no ha estado solo en todo este proceso ya que ha contado, entre otros, con la ayuda de su amigo y cocinero paquistaní Isahq Muhammad. Ahora han puesto en marcha una campaña de 'crowdfunding' para sufragar los aproximadamente 20.000 euros que calculan necesitarán para sufragar el viaje, la intervención, la estancia y manutención de Murtaza.