Josu Cifuentes sufre una enfermedad degenerativa (Esclerodermia) que dejó postrado en una silla de ruedas a los 15 años.
Tres años antes sufrió una leucemia. Un fallido trasplante de médula le provocó una dolencia que hace que sus extremidades sean cada vez más rígidas. El joven tiene reconocida un 95% de discapacidad.
Este guipuzcoano de 33 años vive en un tercer piso de un edificio de Bergara del que sale apenas porque no tiene ascensor.
Para hacerlo, tiene que salvar 58 escalones de madera. Su padre solía ayudarle subiendolo y bajandolo “a pulso” pero “ya tiene 63 años”.
“Creo que he salido menos de 100 veces en los últimos 18 años. Ahora sólo lo hago por necesidades médicas. Mi casa se ha convertido en una prisión. Es peor. Si estuviera en la cárcel por lo menos me sacarían al patio” patio”, se queja.
Josu y sus padres llevan peleando desde que enfermó para en que en su inmueble se instale un elevador que le permita salir a la calle sin problemas.
Al principio, la comunidad se negó. Ahora que la ley le ampara, el presupuesto para su instalación supone 60.000 euros por vecino, un montante al que está familia no puede hacer frente.
“No trabajo y mis padres no pueden meterse en un préstamo. Mi madre tuvo que dejar su empleo para cuidarme. Mi padre, que se jubila en una año, se pasa con el sueldo por 100 euros para recibir una ayuda”, relata.
Los Cifuentes han intentado vender el piso para mudarse a otro más accesible. Sin embargo, el mismo hecho de "no tener accesor y su amplitud" no le convierte en el mejor d e los candidatos para los interesados.
“Mi última bala para alcanzar independencia dentro de la dependencia es reunir el dinero” gracias a la solidaridad. Josu ha abierto una cuenta en gofundme.com donde cuenta su caso y solicita donativos para hacer realidad su sueño.
“Sé que es complicado porque es mucho dinero, pero si se logra , estaré eternamente agradecido”, asegura.