20 horas después del crimen, el banco vacío en el que estaba sentada Lourdes cuando su expareja, presuntamente, se acercó y le descerrajó un tiro simboliza a la perfección la sensación que reina en este municipio costero de Gipuzkoa. Vacío, consternación e incredulidad por el primer crimen de violencia machista cometido en Euskadi este año.
Ni rastro de la sonrisa permanente que, quienes la conocían aseguran, Lourdes lucía siempre. Su asesino se la robó de cuajo. De ella, apenas trascendían en los medios de comunicación los pantalones vaqueros y las zapatillas que vestía en el momento en el que su asesino le descerrajó un tiro en plena calle en Orio. Esas prendas asomaban bajo la sábana con la que los agentes de la Ertzaintza habían cubierto el cuerpo de esta donostiarra.
Bajo esa tela estaba la víctima del primer crimen de violencia machista de Euskadi en 2023. Bajo esa sábana estaba Lourdes. Una mujer con nombre, apellidos, familia y una vida. Una mujer asesinada, según todo apunta, por un hombre con el que había roto la relación hace dos meses.
Lourdes vivía en Orio, pero nació en San Sebastián hace 50 años. Allí estudió, según publica El Diario Vasco, en el colegio Santa Rita de los Padres Agustinos y posteriormente, se matriculó en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Madre de un hijo de 19 años y una hija de 15, estaba asentada en este municipio costero guipuzcoano donde trabajaba en la empresa de transportes especializados en pescado y marisco Indo. Tras separarse del padre de sus hijos, esta mujer había mantenido durante un año una relación con su presunto asesino. Hacía dos meses que habían roto.
La tarde del pasado martes estaba sentada en un banco de la calle Arrantzale de Orio cuando presuntamente el hombre con el que mantuvo esa última relación se le acercó y le descerrajó un tiro en la cabeza. A sus pies y también muerto, su asesino.
Al parecer, víctima y asesino habían quedado. Alberto Casado acudió al encuentro con "un arma de su propiedad manipulada" y "le disparó a bocajarro" a la mujer, tal y como ha confirmado el consejero de Seguridad, Josu Erkoreka. El presunto asesino se quitó la vida "disparándose a sí mismo inmediatamente después". Tenía licencia de armas y carecía de antecedentes por violencia de género.
A excepción de este abrupto final, nada desentonaba en la vida de Alberto. Al menos de puertas para fuera. Quienes le conocían aseguran que era un hombre tranquilo y deportista. Nada hacía presagiar que mataría a su expareja Lourdes de un tiro en plena calle. El fuerte sonido y que, según Erkoreka, "algunos testigos aludían a que habían visto una caja blanca" hizo creer, en un primer momento, que podría tratarse de una explosión de ahí, la intervención inicial de la Unidad de Explosivos de la Ertzaintza.
A sus 50 años, Alberto residía en la localidad guipuzcoana de Zarautz, aunque tenía familiares en Orio. La pasada tarde, Alberto y su expareja Lourdes “habían quedado expresamente” y él acudió con un arma de su propiedad “con el cañón recortado”. Se acercó a su víctima y le disparó, después se suicidó.