El deseo como nunca nos lo habían contado: "Podemos cultivarlo y darle nuestra propia forma"
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El filósofo navarro Manuel Cruz Ortiz de Landázuri publica 'La civilización del deseo'
En sus páginas, los grandes autores responden de manera muy práctica a grandes cuestiones vitales
¿Querer es lo mismo que desear? ¿Es posible gestionar nuestros apetitos? ¿Qué pasaría si los colmásemos todos nuestros deseos?
El deseo es el motor del mundo. A Elon Musk, con ansias de plantar su huella en Marte, toda la motivación le viene de un "deseo de no estar triste". El motivo por el que Taylor Swift consigue enloquecer a sus fans es la economía del deseo astutamente orquestada por ella. ¿Y qué puede desear Ronaldo con unos ingresos anuales de unos 260 millones de euros? Sabemos la respuesta: mil goles. No se planteará la retirada mientras no llegue a esta cifra mítica. En 'Espartaco', en la escena prohibida de las ostras y los caracoles, sus protagonistas discuten acerca de si gusto y apetito son una misma cosa. El deseo, como vemos, es una pulsión, a veces irracional, pero, en cualquier caso, nos inspira, nos empuja a actuar y da sentido a nuestras vidas.
Manuel Cruz Ortiz de Landázuri (Pamplona, 1986), filósofo y profesor en la Universidad de Navarra, lo ha llevado a su terreno, la filosofía, para entender cómo hemos llegado a esta sociedad "diseñada para satisfacernos, pero incapaz de conseguirlo" y cuáles son esas dinámicas mercantilistas que han convertido la satisfacción, gran motor de la voluntad humana, "en parte del engranaje del consumo y la publicidad". El resultado es "una historia filosófica de lo querido" que ha titulado ‘La civilización del deseo’ (Siglo XXI editores).
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El autor ha recorrido todas las corrientes del pensamiento, desde las primeras reflexiones presocráticas y los planteamientos platónicos, hasta las teorías psicoanalíticas y las tesis más contemporáneas, para explorar el deseo desde todos sus prismas. Platón, Aristóteles, Nietzsche, Freud, Adler, Víktor Frankl… van desfilando por sus páginas de una manera amena, práctica y muy ágil. Nos advierte que no es un libro terapéutico, aunque sí ha logrado recuperar el ideal práctico de la filosofía helénica como terapia que nos puede arreglar algunos problemas.
Le trasladamos algunas de las incógnitas que nos plantea el deseo. ¿Qué es? ¿Cómo se despierta en nuestra cabeza? ¿Podemos gestionarlo? ¿Deberíamos poner puertas a aquello que ansiamos? ¿Cómo se intercalan nuestros valores? Para respondernos, nos habla de afectos y nos invita a disfrutar de una vida plena desde el estoicismo, una corriente en la que cree firmemente. Es decir, con un buen cálculo de nuestros placeres y alejando nuestras ansias desmesuradas.
¿Qué hacemos con el deseo?
Cruz Ortiz piensa que el deseo, antes que reprimirlo, hay que comprenderlo. "Una vez que llegamos a sus raíces profundas, nuestros apetitos delatan nuestras carencias, como el miedo a la soledad o la ausencia de proyectos vitales y de valores que den sentido a lo que hacemos". La manera de cubrir esas carencias no es mediante una satisfacción momentánea, como nos presenta la sociedad de consumo, "sino mediante hábitos que permitan desarrollar nuestra vida con plenitud".
La búsqueda narcisista de saciar nuestros deseos puede resultar frustrante
Cuando deseamos un coche caro ¿es por el coche en sí o por una necesidad de sentirnos afirmados?, se pregunta el autor. "Puede que en realidad sea más interesante buscar la afirmación en actividades que realizamos por otros, alentados por el sentimiento de comunidad, que en una búsqueda narcisista que puede resultar frustrante", dice.
¿Podemos controlar lo que deseamos?
Hay un dicho muy popular que dice nos avisa: "Cuidado con lo que deseas, porque se puede cumplir". Cruz Ortiz opina que lo que sí podemos controlar son los estímulos. Ese algo que da forma a nuestra fantasía o antojos. "Si conseguimos moderar esos estímulos, nuestros deseos serán también más moderados". Como consejo, anima a valorar el objeto de deseo en su justa medida. Pone el ejemplo de un móvil de última generación con un precio altísimo. Igual si tenemos en cuenta que no tardará en caducar, ese deseo se vea apaciguado. "Si mis expectativas son bajas, todo será ganancia, puesto que la vida me dará más de lo que espero".
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¿Realmente el deseo persigue siempre placer?
En la arqueología del deseo, este es uno de los puntos más complejos, según índica el filósofo. El vínculo entre deseo y placer no es tan estrecho como parece. "No es el deseo lo que explica el placer. Podemos desear un Ferrari y quizás luego no lo disfrutamos como esperábamos. En cambio, a veces nos encontramos en situaciones no deseadas de antemano, que nos generan sensaciones placenteras". Él recoge una explicación de Aristóteles: "Los placeres están mucho más unidos a las actividades que los deseos, ya que estos están separados de ellas tanto por el tiempo como por su naturaleza, mientras que los placeres les son muy próximos, y hasta tal punto inseparables de ellas que se discute si la actividad es lo mismo que el placer". Lo que viene a decir es que no disfruta más de la comida quien sacia rápido su apetito, sino que la convierte en una experiencia social y estética, una actividad que nutre el estómago y colma también la capacidad social del ser humano.
¿Querer es lo mismo que desear? ¿La voluntad juega algún papel en nuestros deseos?
El autor de 'La civilización del deseo' considera que, para querer, quizás no hace falta deseo como sentimiento de carencia, pero sí voluntad como necesidad de afirmarnos y determinarnos. "La palabra querer implica tanto el deseo como la voluntad, pero ese deseo que anima el querer no surge de la nada, sino de los estímulos.
Cuanto menos se desea, uno vive más tranquilo
Los estoicos, un buen referente para gestionar aquello que deseamos
Su pasión por la filosofía empezó con Platón. "Sus pensamientos sobre cómo alcanzar una sociedad exitosa y la primacía de las ideas por encima de lo material siguen vigentes hoy". Sin embargo, si hablamos de deseo, se queda con los estoicos: Tener sin desear. Disfrutar sin tener. "El estoicismo ha cobrado fuerza en los últimos años como terapia frente a una civilización del deseo que sitúa al individuo en un ritmo frenético de experiencias intensas y posesiones materiales. Propone olvidarnos del deseo como medio para alcanzar la paz de ánimo. Cuanto menos se desea, uno vive más tranquilo.
Por tanto, la clave estará en desarrollar una estrategia personal de vida con la que podamos minimizar los deseos y en poner nuestra voluntad en aquello que podemos controlar y dependa de nosotros. Ahora bien, si el deseo alimenta nuestras aspiraciones vitales, ¿qué pasaría si se agotasen nuestros deseos, si todos nuestros sueños se viesen colmados?