Los jóvenes sufren telefobia: "Hay una razón detrás de su miedo irracional a coger el teléfono"
¿Has intentado alguna vez que un adolescente te coja el teléfono a la primera llamada?
Desentrañamos qué hay detrás de la telefobia, ese miedo irracional de los jóvenes a comunicarse 'como toda la vida'
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Actualmente vivimos en una era imperativamente digital y, con la evolución del entorno, también la comunicación, las relaciones y nuestro comportamiento cambian con ella. Sin embargo, este cambio aparentemente imperceptible ha marcado a las nuevas generaciones de manera notable, y lo que hace un tiempo era la norma, -llamadas por teléfono, interacciones cara a cara-, hoy se ha vuelto incómodo, vergonzoso y hasta fuente de bloqueo por preferir no decir nada antes que arriesgarse a hacerlo ‘mal’.
¿La razón? Los dispositivos móviles y las redes sociales. Este nuevo entorno digital ha modificado profundamente la forma en que los jóvenes se relacionan, dando paso a la ‘telefobia’, una fobia social tecnológica traducida en la sensación de ansiedad y desconcierto al enfrentarse a interacciones más tradicionales.
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Jorge Ramiro Pérez Suárez, profesor Titular en Criminología Aplicada a Espacios Digitales de la Universidad Europea, nos ayuda a entender cómo la era digital contemporánea ha producido este cambio en la manera de relacionarnos.
“Los espacios digitales tienen un profundísimo impacto intergeneracional, no sólo en grupos jóvenes, afecta profundamente a todas las generaciones, pero es cierto que han tenido especial impacto en los cambios de códigos, signos, lenguajes, axiología y modelos de comportamiento en las generaciones jóvenes: Los Millenials, Generación Z, etc.”, comienza explicando.
Las redes sociales han tenido especial impacto en los cambios de códigos, signos, lenguajes, axiología y modelos de comportamiento en las generaciones jóvenes
“Sin duda alguna, las redes sociales, sobre todo en las generaciones más jóvenes, son una de las manifestaciones más profundas de la interfaz que se establece entre el ser humano y la máquina, sobre todo porque cada red social encaja con el imaginario de los jóvenes, influyendo y produciendo de alguna manera su cosmovisión: todo es más inmediato, la satisfacción, la gratificación, los códigos de la imagen, la enfatización de la belleza y por supuesto las interacciones simples: esto me gusta, esto no me gusta, esto es verdad o es mentira. Todo ello rodeado de una clara falta de contexto (clickbait, titulares simples, falta de argumentación, etc.)”.
Una generación irreversible
Para hacerlo más ilustrativo, el experto identifica tres grandes grupos generacionales: aquellos que no han nacido con internet, los Baby Boomers; las generaciones que han adaptado su vida a las tecnologías, integrándolas en su vida y adaptando algunos códigos culturales, la Generación X y algunos Millennials; y aquellos que ya han sido forjados culturalmente por ellas, Generaciones Z y Alpha. “Esto ha supuesto una reorganización axiológica tremenda, ya que hermenéuticamente todo lo comprenden a través de la plataforma”.
Estos últimos son los grandes afectados por la fobia a los teléfonos, "un miedo irracional a las interacciones por llamadas" producto del temor al rechazo, juicio o inseguridad de manejar una situación en tiempo real, sin opción a ‘editar’ la respuesta. "Esta telefobia se traslada también a las interacciones reales en el día a día", al tener que pedir en la carnicería, solicitar la cuenta en un restaurante o llamar por teléfono para hacer una consulta.
Pérez Suárez indica que, en esta vorágine de cambios conductuales, las redes sociales han sido uno de los propulsores principales de esta fobia debido al gran impacto psicosocial que suponen en el comportamiento de los grupos de jóvenes, sus estructuras de poder y la manera en que se relacionan.
Estamos ante un cambio irreversible que debemos entender, asumir y gestionar
“Todo se empieza a entender a través de la tecnología, y la tecnología se convierte en este caso no en el instrumento sino en la experiencia. -¿Un intermediario entre vivencia y protagonista?- No, la tecnología está encarnada e incrustada en la experiencia, es algo indisoluble.
Al preguntarle por la tipología del cambio, el experto es claro con su respuesta, se trata en su opinión de "un cambio irreversible que debemos entender, asumir, y gestionar" tanto en riesgo como en impacto.
“Creo que, como todos los cambios epocales, no es un cambio contra el que podamos luchar. Yo podría llegar a clase y decir 'fuera los ordenadores', pero a mí me viene genial que los chavales puedan buscar en el ordenador, aunque por supuesto también están mirando tiendas de ropa o hablando con sus amigos, pero es un riesgo que yo asumo”.
No obstante, el criminólogo hace especial hincapié en la importancia de encajar los cambios sociales dentro de políticas educativas adecuadas en las que, tal y como matiza el experto, se pueda atenuar también el impacto negativo de este nuevo entorno digital: las adicciones, disfunciones, riesgos…
La comunidad frente al ‘yo’
A día de hoy lo que importa es ‘cómo estoy yo’, la idea de que el éxito depende de uno mismo, a pesar de la evidencia de los condicionantes sociales, que no existe la desigualdad sino que el cambio está en nuestras manos, pese a los condicionantes del tiempo o el dinero, la idea de construirse a uno mismo… Este pensamiento hiper individualista, consecuencia del imaginario de las redes sociales, amplifica el impacto de cualquier estímulo externo en el concepto que tenemos de nosotros mismos, lo que hace que cada interacción -ya sea una llamada o pedir la cuenta en un bar- se vuelva una situación de ‘riesgo’ para nuestro ego.
Muchas veces estos cambios epocales los vemos desde una superioridad moral, cultural, etc., pero han ocurrido siempre, desde la imprenta, el vídeo, el cine, la radio, la llegada de internet… “El fin del mundo llega siempre, pero al final son cambios. A mi personalmente, mientras se mantengan las interacciones reales, profundas y humanas me es indiferente que la gente prefiera hablar de una manera u otra, lo malo sería que pasáramos a tener relaciones poco profundas, o peor, que perdiéramos la capacidad de relacionarnos por completo”.
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