El volcán de Cumbre Vieja en La Palma no cesa su actividad ni da ninguna muestra de que vaya a hacerlo a corto plazo. Cinco bocas expulsan cenizas, piedras y toneladas de lava, provocando ríos abrasadores que son cada vez más anchos y que engullen todo cuanto encuentran a su paso. Las grandes cantidades de dióxido de azufre que expulsa el volcán, –más de 50.000 toneladas–, llevan a los expertos a considerar que, de hecho, está en su momento de mayor actividad. Dan cuenta de ello también las fortísimas explosiones y numerosos desbordamientos que se producen, además, ante otra rotura parcial del cono principal.
Al mismo tiempo, los seísmos no dejan de multiplicarse, sumando aún más angustia a una situación que se prolonga ya durante seis semanas; seis semanas durante las cuales el volcán no ha dejado de generar destrucción.
En La Laguna, donde la unión de las coladas dio lugar a que la lava terminase por sepultar numerosas viviendas, hoy encuentran un mínimo alivio en que parece que la colada norte muestra un manto humeante pero aparentemente inmóvil. Así, lugares de referencia como el colegio tienen la lava en la misma zona desde hace 3 días, mientras la iglesia sigue en pie, a pocos metros de distancia de un flujo que no se esparce pero que aumenta su grosor, con muros cada vez más alto rodeando edificaciones.
Su amenaza es la pesadilla de los vecinos evacuados, algunos de los cuales han podido regresar tan solo unos minutos para volver a sus casas para recoger ropa, documentos y enseres.
Para quien tiene su vivienda en la posible trayectoria de la colada, no obstante, se hace difícil mantener la calma: “Lo ves por la tele y lo sientes, pero cuando te pasa a ti te rompes por dentro”, cuenta una afectada, entre lágrimas.
La angustia también se palpa en el centro de Tazacorte: “Todo es miedo”, lamentan. Sus vecinos serían los próximos evacuados si la colada vuelve a avanzar rodeando la montaña por el norte; una posibilidad que mantiene sus vidas en tensión permanente.