La negociación del contrato de las mascarillas dio para cientos de mensajes de Whatsapp entre Alberto Luceño y Elena Collado, la responsable de compras del Ayuntamiento de Madrid. Él se encargaba de negociar con la empresa distribuidora, escondiéndole a ella que su objetivo era una comisión millonaria; ella gestionaba los movimientos dentro de la empresa. Entre esos mensajes profesionales, muchos eran cordiales, como en el que un Luceño satisfecho por sus gestiones reclamaba "una medallita civil"; pero otros, no tanto
Collado, que ante la Fiscalía aseguró que creía que Luceño y Medina querían ayudar a Madrid, y que los metió en el mismo saco que a las decenas de personas que llamaban a diario para ayudar - "soy un poco pava, me lo dicen todos los días"- aseveró ante el Fiscal tenía que lidiar con sus jefes y con las exigencias de la empresa malaya Leno, a la que Luceño representaba. Los mensajes entre ambos demuestran que se entendían, pero que a veces tenían sus más y sus menos.
El sumario es un mar de documentos, fotos, vídeos, correos electrónicos y de conversaciones cruzadas por Whatsapp. Muchas cosas quedaron por escrito, pero Luceño usaba con normalidad los audios de Whatsapp, y así lo hizo a la hora de hablar de "la medallita civil que le vendría bien".
Era dos de abril. A las 8:20 de la mañana, Alberto empieza a enviar mensajes a Elena. Todo está listo para el envío de los dos millones y medio de guantes adquiridos, pero hay un problema con el transporte. Él le rebota a ella varios mensajes del proveedor, al que la empresa de transportes ha reclamado un contacto en Madrid.
En uno de esos mensajes incluso llegan a preguntar si el Ayuntamiento ha cambiado de idea. A lo largo de varios mensajes presionan haciendo notar que también los fabricantes están en un momento de tensión. "Es increíble", dicen en inglés en uno de ellos en el que explican que han tenido que hacer tres cambios con el material y tres documentaciones.
Elena contesta después de las 11 de la mañana dándole un contacto. Ese día, hay de todo, incluidas llamadas en las que se intuye una discusión entre ambos. Así se desprende del mensaje que él le envía a ella y en el que le dice que durante media hora ha hablado con "Jorge" y que mejor olvidan "lo pasado" y miran al futuro, "que es España y eres tú".
Luceño explica que a partir de ahora la comunicación para ese tipo de situaciones la llevarán directamente entre Malasia y el departamento de "Jorge" y que ellos se comunicarán para el resto de asuntos. Templados los ánimos, Luceño, en tono jocoso le dice: "Ahora sí que me debes... una medallita civil, me vendría bien".
A partir de ahí, el tono ya es relajado, pero las conversaciones siguen hasta las ocho y 20 de la tarde, cuando quedan para hablar por teléfono y "comentar otra cosa".
El tres de abril ya no hay tensión, Elena le da los buenos días con un: "Lo único imposible es lo que no se intenta".
Pero el 8 de abril volvieron los nervios. El Ayuntamiento había detectado que los guantes enviados no eran de la calidad solicitada y que el precio de dos dólares por unidad estaba absolutamente fuera de lugar. Es ahí, cuando Elena Collado envía un mensaje a Luceño alertándole de que les han "estafado, seguro" porque acaban de encontrar unos guantes similares en un supermercado español a ocho céntimos.
En apenas un par de horas, Luceño tranquilizó a Collado diciéndole que había conseguido que la empresa rebajara el precio de dos dólares por unidad a 39 céntimos.
A partir de ahí, el que empieza a presionar es él, pidiendo un documento para que les puedan hacer la transferencia por cuatro millones de dólares, que según el fiscal no eran una rebaja del precio, sino la comisión de Luceño y Medina, a la que habían renunciado.
En ese contexto, entre varios mensajes de presión a Elena Collado, le pide que no haga "una chapuza" y que imagine que él mandara un documento incompleto: "Si lo hago yo, estáis otra vez con la estafa de los cojones", espeta el empresario ahora investigado.