Sánchez, la unidad y el reparto de los millones
El presidente del Gobierno cambia su mensaje de hace dos años y busca una imposible unidad política
Sánchez volvió a su lugar fetiche: Casa de América. Al mismo salón donde convocó a personalidades de la vida publica española para poner de largo su proyecto nacido de una moción de censura. Las cosas han cambiado mucho en estos dos años.
Entonces la sala estaba abarrotada de gente, ahora apenas un centenar de personas con distancia de seguridad. Entonces se veían caras sonrientes y abrazos, besos y manos chocadas; ahora solo mascarillas y codos. Entonces se leía el lema “Avanzamos” y un logo en el que las letras ESP eras acompañadas por dos flechas, indicando el camino adelante; ahora el lema es menos eufórico.
Esa afirmación categórica ha sido sustituida por una declaración de principios basada en el esfuerzo: “España puede”. El Gobierno nos exhorta, nos anima, nos invita a poder. Casi nos da ánimos. Ya no se constata el avance, se certifica la dificultad.
Esas flechas que todos identificamos con el avance rápido de los mandos a distancia que pulsamos cuando queremos quitarnos de encima lo que no nos interesa e ir al grano, han sido reemplazadas por una escalera que hay que subir. Más esfuerzo. Tenemos al menos cuatro peldaños por delante.
El primero, el que nos ha de servir de base, es la bandera europea. No es poco apoyo. El presidente se ha encargado de recordar en su discurso que llegarán 140.000 millones, de los que 72.000 son transferencias directas. Así se suben mejor las escaleras.
Los otros tres peldaños son la bandera de España. Sánchez ha dicho que habitualmente somos nosotros nuestros propios enemigos, que no creemos en nuestras posibilidades y que preferimos buscar lo que nos separa que lo que nos une. Por eso, para poder completar la subida de la escalera, reclama “unidad”.
Repetida tres veces y en mayúscula
“Unidad” ha sido la única palabra que Sánchez llevaba escrita en su discurso en mayúsculas. Y la ha escrito tres veces seguidas: UNIDAD, UNIDAD y UNIDAD. Cuando alguien quiere dejar claro el mensaje, mejor repetirlo. Y por si se despista, mejor escribirlo en mayúscula para hacer inflexión de voz. Sánchez pide unidad a todos para sacar al país de esta crisis, pero a unos se lo pide con más fuerza que a otros.
Por ejemplo, a los empresarios. Allí estaban los que mandan en el Ibex-35, el índice de las empresas más importantes de España que Pablo Iglesias suele airear en los mítines como quien menta a Mefistófeles. Florentino Pérez (ACS, con mascarilla negra, no blanca), Ana Patricia Botín (Santander, con mascarilla roja corporativa), Pablo Isla (Inditex), Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola), José María Álvarez Pallete (Telefonica), José Manuel Entrecanales (Acciona), Isidre Fainé (Caixabank), Antoni Brufau (Repsol), Carlos Torres (BBVA), José Ignacio Goirigolzarri (Bankia)… Todos ellos con las rigurosas mascarillas quirúrgicas que nos igualan y despersonalizan.
Es curioso que nada más terminar el discurso, Ana Patricia Botín se pusiera a departir con Iglesias y que después el resto de los líderes empresariales le buscaran amigablemente, muchos de ellos para compadecerse por el verano de acoso que ha sufrido su familia. No parecía que el ogro del Ibex fuera tan fiero, ni que los que manejan los hilos desde la oscuridad de sus atalayas fueran poco humanos.
¿Es esa la unidad que solicita Sánchez? ¿Que Iglesias y los líderes empresariales conversen amigablemente y rencillas pasadas se las lleve el viento? Tal vez, aunque todos sabemos que el dinero depende de las decisiones políticas y que este Gobierno tendrá que gestionar cantidades ingentes que irán al tejido empresarial de una u otra manera. E Iglesias sabe que desde su cargo institucional no deben soltar las mismas soflamas incendiarias que desde la tribuna de Vistalegre.
Iglesias y los presupuestos
Entonces, ¿qué es la unidad que pide Sánchez? Ya advirtió el presidente que nadie tiene que dejar de pensar lo que piensa, pero que tenemos que construir el futuro todos juntos. Pero el responsable de las decisiones sigue siendo el Gobierno y la unidad primero hay que buscarla en su seno. Así que los presupuestos, por ejemplo, han de contar con el visto bueno de Pablo Iglesias y los suyos.
El propio Iglesias lo dejaba claro en los corrillos. El procedimiento debería ser el siguiente: primero pactar con Podemos las cuentas, luego abrirse al resto de partidos, si éstos quieren introducir modificaciones, estas deberían ser consultadas a Podemos. Es decir, Iglesias no se cierra al pacto con Ciudadanos y con otras fuerzas pero lo pone difícil en la práctica. Veremos hasta dónde llega la capacidad de seducción del presidente.
Para Sánchez es prioritaria la unidad, es decir, sumar más fuerzas políticas a su proyecto o hacer que estas fuerzas lo vean también como propio, pero para Iglesias hay otra premisa: intentar que no se resquebraje la mayoría de la investidura. Por eso él cuida la relación con ERC, aunque los vaivenes de la política catalana y las turbulencias de unas elecciones en ciernes puede poner muy difícil la fidelidad de los republicanos.
¿Y el PP?
Sánchez se va a reunir de nuevo con Pablo Casado esta semana. No son muchas las veces que se citan. No hay mucha cercanía entre ellos. Sánchez y Casado representan a las dos fuerzas políticas con mayor representación y ambos aspiran a seguir siendo hegemónicos y alternativos. Por eso, no se espera demasiada unidad entre ellos. Se verán, saldrán cada uno con su discurso pero sin acuerdos. Servirá para que ambos digan que la otra parte no los ha querido. Esto ya lo hemos vivido, nada nuevo.
Por tanto, Sánchez tiene la unidad complicada, al menos en lo que se refiere a la política. Son muchos los que están esperando que se la pegue, pero él lleva los mandos de la nave y eso le da la ventaja de llevar la iniciativa. Los empresarios y ejecutivos del Ibex lo han entendido y saben que tendrán que pactar con él las medidas de futuro que sirvan para sus empresas. Y saben que hay fondos europeos cuantiosos. Tal vez la clave de la unidad la dé el dinero.