Sánchez tenía el ejemplo de lo que hizo Rajoy: repitió las elecciones en 2016 y pasó de 123 a 137 diputados. Con esa subida y la inestimable abstención del PSOE, logró la investidura. En los meses en los que Sánchez negociaba su investidura, las encuestas le encumbraban al 30% y su valoración andaba disparada. Sus asesores calcularon que la repetición le permitiría gobernar sin depender de los independentistas y sin tener que meter en el Gobierno a Iglesias.
Pero no le ha salido bien la jugada. En realidad, de lo único que puede presumir el PSOE es de haber vuelto a ser la fuerza más votada, pero con tres escaños menos de los que tenía. Ahora tiene un Parlamento mucho más fragmentado y va a ser un dolor de cabeza lograr pactos de múltiples bandas. Sólo hay cosa que opera a su favor: los partidos parecen escarmentados con la repetición electoral y van a mostrarse más flexibles con una investidura.
Una de las claves puede ser Ciudadanos. Se ha dado un batacazo histórico por empeñarse en querer adelantar al PP en la derecha y no ser el partido bisagra que permitiera la gobernabilidad. Los electores le han castigado cruelmente. Ahora Rivera tiene que decidir si sigue o no y, si lo hace, cómo sigue. La primera decisión que dejó ayer entrever es la de regalar sus votos a una investidura para desbloquear, esta vez sí, la situación política.
Otra clave va a ser Unidas Podemos. Iglesias ha estado duro: sigue exigiendo entrar en el Gobierno. Veremos si mantiene su órdago o se muestra más flexible y acepta la investidura que le pide Sánchez.
Si Sánchez sumara el apoyo antitético de ambos partidos, todo parecería más sencillo. ¿Es una locura plantearlo? Tal vez, pero estas elecciones han dejado muchas lecciones y es posible que una de ellas sea permitir primero un Gobierno y luego ver cómo se influye en sus decisiones. Los votos que le faltan al PSOE los puede buscar entre el resto de fuerzas políticas no independentistas. Tal y como están las cosas en Cataluña, parece casi imposible que Sánchez se apoye en ERC para acceder a la investidura.
Hay una opción que lleva sobrevolando durante toda la campaña: la gran coalición, en el formato PP que ustedes elijan. Lo más normal sería que el PP se abstuviera como hizo el PSOE ya sin Sánchez para facilitar la investidura de Rajoy. Casado no quiere ni planteárselo, pero en Génova ya han hecho cálculos y han visto que con apoyos factibles y esa abstención, Sánchez tendría vía libre. No obstante, esa sería la última de las posibilidades. Si Sánchez la quiere jugar, tendremos suspense hasta el final.
Y el triunfador innegable de la noche es Vox. Se veía venir, se olía en la calle, se palpaba en cualquier foro. Vox se ha disparado y se ha aupado a la tercera fuerza política de España. Ya está a la altura de las otras fuerzas de extrema derecha del resto de Europa. Ahora son parte de nuestro sistema político y están aquí para quedarse. Su presencia debe ocupar a todos, pero a quien más, sin duda, al PP. Casado tiene que redefinir su espacio político después del subidón de Vox y el hundimiento de Ciudadanos.
El Congreso, además da la bienvenida a ¡Teruel existe! Los turolenses han decidido dar apoyo a una fuerza local, como los cántabros del PRC, los canarios de CC, los gallegos del BNG, los navarros del NA+ o los valencianos de Compromís. Es decir, no son solo los catalanes o los vascos los que optan por partidos locales. Y casi se cuela Coalición por Melilla. Es decir, a la vez que se refuerza un partido muy centralista como Vox, se multiplican las fuerzas regionales, mientras se refuerzan las nacionalistas e independentistas.
Todo ello deja un Parlamento más complejo que el anterior. Si los políticos están a la altura, habrá Gobierno en España. Si no... No desestimen nada.