Sánchez diseña tres áreas diferenciadas de Gobierno y saca Cataluña de la mesa del Consejo
Sánchez forma un ejecutivo para tranquilizar a los mercados y a Europa, para que Podemos se sienta cómodo y para que el PSOE controle la política.
Pedro Sánchez hace buenos gobiernos. Los dos que ha hecho han dejado un regusto de profesionalidad y eficacia. Ha sabido elegir perfiles que dejan sin argumentos incluso a los más críticos. Esta vez la gran sorpresa ha sido José Luis Escrivá, el responsable de la Autoridad Fiscal Independiente (AIREF). Escrivá es un tipo respetado y el cargo que ha desempeñado también. Ha sabido dar sentido y entidad a una exigencia de la Unión Europea, que pidió un organismo independiente para controlar que las cuentas del Estado no se fueran de madre y termináramos en un rescate.
Los análisis y previsiones de la AIREF han ido siempre a misa y sus advertencias han sido destacadas siempre para afear a los gobiernos sus triunfales análisis. Ahora Escrivá deja de predicar y se pone a dar trigo. Le toca algo que conoce y ha analizado bien: las cuentas de la Seguridad Social.
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El Gobierno económico
Su elección viene a reforzar el área económica del nuevo Gobierno, encabezada por Nadia Calviño. La que fuera directora general de Presupuestos de la Comisión Europea, además de otros importantes cargos en Bruselas, será la encargada de garantizar a Europa y a los mercados el rigor en las cuentas, frente a los vaticinios catastrofistas. En su órbita anida también el ministerio de Asuntos Exteriores, con Arancha González Laya al frente. Esta licenciada en Derecho ha trabajado para la Comisión Europea, la Organización Mundial de Comercio y la ONU. Su elección ha sido aplaudida por tres exministros del PP.
Sumen al área económica a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que será también portavoz, a Reyes Maroto, la ministra bien vista por la industria del automóvil, Luis Planas, el ministro de Agricultura que antes desempeñó el cargo de secretario general del Comité Económico y Social Europeo e incluso al ministro Ábalos, aunque su perfil de "pilar del Gobierno", según Moncloa, le lleve a estar en todas las salsas.
La pata económica le ha salido a Sánchez robusta y respetable. Pocos peros se le pueden poner desde Europa y desde el mundo empresarial. Mensaje de rigor y responsabilidad.
El Gobierno social
Pero recordemos que este es un "Gobierno progresista basado en la justicia social y el dialogo", según anunciaron sus promotores. Del diálogo hablamos luego. Ocupémonos de la justicia social. Ahí está y estará Pablo Iglesias, el vicepresidente de Derechos Sociales. Iglesias tendrá al menos tres ministerios bajo su órbita: el de Igualdad con Irene Montero, el de Trabajo con Yolanda Díaz y el de Consumo con Alberto Garzón. Ellos remarán a favor de su líder, sin duda, que tendrá como principal escollo lograr que el área económica apruebe sus medidas sociales. Vamos a volver a la tradicional pelea del ministro de Economía y Presupuestos con el resto de ministros gastones, pero en este caso acentuada, porque aquí hay un vicepresidente que es el líder de otra formación y sabe que se la juega con las decisiones que pueda tomar.
¿Cuánto logrará arañar Iglesias a Calviño y su equipo? ¿Cómo mediará Sánchez? ¿Cómo responderá la economía española? Estas cuestiones serán objeto de análisis toda la legislatura y de su respuesta va a depender el éxito o fracaso del proyecto. Cuando las cuentas empiezan a no cuadrar, se acabó el gesto social. Eso lo saben bien los socialistas porque lo sufrieron en 2010.
Sánchez además ha colocado a una vicepresidenta nueva a marcar territorio a Iglesias. Teresa Ribera asciende en el escalafón, pero no parece que en el organigrama pueda acumular en su órbita mucho más poder. Parece que su tarea está orientada a no perder de vista a Iglesias y a intentar que no sean él y los suyos los que capitalicen la lucha contra el cambio climático.
La mesa de diálogo
Vamos con el anunciado dialogo. Sánchez ha decidido sacar el asunto espinoso de Cataluña de la mesa del Consejo de ministros y llevarlo a otra mesa. Intenta que el recién reconocido "conflicto político" no le intoxique toda la acción de Gobierno, así que se lo lleva a otro foro paralelo. La decisión es sin duda polémica: ¿cómo se puede sacar un asunto como ese del ejecutivo y del legislativo para llevarlo a una realidad paralela? Pues esa es la manera que han encontrado Sánchez y los suyos de avanzar sin estar determinados por el asunto que paralizada, ocupa y divide la política española desde hace años.
¿Servirá para algo esa mesa? En el peor de los casos para ganar tiempo. No parece que el asunto se pueda resolver fácilmente porque las posiciones de partida siguen siendo antagónicas e inamovibles. Así que a ganar todo el tiempo que se pueda negociando.
El Gobierno socialista
Un ministro socialista contaba una anécdota sobre un compañero suyo de gabinete: Enrique Múgica. Al llegar a la reunión, citaba los asuntos que le competían con rapidez y decía: "Bueno, ahora vamos a hablar de política que es lo que me interesa." A los políticos y a los periodistas les encanta hablar de política. ¿Con quien va a hablar de política Sánchez en su Gobierno? Pues quienes son los encargados van a estar coordinados por Carmen Calvo y por el "pilar del Gobierno" José Luis Ábalos. Ahí estarán el de Interior, Marlaska, la de Defensa, Robles, la de Educación Celaa, el de Universidades, Castell, el de Sanidad, Illa, e incluso los dos que faltan por saberse, Justicia y Cultura.
Todos ellos son perfiles políticos, diferentes a los del área económica y distintos a los miembros de Podemos. Ahí encontrará Sánchez su núcleo duro, aquellos con los que solventar las crisis que a buen seguro llegarán.
De cómo logre Sánchez gestionar las diferentes áreas en las que ha conformado este extenso ejecutivo, va a depender el éxito o fracaso de su proyecto. Si Iglesias y los suyos se sienten arrinconados, malo; si el área económica no manda en lo suyo, malo; si la mesa de diálogo no funciona, malo; si el área política se resquebraja, malo. Muchos frentes para alguien que sudará para sacar adelante sus propuestas en el Congreso. No digan que no va a ser divertido.