124 votos a favor, 155 en contra y 67 abstenciones. La historia de un suspenso anunciado, de una investidura fallida y la prueba de por qué la política es considerada uno de los graves problemas para los españoles que han asistido a un bochorno, a un sainete, a una ópera bufa muy por debajo de lo que se merecen.
La nota para Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es muy deficiente. Tienen hasta septiembre para recuperar el curso, pero la pregunta es si quieren estar en la misma clase a partir de ahora. Visto lo visto tras el fracaso de la investidura, donde el PSOE solo ha logrado convencer al diputado de Revilla, no parece muy fácil que en septiembre se logre aprobar el curso y que Sánchez se convierta en presidente.
Pero aún hay tiempo para que los malos estudiantes que dejaron todo para las últimas 48 horas se apliquen. El resto de los grupos ya les han dejado claro que no han empollado lo suficiente. Las calificaciones de todos los grupos al intento de formar gobierno ha sido rotunda: espectáculo lamentable, una banda que no ha sabido repartirse el botín, una decepción, un fracaso del que se arrepentirán... Eso sí, Compromís y PNV confiaban en el milagro mientras que ERC lo ponía en duda, porque "¿quién dice que habrá septiembre?", en un claro aviso a navegantes. La salida en estampida de Pedro y Pablo del hemiciclo no parece nada halagüeño. Cierto es que el espectáculo ha sido deplorable.
La realidad a día de hoy es que Sánchez vuelve a suspender en una investidura, otra vez de la mano de un Iglesias con el que el PSOE no ha tenido piedad. Sánchez le ha echado en cara querer entrar en el Gobierno para controlarlo y ha insistido en que él quieren un gobierno, y un gobierno coordinado. No se ha parado ahí el líder del PSOE que ha lanzado una bomba para la imagen de Unidas Podemos: el problema no han sido los programas sino los Ministerios. Y ahí ha detallado todas las ofertas rechazadas por el líder de la formación morada que no paraba de decir no con la cabeza.
Con evidente enfado, Sánchez ha desgranado las deficiencias de Unidas Podemos, un nuevo partido que "no ha gestionado nunca nada y que pese a ello quería carteras complejas". El presidente en funciones, visiblemente molesto, le ha señalado a Iglesias que "prefería no ser presidente a traicionar sus principios" y que no quería "ser presidente a cualquier precio" porque luego había que gobernar. De sus palabras no parece vislumbrarse un acuerdo en septiembre porque considera que un gobierno con Podemos "no sería útil para el país". Pero que nadie se confíe porque ya antes del fracaso consideraba que Iglesias no creía en la democracia española. Y ahí han estado ambos regateando hasta el final, puñaladas incluidas. La pregunta es ¿Realmente Sánchez quiere tener a miembros de Podemos en su gobierno teniendo en cuenta lo que piensa de ellos y de su capacidad?
Sánchez defiende, ahora que nadie quiere ser acusado de ser el culpable de unas nuevas elecciones, que las ofertas del PSOE han sido más que suficientes: "¿Alguien considera ser humillante ser ministro de Vivienda, de Igualdad, ser vicepresidente de cuestiones sociales? Puede ser que no fuera lo que usted quería, pero era una propuesta razonable y sensata", le ha señalado Sánchez.
Más dura ha sido Adriana Lastra que ha provocado la sorpresa de Iglesias al señalar que pretendía "conducir un coche sin saber llevar el volante". Ha sido esta la reacción de la dirigente socialistas después de que Iglesias hiciera lo nunca visto: una oferta en plena tribuna, renunciar al Ministerio de Trabajo para quedarse con las políticas de formación. Lastra le ha dejado claro que estas están en manos de las Comunidades Autónomas. "Si no saben eso cómo quieren llevar el Ministerio de Trabajo", le ha espetado a Iglesias ante el sonrojo de este. Aunque luego, eso sí, le volvió a pedir el voto, en lo que ya parecía un esperpento más. Y es cuando Iglesias explotó en su silla. "Que poca vergüenza".
Iglesias, más comedido que de costumbre, ha pedido respeto a su partido y ha calificado de cutres las filtraciones del PSOE de las propuestas "que ustedes editaron para convertirlas en exigencias". Pese a todo no ha negado la posibilidad de un acuerdo en septiembre. "No lleve a los españoles a elecciones, negocie con nosotros", ha instado a Sánchez, que le había dejado claro que el acuerdo entre partidos de izquierdas debería haber estado asegurado desde el primer momento".
Casado recordó a Sánchez que a veces los fracasos son culpa de las malas compañías, y que hace 15 años las eligió mal. Le reprochó haber dado el peor espectáculo de la democracia y consideró que Sánchez era el único culpable del fracaso. "Usted quiere jugar a la ruleta rusa con el país y que nosotros pongamos la bala", le ha dejado claro. Rivera no habló de armas, pero sí de bandas, la que no había sido capaz de repartir el botín. Abascal dejó claro que nunca apoyaría un gobierno deseado por independentistas. Y en eso tenía razón. Los más tristes del hemiciclo fueron los independentistas con un Rufían que puso como ejemplo la capacidad de la derecha para pactar, "ya lo habrían hecho hasta con los sobresueldos", y que dejó claro que tanto Pablo como Pedro se arrepentirán mucho tiempo del día de hoy.
Aitor Esteban pareció el profesor con los alumnos, recomendándoles volver a coger los libros y aprobar en septiembre si lo que les separa es lo que dicen. Y repartió deberes: A Iglesias le aconsejó no querer asaltar cielos de golpe y conformarse con ir de nube en nube mientras que a Sánchez le pidió algo más de empatía y menos arrogancia. Hubo tiempo para regalos, el de Rufián a ambos de un libro de cuentos para niños escrito por Junqueras desde la cárcel. Pero no Sánchez ni Iglesias estaban para regalos, ni cuentos ni bromas. El país, tampoco.