Un debate electoral no es un partido del fútbol en el que da igual si se juega bien o mal: manda el resultado. Aquí el resultado no es un 1-0. El resultado es difuso y hay que esperar a las elecciones para comprobar quien gana y quien pierde y para entonces ya no importará el debate.
Así que, a falta de un resultado, traslademos nuestras sensaciones después de haber visto las tres horas de debate a cinco.
El líder del PSOE fue el más interpelado por todos. Más de una docena de veces le interrumpió Casado. Fue al que más interpeló Abascal. Rivera le buscó más que a nadie e Iglesias tuvo como interlocutor preferido al presidente del Gobierno. Se cumplió el todos contra Sánchez que vaticinaban en Ferraz. Incluso el propio interpelado se hacía la víctima y en algunos momentos evitaba tomar la palabra: “Espero a que me critiquen todos y así respondo luego.”
También fue el objetivo de todas las preguntas: ¿Va a pactar con Torra?, le dijo Casado. ¿Va a dimitir si hay sentencia condenatoria de los ERE?, preguntó Rivera. ¿Va a pactar con el PP?, inquirió Iglesias. Sánchez dio la callada por respuesta. ¿Eso es bueno? No contestar a las preguntas nunca lo es. Veremos si le pasa factura.
En lo que sí quiso concretar fue en lo que traía preparado: vicepresidencia económica para Nadia Calviño, que gobierne la lista más votada, prohibir por ley los referendos ilegales... Una ristra de propuestas para que se note que soy el presidente y quiero seguir siéndolo. Esa es su baza.
Pablo Casado fue al ataque. Quiso hacerse notar y no dejó en el aire nada de lo que le pudiera perjudicar. Si alguien le sacaba la corrupción del PP, Casado interrumpía para decir que no iba con él, si Sánchez sacaba pecho de medidas económicas, recordaba que ellos hicieron los presupuestos que se han prorrogado, si Rivera le intentaba robar votos, le recordaba que no se equivocara de enemigo. Casado salía al corte y no dudó en interrumpir. Fue el que más lo hizo. Y a todos los líderes.
Obvió a Abascal. No era su guerra. Se cebó con Sánchez y la crisis económica que viene. Cuando gobiernan los socialistas, aparece la crisis. Por eso tienen que llegar ellos a salvar los muebles. Un clásico que ahora vuelve ante la desaceleración. Para el PP estas elecciones son un referéndum sobre Sánchez.
Albert Rivera ya no sorprendió. Repitió lo que hizo en abril. Sacó un adoquín de los que lanzaban los manifestantes en Cataluña. Mostró un papel interminable con las cesiones de PP y PSOE a los independentistas. Pero todos lo esperaban y no sonó a nuevo. Lo que sí sonó distinto fue ofrecerse para desbloquear la situación. Parece que ahora va en serio, aunque veremos cómo queda la aritmética.
Su mayor insistencia fue la defensa de las familias. Lo repitió en multitud de ocasiones. Quería llegar a sus votantes potenciales, esos que dicen que se van a la abstención. Su último llamamiento fue a la movilización. Le hace falta.
Pablo Iglesias volvió a ejercer papel de moderado y con la constitución en la mano. No se olvidó del Ibex 35, de los impuestos a los ricos, de las puertas giratorias y de que ser español no es tener la bandera más grande. Iglesias volvió a sonar como socio de Gobierno y no exigió una vicepresidencia, aunque dejó claro que quiere la coalición. Esperó a Abascal y le tendió una emboscada: que usted fue una víctima del terrorismo, pues yo llevo a la hija de un asesinado por ETA en mis listas.
Evitó lo que pudo el tema catalán. No le beneficia. Y a las primeras de cambio habló hasta de los ganaderos gallegos para recalcar que la Cohesión de España (primer tema de debate) era más que lo que ocurre en Cataluña. Lo suyo iba más por lo social y por reclamar a Sánchez desde la izquierda. En eso fue efectivo.
Santiago Abascal llegó a pecho descubierto como un sargento de la legión. Dos botones desabrochados de la camisa le delataban. Empezó titubeante. Aún no había entrado en calor, pero poco a poco se fue soltando. Puso en medio del debate su agenda: los inmigrantes irregulares traen delincuencia, las comunidades autónomas son un despilfarro y un fracaso, Sánchez enfrenta a los españoles... En eso fue efectivo. Lo dijo claramente: estamos aquí para cambiar el marco de debate. Y un mensaje a lo Trump: los españoles primero.
Pues elijan ustedes. Seguro que cada uno ya tiene su ganador e incluso lo tenían antes de que empezara el debate. Para mi hay dos principales: Abascal, por ser la novedad y haberse desenvuelto con soltura, e Iglesias por haber trasmitido serenidad y plantear claramente su propuesta de Gobierno. ¿Eso quiere decir que los demás perdieron? Lo veremos el día 10.