Franco se borra del mapa
La retirada de la estatua de Franco en Melilla completa una lista de sonados episodios similares
El Foro para la Memoria Democrática lo celebra, aunque llegue "tarde", y reclama nuevos pasos en la eliminación de símbolos de la dictadura
Del Franco, ese hombre que decía el viejo documental con el que la dictadura conmemoró los “25 años de paz” España ha pasado al Franco ¿dónde está ese hombre? La realidad se ha ido imponiendo lentamente a la ficción, a medida que han ido desapareciendo las estatuas levantadas en su día para exaltar la figura del Caudillo.
La más reciente, esta semana en Melilla, se ha considerado como la culminación del proceso. Se ha vendido como la retirada de la última de las estatuas de Franco que quedaban en suelo español. Aunque no es del todo exacto. En Tenerife todavía se puede ver su figura en un complejo escultórico que se erigió como “Monumento a la Victoria”.
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La caída del símbolo en Melilla ha llegado 46 años después de la muerte del homenajeado, y, como adorno simbólico, justo en la semana en la que se han conmemorado los 40 años de golpe de Estado del 23-F, aquel intento de regreso al viejo régimen. “Ha tardado demasiado tiempo”, se lamenta Javier Ruiz, tesorero del Foro para la Memoria Democrática, que en todo caso lo considera como una buena noticia. “Yo creo que vamos tarde. No valoro si las administraciones de Melilla han mirado para otro lado. Pero lo mismo que se exige el cumplimiento de otras leyes, la de Memoria Histórica tiene que cumplirse”.
Se refiere a la ley de 2007, impulsada por el Gobierno socialista de Zapatero y que vino a acelerar el proceso de retirada de los diversos elementos franquistas que aún se salpican por toda España, un proceso que ha ido a trompicones. Y siempre con amagos de resistencia, también esta vez.
En Melilla, la retirada de la figura que llevaba en la entrada del puerto desde 1978 se aprobó con la abstención del PP y el voto en contra de Vox, que han cuestionado la decisión señalando que el monumento retirado hablaba del Franco comandante de la Legión que ayudó a defender la ciudad del ataque de las tropas de Ab del Krim en 1921, y no del Franco dictador. El presidente del PP, Juan José Imbroda, acusó de hecho al Gobierno de Pedro Sánchez, de “sacar a hombros a Franco para intentar tapar una malísima gestión de la pandemia”. “Aunque lo hagan, esa historia ha existido y no la borran quitando una estatua”, ha dicho.
Un argumento "peregrino"
Para Jesús de Andrés, profesor de Ciencias Politicas de la UNED, el argumento es "peregrino". A su juicio, "decir que se podía mantener porque la estatua es de cuando era comandante es como decir que pones en Berlín una estatua de Hitler de cuando era pintor. ¡Al personaje hay que verlo en todo su recorrido histórico!”.
También el Foro para la Memoria Democrática ha salido, una vez más, a rebatir argumentos de este tipo que resurgen cada vez que se toca la escenografía del franquismo: “Hay gente, incluso historiadores revisionistas que defienden que debe quedarse porque es parte de la historia”, explica Javier Ruiz, “pero una cosa es que sepa lo que fue el franquismo y otra que haya elementos que conmemoren y hagan bueno un periodo de nulidad de libertad. ¡Es distinto!”.
Ruiz aprecia una España de dos velocidades en lo que se refiere a la eliminación de símbolos de la dictadura. “Se impulsó con Zapatero y cuando llegó Rajoy se mantuvo, pero ralentizado. Luego se ha vuelto a acelerar en la etapa de Pedro Sánchez”, dice para describir el ritmo del proceso. El caso más rotundo y visible de esta última etapa es la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos y su traslado al panteón familiar de Mingorrubio.
El helicóptero saliendo del valle de Cuelgamuros con el féretro a cuestas ha sido la imagen más icónica, y presumiblemente más eficaz, de cómo la figura de Franco ha ido saliendo del espacio público. Borrándose del mapa. Un proceso de décadas, que se ha venido a completar ahora con la retirada de su estatua en Melilla. Con ser la última, y haber generado ciertas resistencias, no es ni mucho menos la más sonada. Franco había caído antes de otros pedestales con bastante mayor estruendo.
Los hitos de un largo proceso
. Valencia. 1983. La ejecución se retrasó cuatro años desde que se aprobó el traslado en septiembre de 1979. Se tardaron once horas en la operación que, según las crónicas de la época, la acometieron de madrugada militantes de partidos de izquierda con monos azules y encapuchados. Todos ellos voluntarios. Grupos ultras intentaron boicotear el trabajo -aplaudido por otros-, hubo cargas policiales y hasta seis detenciones. Como curiosidad, miembros del FRAP habían intentado en el 77 desmontar la estatua, pero su anclaje aguantó más que las cuerdas con las que intentaban trasladarla el camión en el que pretendían llevársela.
. El Ferrol. 2002. La imagen de Franco salió de la Plaza de España de su ciudad natal en una jaula. Fue en una noche de julio, que algunos celebraron con fuegos artificiales y música de gaita. Otros con pena. Pero no hubo incidentes. Miles de personas siguieron el recorrido del primer traslado de aquel Franco a caballo, que pasó unos años en la Plaza de Herrerías del Arsenal Militar. En 2010, sus doce toneladas de peso se volvieron a mover, a instancias de la Ley de Memoria Histórica, a un emplazamiento menos público. A un almacén de repuestos de la Armada.
. Madrid. 2005. La última estatua ecuestre de Franco que quedaba en Madrid llevaba instalada desde 1959 en la plaza de San Juan de la Cruz, junto al conocido edificio de Nuevos Ministerios. Su desaparición coincidió con una cena homenaje al líder del PCE, Santiago Carrillo. La entonces vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández De la Vega anunció allí la decisión. Se hizo con protección policial debido a algunas protestas y a la presencia de curiosos. El traslado llegó precedido de polémica: ninguna administración se quería hacer responsable de la criatura, hasta que finalmente el Gobierno central asumió la decisión. La última referencia es que está en unos almacenes de Fomento.
. Santander. 2008. También en este caso se tardaron años en dar el paso. Cuatro en concreto. Finalmente, se aprovechó la excusa de la remodelación de una plaza para hacer un parking. Cientos de personas asistieron a la retirada, que se acometió entre aplausos y algún "viva Franco". La estatua, que había presidido durante 44 años la plaza del Ayuntamiento, fue a parar a un almacén municipal.
Cronológicamente, estos han sido los principales hitos de un proceso que ha sido lento, tortuoso y discutido. Jesús de Andrés, autor de artículos sobre la materia, cuenta que la mayor parte de la simbología franquista empieza a desaparecer "con la formación de los primeros ayuntamientos democráticos". Señala que luego hay un impasse y, es a principios de siglo cuando se vuelve de nuevo la mirada a esta cuestión: Madrid, Guadalajara, Santander... comienzan a retirar las estatuas de Franco, con todo lo que simbolizan".
El profesor explica que, en un momento dado, las autoridades descubren que "la mejor opción", para sus intereses, era retirarlas. "Muchos lo hicieron por quitarse un problema de encima. No por convencimiento. La estatua es un símbolo tan potente que te supone quejas, cartas al director, presión, vandalismo... Y te pone en el foco de los medios. Nadie quiere una ciudad que se identifique con una imagen de impacto tan negativo”, comenta. Para él, y sin duda, las estatuas ecuestres son "el cúlmen" de la iconografía exaltadora del dictador y su régimen. Segús su estimación "hablamos de ocho o diez", no más, aunque luego hay otro tipo de elementos también relevantes como los bustos o "los medallones como el de Salamanca"
La decoración de Cuelgamuros
Quizás por eso, el Foro para la Memoria admite que la supresión de las imágenes de Franco tiene cierto valor, pero reclama ir más allá. “El resto de la simbología también tiene su peso”, subraya Javier Ruiz. Para él, los elementos franquistas que aún decoran el paisaje evocan lo que evocan “más allá de que la gente sepa lo que en realidad es”. Pone por ejemplo “el águila”, cuya asociación con el imaginario franquista depende “de la base cultural de cada uno”.
En esa dirección apunta ahora su objetivo prioritario: la eliminación del decorado franquista en torno a la basílica de Cuelgamuros, una vez que han salido de allí los restos mortales del dictador. Ruiz se queja de que incluso la información que todavía ofrecen algunos guías no ha sido actualizada. “Algunos dicen que eso de que aquí ha muerto gente y que lo de que había presos de guerra es mentira”, afirma. “Patrimonio Nacional debería ver qué es lo que se dice allí”, reclama.
Lo cita como asignatura pendiente en esta semana en la que la noticia ha sido lo de Melilla. El adiós a esa figura del Comandante Franco de la escena pública. ¿La última? No. Tenerife –como la irreductible aldea gala de Astérix- aún conserva una estatua del dictador. Forma parte del que se llamó Monumento a la Victoria, rebautizado en 2010 como Monumento al Ángel Caído. Se inauguró en el 66 y es de Juan de Ávalos, escultor del Valle de los Caídos. No se ha retirado y no hay planes de hacerlo, de momento.