De los presupuestos a la fusión bancaria: la política económica reabre la división del Gobierno

  • La coalición PSOE-Podemos "cabalga sus contradicciones" camino del otoño más duro

  • Sánchez ocultó a Iglesias la fusión bancaria por ser "información sensible"

Winter is coming, que dirían los de la famosa serie. Traducido al momento político, lo que se acerca es el otoño caliente que pronostica todo el mundo y para el que nadie sabe si está convenientemente preparado. Pedro Sánchez quiere hacer ver que sí. Que lo está. Pero el efecto combinado de las tres crisis –la sanitaria que sigue sin domarse; la económica que se va a recrudecer con el agotamiento de los ERTE y el paréntesis del verano y la social que se deriva de las otras dos- además de ponérselo difícil está sacando a relucir un día sí y otro también los problemas que plantea gestionar la que se avecina desde un Gobierno a medias.

A la vuelta del verano la pandemia sigue ahí, y han vuelto además las tensiones con los de Pablo Iglesias en al menos tres escenarios distintos. PSOE y Podemos discrepan sobre los socios en los que apoyarse para sacar adelante los Presupuestos. Interpretan de forma dispar los efectos de la megafusión de Caixabank con Bankia. Y les cuesta ponerse de acuerdo en cómo ayudar a los padres amenazados de cuarentena si se les contagia un hijo o si le pasa a uno de sus compañeros de clase. Esta semana es la de la vuelta al cole. En breve reclamarán una respuesta concreta.

Tres nuevas entregas (probablemente haya más) de esa larga secuencia que viene de lejos. Por citar solo algunos casos: en su día fue la división por la ley del “solo el si es sí”; con la pandemia llegó la disputa por el Impuesto Mínimo Vital; en verano, el serial (inacabado) de la fuga del rey y el debate sobre la monarquía… Y así.

La cuestión ahora es que el Gobierno se aproxima a los “días duros” que vaticinó el propio Pedro Sánchez en su conferencia inaugural del curso, quizás los más duros. Una etapa en la que las fricciones internas, por más que tengan su punto enriquecedor, suponen una complicación añadida.

El debate de las cuentas del año próximo es el ejemplo más flagrante. En esencia, por el papel nuclear que juegan los presupuestos en ese “gobierno fuerte” para “40 meses” que prometió Sánchez a los líderes del Ibex-35. Sin presupuestos no lo habrá, una certeza que le da aún más resonancia al choque de pareceres entre Sánchez e Iglesias sobre como reunir los apoyos necesarios para aprobarlos.

La tesis “oficial” del ejecutivo es que lo importante no es quién los apoye sino lograr un nuevo presupuesto para una nueva etapa. Los actuales son los de Montoro, que ni contemplan los estragos de la pandemia ni incorporan los fondos europeos. Una antigualla. La apuesta de Sánchez son unas nuevas cuentas inclusivas, que apuntalen la idea de unidad que aspira a acuñar como lema de esta etapa. Ha hecho amago de buscar algún tipo de respaldo del PP, pero el foco está sobre todo en Ciudadanos, con el que mantiene una negociación abierta, incluso cierta sintonía.

Podemos, sin embargo, todo lo contrario. De primeras sugirió un veto a cualquier tipo de acercamiento con Ciudadanos. Aflojó tras confirmar que cualquier acuerdo externo se haría sobre lo pactado antes entre los socios de Gobierno. Pero lo último es una vuelta a las esencias. Iglesias de nuevo ha dado a entender que no admite aproximación alguna con los de Arrimadas a la que mete en el saco de “las tres derechas”. En las redes sociales, este lunes, insistía en que la mayoría que sacó a la Gúrtel de Moncloa y “dio lugar al Gobierno de coalición es la que puede sacar los Presupuestos que necesita España”.

Iglesias se muestra tajante, insistiendo en los argumentos de la ministra de Igualdad Irene Montero de este mismo lunes. Sin embargo ERC, una de las piezas de esa mayoría a la que apela, no tiene nada claro lo de apoyar unos presupuestos del Estado con un proceso electoral en ciernes en Cataluña. Que es parte del quiz de toda esta cuestión. Una de las razones por las que Sánchez busca votos más allá de su territorio natural, en previsión de quedarse sin cuentas y, por extensión, sin legislatura. Recordemos, ya le pasó. Y también con ERC.

A Sánchez, por cierto, la fractura del PdCat le abre una nueva posibilidad, porque no renuncia a abrir el diálogo con los cuatro diputados que quedarán en el Congreso defendiendo esas siglas, después de romper con el Junts per Catalunya de Carles Puigdemont. En un escenario tan inestable como en el que se mueve la negociación, cualquier pequeño movimiento puede acabar derivando en terremoto.

Podemos se enteró de la fusión por la prensa

A estas alturas, ha dejado de sorprender que la coalición, para seguir “fuerte y firme”, como la calificó Sánchez, se vea obligada a vivir en equilibrio permanente. El anuncio de fusión de dos colosos financieros como son Caixabank y Bankia es otro ejemplo reciente de que en Moncloa hay dos voces y no siempre van al tiempo. Podemos saludó la noticia con notables reparos.

“Preocupante”, dijo de ella Nacho Álvarez, vicesecretario de Derechos Sociales y portavoz de asuntos económicos de la formación morada. Los ministros socialistas y el propio Pedro Sánchez, sin embargo, y sin entrar mucho en la cuestión, han preferido poner el acento en la buena acogida que tuvo el posible acuerdo en el mundo financiero, evidenciado en la subida en bolsa de ambas entidades.

Son dos formas de verlo. Otra vez la cara y la cruz. De hecho, nadie avisó a Podemos de lo que se cocía en el terreno bancario hasta que se supo por la prensa. Era información “muy sensible”, ha dicho Pedro Sánchez en su última entrevista para justificar semejante silencio. Unos lo llamarán prudencia. Otros, desconfianza.

Los padres y la cuarentena

No fue por omisión, sino por todo lo contrario, por lo que surgió otra de las últimas interferencias en la coalición de Gobierno. En su caso fue Pablo Iglesias, que a un paso

de la vuelta al cole anunció una posible baja retribuída para los padres obligados a quedarse en casa para cuidar de un hijo en cuarentena por compartir clase con un compañero contagiado.

Al Gobierno le costó días deshacer el enredo que supuso el anticipo de una medida que no se había tomado o que, si se pensaba tomar, nadie había anunciado que estuviera en estudio. Iglesias habló más desde la voluntad que desde el conocimiento y puso en aprietos tanto a la ministra de Hacienda (del PSOE), como a la de Trabajo (de Podemos) que no podían avalar la afirmación del vicepresidente.

La cuestión de los cuidados de niños “no positivos” en cuarentena ha quedado desde entontes en suspenso, pendiente de resurgir en cuanto la reapertura de las aulas cause las primeras bajas. Lo mismo que puede ocurrir en Moncloa, a la espera de que la coahabitación vuelva a poner a prueda las costuras de la coalición ahora que el otoño is coming.