Sánchez investido presidente por un Congreso "tóxico" y con la emoción a flor de piel
Sánchez se convierte en el presidente del primer gobierno de coalición de la democracia
Momentos de tensión y tono agrio de nuevo en el Congreso
Aina, ovacionada en el Congreso, e Iglesias, no pudieron contener el llanto
Y Pedro Sánchez fue presidente al fin. Después de un carrusel de elecciones y de un proceso de investidura plagado de tensión, insultos, rencor y odio soterrado que ha evidenciado que estamos ante una España partida en dos.
Hasta el último día se ha comprobado que estamos ante un Congreso tóxico, que emite señales de tensión y de enconamiento que harán de la legislatura, al menos por ahora, un camino de espinas. Sánchez acabó pletórico haciéndose fotos con los medios gráficos. Es de esperar que trate a partir de ahora mejor al resto y admita preguntas y ser cuestionado sin que nadie les considere enemigos de nadie. Iglesias rompió a llorar. No es para menos. Tras las últimas caídas en las elecciones logra ser vicepresidente. Veremos si estamos ante dos Gobiernos en uno y la lealtad de las izquierdas se cumple. La historia evidencia lo contrario.
No ha habido ausencias ni sorpresas de última hora y el líder del PSOE ha recabado el apoyo de 167 diputados: 120 del PSOE, 35 de Unidas Podemos y sus confluencias, seis del PNV, tres de Más País-Equo-Compromís y los otros tres que suman los representantes de Teruel Existe, Nueva Canarias y Bloque Nacionalista Galego (BNG).
Por contra, el bloque del 'no' se ha quedado en 165 escaños: los 88 del PP, los 52 de Vox, los 10 de Ciudadanos, los ocho de Junts per Catalunya, los dos de la CUP, los otros dos de Unión del Pueblo Navarro (UPN), uno de Foro Asturias, otro del Partido Regionalista Cántabro (PRC) y uno más Coalición Canaria, cuya diputada Ana Oramas se ha mantenido en el rechazo pese a que su formación había acordado abstenerse.
En la votación, pública y por llamamiento, con los diputados puestos en pie para anunciar su voto de viva voz, ha habido también 18 abstenciones de los 13 diputados de Esquerra Republicana (ERC) y los cinco de EH Bildu.
Se trata del margen más estrecho del sistema democrático surgido de la transición. Hasta ahora, los resultados más ajustados los tuvieron los anteriores presidentes socialistas: José Luis Rodríguez Zapatero en 2008, con 169 apoyos frente a 158 en contra (once votos), y Felipe González 1989, con 167 votos frente a 155 (doce).
Pero volvamos a una jornada donde han quedado bastantes momentos de emoción a flor de piel. Comenzó muy duro Sánchez ajustando cuentas con una oposición y echándole en cara sus derrotas, su bloqueo y su idea de que la Cámara es suya. Les ha pedido que acepten la derrota. Sus ataques a la derecha, a la que considera fuera de la democracia en estos momentos no tuvieron piedad. Casado no se andó por las ramas y argumentó por qué cree que estamos ante el Gobierno más radical de la historia y acusó a Sánchez de dejar en manos de los terroristas y separatistas el Gobierno. Antes había mostrado su apoyo al Rey y a las víctimas de ETA, algo que le reprochó Iglesias, que irónicamente dijo aquello de con amigos como estos para qué quiere el Rey enemigos.
Algo que también señaló Aitor Esteban, el mejor parlamentario del momento, al destacar que fue el Monarca quien propuso a Sánchez sin ver en él una amenaza para nadie. Brillante. Aunque algo habrá cuando los barones socialistas hicieron mutis por el foro, como Vox cuando habló Bildu.
Las emociones no acabaron ahí. Y los reproches tampoco. Como el uso de las víctimas de ETA. No hizo uso de ellos el portavoz de UPN que de una forma noble argumentó que tenía que hablar alto y claro en recuerdo de sus compañeros asesinados. Lo hizo y emocionó a muchos.
Faltaban los llantos que iban a llegar y de qué manera. Lo hizo primero Aina, de En Comú Podem que no faltó a la cita con la votación pese a acabar de conocer que sufre un cáncer agresivo. Fue el momento humano de una investidura que ha carecido de empatía con el otro. Esta vez el Congreso olvidó rencores y aplaudió. La joven no pudo evitar llorar. Luego recibió un ramo de flores.
Tampoco Iglesias al verse consumado el Gobierno. Lastra dijo que los que apoyaron a Iglesias eran 167 valientes. Falta les va a hacer para gobernar un país roto. Y más cuando uno recuerda lo que fue capaz de decir Bassa, en nombre de ERC y con una hermana en la cárcel por el procés. "Me importa un comino la gobernabilidad". Pues de ellos depende. Difícil tarea la que tiene Sánchez por delante encabezando un gobierno de coalición. Ya se sabe que son más cortos. Dice Iglesias que les criticarán "por lo que somos no por lo que hagamos". Mal augurio si ya ponemos adjetivos a las críticas a las que tendrá que acostumbrarse el Gobierno y más Pablo. Siempre que estas sean justas, porque estamos ante un Gobierno legal que emana del Parlamento. El que votaron los españoles. Pudo ser otro, por mucho que Sánchez diga lo contrario, pero la elección correspondía al más votado. Y Sánchez eligió socio con un abrazo.
Lo grave ahora es que la incapacidad para entender al otro está insertada de raíz en el Parlamento. De hecho, Oramas que pidió perdón a su partido por el no y exigió tolerancia para todos fue contestada por el silencio. Ni un aplauso. Así están las cosas. Si el guerracivilismo que se ha visto en el Congreso se traslada a la calle será culpa de unos políticos que se han mostrado incapaces de no ver al rival como un enemigo. Y eso se paga. Por el momento, Sánchez tendrá sus 100 días de gracia y nueve meses mínimo de Gobierno. Aunque a sus socios les importe un comino, este país necesita gobernabilidad. Y sí, estabilidad. Menos emoción y más soluciones.