Si el tablero político español fuera una partida de ajedrez -o varias simultáneas-, podríamos hablar de la ‘apertura murciana’, del gambito de damas ejecutado por Inés Arrimadas e Isabel Díaz Ayuso, del enroque catalán, del juego de caballos por el flanco izquierda de Pablo Iglesias o del avance despejado hacia el centro de Pedro Sánchez -ya se sabe que quien controla la cuadricula central, gana la partida.
Pero, como un jugador primerizo, Ciudadanos ha movido sus peones sin ver venir el jaque pastor del PP -mate en dos movimientos- montado por la dama y el alfil de Pablo Casado contra el punto más débil del rival.
Todo empezó el miércoles con un movimiento sorpresa que, sin buscarlo, va a precipitar la reconfiguración de la derecha en España. De la fusión a la demolición.
Tres horas después de la moción de censura de Ciudadanos y PSOE contra el PP en Murcia, los populares contraatacaban echando a Ciudadanos del Gobierno de Madrid y adelantando las elecciones.
48 horas más tarde, la partida daba un nuevo vuelco. El PP arrebataba a Ciudadanos tres escaños a cambio de consejerías, dejaba en el aire la moción y Ciudadanos entraba en barrena.
Analizamos la partida con el politólogo de la Universidad Carlos III Pablo Simón (Arnedo, 1985), fundador de la plataforma de análisis Politikon, autor de La urna rota, El muro invisible o El príncipe moderno.
La partida de ajedrez ha enloquecido. Los populares amenazan con comerse todas las piezas naranjas sobre el tablero. ¿Estamos ante el principio del fin de Ciudadanos?
Ciudadanos se ha pegado un tiro en el pie al salirle mal esta jugada. Ha perdido a la mitad de su grupo en Murcia, ha perdido el cogobierno de Madrid, porque va a unas nuevas elecciones y eso le pone en una situación complicada. Al final ha terminado siendo una operación política enormemente ruinosa, lo cual podría precipitar una fuga no sólo de votantes después de una hecatombe previsible en la Comunidad de Madrid, sino también de militantes y de cargos hacia el PP. En Andalucía esto es más que probable. Esta crisis precipita a Ciudadanos hacia una situación difícilmente resoluble. Puede haber un aldabonazo importante a la dirección de Inés Arrimadas. No sé si ella misma presentaría su dimisión, pero desde luego queda muy dañada internamente.
¿La reacción en Madrid les pilló por sorpresa?
A Ciudadanos, sin lugar a dudas sí. Díaz Ayuso lleva buscando el adelanto electoral como poco desde hace un año. Las relaciones eran muy negativas. Ella estaba explorando un buen casus belli para provocar la ruptura. El miedo a una potencial moción de censura que la desaloje es la que le lleva a dar este paso. Un paso que siempre es arriesgado. Convocar unas elecciones siempre tiene un componente de incertidumbre. Pero creo que ella se ve lo suficientemente fuerte como para mejorar su mayoría en los próximos comicios.
¿Crees que el PP sólo o en compañía de Vox podrá sumar mayoría absoluta en Madrid?
Esta es la gran cuestión. En un sistema electoral como el de Madrid, que es en la práctica proporcionalmente puro, una vez que un partido cruza la barrera del 5%, ya entra con seis escaños. Por tanto, da igual cómo de fragmentada vaya la izquierda o la derecha, aquí lo importante es el bloque. Si tu bloque suma o no suma. Hemos tenido tres partidos de izquierda y tres de derecha y el bloque de la derecha quedó por delante e invistió a Díaz Ayuso. El problema de Ayuso ahora es que su bloque se ha roto. Por eso debe ir más lejos. Para conseguir una mayoría absoluta, necesita el 48% del voto. Si PP y Vox llegan a ese porcentaje, la presidencia es segura. Si vuelve a depender de Ciudadanos, hay problemas. Y si algún partido se queda por debajo del 5%, y estoy pensando en Unidas Podemos o Ciudadanos, el reparto puede ser más problemático.
Vamos a hablar mucho en las próximas entradas de ese umbral del 5% para entrar en la Asamblea, ¿de qué depende?
Todos los sistemas electorales autonómicos tienen barreras de entrada para evitar que haya mucha fragmentación. En Murcia es del 3% y en Madrid del 5% de los votos. Si cruzas ese 5%, ya tienes más o menos el número de escaños que te toca. Pero si, como le ocurrió hace dos elecciones a IU, no llegas a ese 5%, esos votos de tu bloque se pierden. Ahora hay dos partidos que están en el alero. Unidas Podemos, que consiguió entrar por apenas 16.000 votos en las últimas elecciones, y Ciudadanos. ¿De qué va a depender ese número de votos? De la participación electoral. En la pasada elección cruzabas la barrera con 160.000 votos. Ahora no podemos dar una cifra segura porque no sabemos la participación que habrá. Esto puede condicionar de manera crítica las mayorías que se formen en un sentido o en otro.
¿Casado también se la juega en esta partida?
La propia supervivencia de Pablo Casado depende de que Díaz Ayuso gane las elecciones. Es la única baronesa genuinamente de su cuerda, Pablo Casado es de la rama del PP madrileño, perder Madrid sería una pérdida de poder orgánico y quedarse sin el Gobierno de la Comunidad de Madrid que controla desde los años 90. Eso sería totalmente dramático. Todo esto da pie a una curiosa paradoja. Pese a que Pablo Casado intenta poner distancia respecto a Vox, para marcar su propio acento, al mismo tiempo Díaz Ayuso va a depender de Vox para gobernar. Por tanto, Pablo Casado va a tener siempre un coste. Si perdiera la Comunidad de Madrid para ellos sería dramático, pero si aguanta la Comunidad de Madrid será gracias a Vox y esto condicionará su política a nivel nacional.
Ángel Gabilondo ha sido confirmado como candidato socialista en Madrid. ¿Cómo lo ves?
No tiene nada que ver con el Ángel Gabilondo de 2019. En 2019 era un candidato popular, estaba bien valorado. Ganó las elecciones y la izquierda tenía un contexto inmejorable. Ahora mismo Ángel Gabilondo ha caído en términos de valoración por los votantes de izquierdas. Y el contexto es mucho más desfavorable. Lo tiene mucho muy complicado para ser el revulsivo que los socialistas esperaban para salir en una buena posición en la Comunidad de Madrid.
Vamos a otra zona del tablero que también es noticia esta semana. Después de las elecciones catalanas, todo sigue igual. ¿Es imposible que el independentismo salga del enroque permanente?
Mientras estemos en un escenario en que continúe habiendo una judicialización de la política, con políticos presos, etc., es muy complicado que se rompa la lógica de bloques. Lo vimos en las elecciones. Las transferencias electorales las vimos dentro del bloque independentista y dentro del bloque no independentista. Pero ahora mismo no veo escenarios de transversalidad. En cualquier caso, lo que vamos a ver es un Gobierno inestable, porque la relación entre los socios dentro del independentismo es difícil. Esto puede abocarnos a una legislatura corta o que se quiebre el Gobierno dentro de dos años.
Vamos con los movimientos dentro de la coalición. No hay día sin discrepancia, ¿qué coste puede tener para ambos jugadores?
Unidas Podemos tiene muchos incentivos para ejercer como partido que empuja a la izquierda a un PSOE reticente. Y los socialistas tienen más deseos de aparecer como un partido institucional que le permita crecer también hacia posiciones más templadas. Lo vemos en asuntos como el de la Corona o el salario mínimo o la regulación de los alquileres. Cada cual quiere marcar su propio perfil. Lo normal suele ser que esto sólo pase en los gobiernos de coalición cuando estamos cerca de unas elecciones. El que haya tanto nivel de ruido deteriora ambos partidos. Tantas discrepancias pueden generar algo parecido a las elecciones del 10 de noviembre de 2019. Ambos partidos perdieron votos y diputados. Que haya cierto ruido es normal, que haya tanto ruido es gravoso para ellos. Puede tener un cierto efecto boomerang que acabe por desmovilizar a la izquierda.
¿Cuánto tiempo puede aguantar la coalición con ese nivel de ruido?
Ninguno de los actores tiene incentivos a corto plazo para romper por una razón muy sencilla: hasta que no se note cierta mejoría de la economía, hasta que la situación remonte de la pandemia y su coste social y humano es muy complicado que nos veamos en elecciones. Otra cosa es cuando estemos en 2022. Ahí puede haber más incentivos para romper. Y como sabemos que están por ahí las elecciones andaluzas, quién sabe si podemos ver unas elecciones concurrentes, ya veremos.