Nervios en PSOE Y PP
Hasta el debate del 4-N, Casado jugaba a mostrar su imagen más fiable e institucional y Sánchez a exhibirse en su papel de presidente
El rédito que han sacado Abascal e Iglesias ha despertado inquietud y ha desencadenado errores en sus oponentes
Están pasando cosas raras en esta campaña de una semana. La precampaña iba de una manera y ahora todo parece patas arriba. Casado y el PP estaban eufóricos e incluso pensaban en poder ganar, hasta que llegó Tezanos y les rebajó las expectativas. El PSOE miraba las encuestas de los medios con escepticismo sabiendo que las suyas, que son las buenas, les daban mucho más altos. Así que en privado se mostraban seguros y confiados en su victoria.
Los mensajes de Casado y de Sánchez seguían un patrón muy claro: Casado, a no meter la pata y a mostrar su imagen más fiable e institucional. Nada de exabruptos y a evitar adentrarse en terrenos resbaladizos. Sánchez, a exhibirse en su papel de presidente, a conceder todas las entrevistas posibles y a machacar el mensaje: necesitamos un Gobierno fuerte y estable.
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En esto llegó el debate y aparecieron los nervios y los competidores. Abascal lo aprovechó bien. Tenía delante una autopista de cuatro carriles sin obstáculos, sin curvas y sin límite de velocidad y apretó el acelerador a tope. No había nadie para ponerle una multa, así que recogió la distancia que quiso en medio del pasmo general. Resultado: ganó el debate y debió encandilar a no pocos electores.
Iglesias llegó al debate con su tono moderado, intentando no dar miedo al millón y medio de electores que confiaron en Podemos en 2015 y les abandonaron en 2019. Ya no hay que asaltar los cielos sino que hay que cumplir las cosas básicas que están escritas en la Constitución: pensiones, salario mínimo, que la banca devuelva lo que recibió, recortar a los de arriba y no a los de abajo como en la crisis pasada. Iglesias tuvo claro su espacio, su mensaje y su adversario: Sánchez.
El líder del PSOE se esforzó en ser el más antindependentista de la reunión con medidas que habría bendecido Aznar: penalizar el referéndum ilegal, que TV3 deje de ser sectaria, traer a Puigdemont a España. Esto último fue objeto de chanza por parte de Iglesias, que no dejó pasar la ocasión para recordar al presidente que él no puede prometer algo para lo que no es competente. Lo mismo hizo cuando pidió que gobernara la lista más votada: esto es una democracia representativa y es usted quien tiene que convencer a los diputados.
Iglesias desgastaba a Sánchez aprovechando sus errores en la salida de balón y eso calaba en los votantes del PSOE enfadados por la repetición electoral. Además fue el único que se enfrentó a Abascal en un determinado momento, algo que no pasó inadvertido para esos votantes de la izquierda que contemplaban atónitos cómo nadie replicaba al líder de Vox. Resultado: Iglesias ganó el debate y debió arañar no pocos votos.
¿Por qué decimos eso de que Abascal e Iglesias debieron seducir a los espectadores? Por lo que ha pasado desde el lunes. Sánchez ha ido encadenando decisiones y declaraciones que rezuman nerviosismo. El martes salió el paro. Un mal dato, mal justificado en el PSOE. El miércoles se fue a RNE a hacer una entrevista que por cierto no aparecía en las agendas enviadas con anterioridad. En ella no sólo cometió un grave error en un mal momento sino que perdió el tono que había mantenido hasta ese momento en las 17 entrevistas realizadas en noviembre. Se le vio enojado, molesto, impertinente con su entrevistador: ¿De quién depende la Fiscalía? ¿Cuál es la diferencia entre crisis y enfriamiento? Las preguntas de Iñigo Alfonso le enojaban, le sacaban de sus casillas e hizo lo que había evitado hasta ese momento: se enfadó y cometió el error de decir que la Fiscalía depende del Gobierno.
La frase abre los periódicos y los informativos de radio y televisión. Los fiscales muestran su enfado. Los políticos independentistas aprovechan la situación para machacar sobre su idea de que en España no hay separación de poderes. Iglesias se mofa de Sánchez y dice que esta frase demuestra que mira a la derecha. La cosa se descontrola.
El jueves Sánchez aparece en La Sexta. Allí reconoce que se equivocó. Es algo que no suelen hacer los políticos y el gesto honra a quien lo hace. Sánchez lo achaca al cansancio. ¿Por qué está cansado el presidente? Porque no para. Tiene una actividad frenética. ¿Por qué necesita esa actividad? Porque hay que rascar todo lo que se pueda. El problema es que se comenten errores y se pierde lo rascado. Y eso provoca más nerviosismo. El tiempo se acaba y los nervios salen a relucir.
También para Casado. El resultado del debate ha provocado intranquilidad en el PP. Casado fue duro con Sánchez pero todos se estaban fijando en Abascal. Las encuestas que no se publican pero existen hablan de una disputa encarnizada en 13 provincias entre PP y Vox. El hundimiento de Cs del que se había beneficiado el PP se ha visto compensado por el auge de Vox y esto no estaba en la hoja de ruta. Casado se esfuerza en repetir que no va a facilitar la investidura de Sánchez pero pocos le creen. Incluso en su partido admiten ese escenario aunque le ponen condiciones. La situación ha pasado a ser incómoda también para Casado. Los nervios de última hora provocan situaciones inesperadas y desesperadas. Veremos.