Nacho Corredor, autor de 'El activismo tranquilo': “Nadie del PP defiende sin complejos el pacto con Vox”
“La invasión de Ucrania va a condicionar la política española”
“Es muy evidente que la democracia está en riesgo”
"Hay que generar dinámicas de relación con quien piensa distinto"
Nacho Corredor (1990) tenía 21 años cuando El Periódico de Cataluña le fichó para tratar de explicar qué querían los jóvenes del 15-M. Desde entonces se ha convertido en uno de los analistas que irrumpió como aire fresco por la brecha generacional que abrió la crisis económica y política de la pasada década.
Publica ahora El activismo tranquilo, un manifiesto subjetivo a favor de la convivencia (Ariel) donde se define como un joven “milennial, socialdemócrata a fuer de liberal, parido en democracia en Santander, crecido en Cataluña (y sueña en catalán), que ha estudiado en la educación pública, que vive y trabaja en Madrid, que ha tenido, por el momento, puta suerte con unos valores y experiencias que condicionan su visión del mundo y que aspira a seguir viviendo en una España plural”.
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Aboga en su nuevo libro por algo que siempre ha buscado en todos los foros de debate que ha puesto en marcha: gritar menos y hablar más para alcanzar algo tan simple (y a veces tan difícil) como convivir con quien piensa diferente. Lo llaman democracia liberal y, dice Corredor, “no debemos darla por garantizada”.
Empezamos por lo último. Vox y el PP acaban de pactar su primer gobierno de coalición en Castilla y León
No he escuchado prácticamente a nadie defender de forma desacomplejada este pacto en el PP. La mayoría de argumentos para defenderlo son: no había alternativa o Sánchez pacta con Bildu. No sabemos si esto es parte del legado de Casado o es el inicio de la nueva etapa de Núñez Feijóo, que todavía no es presidente. Parece que han decidido tomar una decisión controvertida en un momento de interregno. Lo cierto es que si PP y PSOE no están dispuestos a romper la política de bloques el único escenario es que Vox de forma paulatina vaya asumiendo más poder en las instituciones.
En su libro, defiende el cordón sanitario a Vox
Creo que parte del éxito de la Transición y de la construcción europea fue que familias políticas muy distintas tuvieran la capacidad de aislar a los reaccionarios.
La alternativa al pacto con Vox, entonces, es esa quimera de la política española que es la gran coalición PP-PSOE, ¿la ve posible?
Creo que el contexto bélico internacional va a condicionar muchas de las decisiones que se tomen en los próximos años en España. De todas formas, el principal problema que debe resolver el PP ni es de liderazgo ni orgánico, es de proyecto político. Tienen que aclarar cuál es su propuesta política. En los últimos cuatro años han hecho un diagnóstico, que este Gobierno es ilegítimo. Si tienes ese diagnóstico, lo natural es que pactes con quien los comparte, que es Vox. La duda es si Feijóo lo cree así o no. Si no lo cree, la lógica de alianza será distintas y no habría que descartar que el PP y el PSOE pudieran llegar a grandes acuerdos.
¿Cree, entonces, que la invasión de Ucrania puede influir en el clima político español?
Totalmente. Es muy evidente que la democracia está en riesgo. La emergencia, la situación de crisis, la excepcionalidad a la que nos vemos abocados evidencia -como ocurrió en la Transición y al final de la Segunda Guerra Mundial- que debemos tener la capacidad de acordar ciertos elementos básicos para poder convivir o se acabarán imponiendo otros sistemas. Está por ver si el liderazgo de Feijóo, por un lado, y el de Yolanda Díaz, por otro, que suceden a líderes muy confrontativos, también tiene un impacto en la política española.
Rivera, Iglesias y ahora Casado. Llegaron pisando fuerte, vendiendo la nueva política y se han consumido en cinco años
Todas las expectativas generadas a partir de 2015 con la regeneración de las instituciones y los partidos se han quedado a medio camino. De todos esos liderazgos, sólo sobrevive uno, el presidente del Gobierno. La duda es si sólo sobrevive uno porque todos se parecía demasiado a él: todos eran hombres, más o menos de la misma edad, y todos querían ser presidentes de Gobierno. Si Albert Rivera hubiera tenido una aspiración distinta, tal vez hoy seguiría participando en la política nacional.
¿Han pagado su impaciencia?
Tanto Aznar como Rajoy fueron presidentes a la tercera. Ocurre que la tercera en la década anterior y en la anterior de la anterior implicaba muchos años. En las próximas elecciones, Casado ya iba a su tercera ocasión en muy poco tiempo. Es un síntoma de la velocidad que ha adquirido el debate público. La crisis del PSOE con Pedro Sánchez tardó medio año en resolverse, la del PP ha durado en la fase más crítica una semana.
¿Por qué esta aceleración que devora una carrera política tras otra?
Cuando la política era aburrida y no formaba parte de todo tipo de programas en los medios, tenía otros ritmos. No era objeto de un escrutinio permanente. La crisis del PP la hemos podido ver prácticamente en directo. Esto genera estados de ánimo ciclotímicos que condiciona mucho el proceso de toma de decisiones.
¿Tenemos peores políticos que en la Transición o todo obedece a esta aceleración de la política?
No creo que sean peores. Algunos tienen la tentación de decir que los actuales líderes son muy jóvenes y que eso no iba a ninguna parte. Los políticos de la Transición también eran muy jóvenes. Felipe González fue secretario general del PSOE con 32 años y presidente con 40 años. Aznar fue presidente de Castilla y León con 34 años. Ha cambiado es el contexto histórico. En la Transición había incentivos para el pacto porque la alternativa era muy evidente: la dictadura. Y lo otro que ha cambiado es el ritmo mediático.
Algunas personas usan de pretexto el ruido que hay hoy para no generar una dinámica de pactos similar y lo cierto es que durante la Transición el contexto era peor.
Es usted joven y reivindica la Transición en su libro, lo cual no es frecuente.
Entre otras cosas porque gente muy joven hizo la Transición. El libro se presentó seis horas antes de la invasión de Rusia a Ucrania. Eso confirma algo del libro que parecía hasta hace unos días muy olvidado: que la democracia es una excepción. Soy de una generación que no ha conocido otro sistema que la democracia. La democracia es una excepción histórica y geográfica. Sólo un 6% de los países del mundo son democracias plenas. El 70% son regímenes autoritarios. Reivindico la Transición porque fue un momento en que se pudo construir un proyecto que hoy por hoy es el de mayor éxito de la historia de España.
Sostiene que el pacto constitucional está agotado.
Sí, porque una constitución es un pacto de convivencia y la convivencia -también en el terreno personal y familiar ocurre así- requiere una renovación diaria. La democracia permite que gente que piensa distinto, que tiene creencias distintas, que tiene identidades sexuales distintas pueda convivir. Algunos que ahora deshumanizan al adversario por su ideología comunista olvidan que el pacto de la Constitución reúne a Adolfo Suárez con Santiago Carrillo.
Ese viaje de ida y vuelta entre la Transición y nuestro tiempo es constante en su libro.
Busco perspectiva. Sólo nos acordamos de lo más positivo de la Transición, pero fue un proceso complejo. Acabo el libro en octubre de 2021 recordando que 39 años antes, el día de la victoria del PSOE, las portadas de los periódicos llevan la desarticulación de un comando que quería dar un golpe de Estado. Algunas personas usan de pretexto el ruido que hay hoy para no generar una dinámica de pactos similar y lo cierto es que durante la Transición el contexto era peor: grupos terroristas, una parte del ejército que no quería la democracia… Había un ruido que ponía las cosas mucho más difíciles que hoy para llegar a acuerdos. La principal diferencia es que en aquel momento se visualizaba claramente que si no había acuerdo iba a ser peor para todos.
¿Qué es el activismo tranquilo?
Cada vez hay más adversarios políticos que se deshumanizan, cada vez hay más espacios para la propaganda en el debate público, cada vez todo tiene que ver con una batalla emocional más que una lucha racional. En este contexto este libro quiere hacer un elogio de la racionalidad, contar en primera persona experiencias que he impulsado para que gente que piensa distinto se conozca. Hay que generar dinámicas de relación con quien piensa distinto.
Hay que asumir la realidad del país que tenemos, que se parece mucho al escudo de su bandera con los distintos reinos. Si no tenemos la capacidad de entender eso, la alternativa será la separación, bien sea emocional o incluso literal
“Cataluña ha condicionado, condiciona y condicionará la política española”, escribe.
Que Cataluña es relevante para el conjunto de España no sólo se explica por el peso socio-económico, también por la historia más reciente. La Generalitat se restablece antes de la Constitución y eso no casual. Es un elemento importante de la estabilidad política de nuestro país.
¿Alguien no lo tiene claro?
El Gobierno de Rajoy hizo un diagnóstico equivocado. El PP es un partido prácticamente extraparlamentario en Cataluña y País Vasco mientras el PSOE ha ganado las elecciones en Cataluña y gobierna en el País Vasco. Esta visión de España que tiene un partido y otro en términos electorales condiciona su visión en términos políticos.
Fuera de Cataluña no se han entendido muy bien los indultos a los condenados por el procés.
El actual Gobierno ha tomado una decisión valiente e impopular como los indultos, una medida más dirigida, no a los indultados, sino a las personas que apoyaban a los indultados y que se sentían desconectados de una determinada idea de España.
¿Cómo ve ahora el independentismo?
Ahora no se pone el suficiente valor en que el independentismo vive su peor momento en una década. Una vez descomprimido y bajado el nivel de emocionalidad del debate público en Cataluña hay que ver la capacidad de pactar un proyecto compartido. La alternativa es la fractura entre Cataluña y el resto de España y dentro de Cataluña.
Porque la pulsión independentista no va a desaparecer, ¿no?
Hay que entender qué país tenemos. No somos Francia. Francia se construyó en torno a una lengua y una forma de ser francés. Nuestro proceso de construcción nacional es el de una corona que participan varios reinos que mantienen sus instituciones. Hay que asumir la realidad del país que tenemos, que se parece mucho al escudo de su bandera con los distintos reinos. Si no tenemos la capacidad de entender eso, la alternativa será la separación, bien sea emocional o incluso literal.