La pandemia del coronavirus sigue perpetuando la pesadilla. Mientras continúa la explosión de contagios en Europa, la aparición de la nueva variante ómicron no ha hecho sino disparar la preocupación, con múltiples países de todo el mundo imponiendo restricciones a los vuelos procedentes del sur de África, donde se detectó por primera vez.
No obstante, es ya una realidad que la nueva variante está presente a uno y otro lado del planeta. En Europa ya son más de una decena de países los que han confirmado casos, mientras en España este mismo miércoles se ha confirmado el tercero, en Baleares, que se suma a los dos comunicados previamente por la Comunidad de Madrid.
Además, hoy hemos conocido que Cataluña ya detectó “indicios” de la variante ómicron en aguas residuales en las últimas semanas de noviembre, lo que indicaría, de confirmarse en los próximos días estos resultados, que la variante estaría circulando por nuestro país desde antes de que se disparasen las alarmas.
En esa línea, desde Nigeria igualmente han comunicado que el primer caso de ómicron lo detectaron en una muestra de octubre, es decir, semanas antes de que Botsuana y Sudáfrica, –que detectaron casos el 11 y 14 de noviembre–, respectivamente, alertaran al mundo sobre la variante.
En este escenario, la rápida propagación que está teniendo la variante ómicron preocupa tanto a las autoridades sanitarias como a la comunidad científica, que pone el foco en la gran cantidad de mutaciones genéticas que porta: unas 50 en total, con 26 que serían exclusivas de ella.
No obstante, en este caso, ‘más’ no significa necesariamente que sea peor. Es decir, a veces las mutaciones trabajan en conjunto para hacer un virus todavía más temible, pero otras pueden lograr el efecto contrario, anulándose incluso entre sí.
Así lo explica en declaraciones al prestigioso The New York Times el científico Jesse Bloom, biólogo del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson en Seattle.
“En principio, las mutaciones también pueden trabajar unas contra otras”, señala, aunque apunta que, “sin embargo, en este caso es más probable que la selección evolutiva sea propensa a propagar la nueva variante con combinaciones de mutaciones favorables a ello, en lugar de desfavorables”.
No obstante, los científicos no quieren apresurarse especulando sobre las características de ómicron, pese a que las mutaciones individuales que presenta parecen estar asociadas a una mayor transmisibilidad, sin cerrar la puerta a posibles escapes vacunales o a que pueda esquivar las defensas inmunológicas.
"Es importante tener una idea del virus completo", recalca Penny Moore, viróloga del Instituto Nacional de Enfermedades Transmisibles de Sudáfrica, en declaraciones recogidas por el medio estadounidense.
Su equipo, en estos momentos, trabaja para estudiar si las vacunas actuales funcionan contra la nueva variante; una misión compartida con múltiples laboratorios de todo el mundo.
Para ello, crean versiones artificiales del virus con todas las mutaciones de la variante, en lugar de solo un subconjunto de ella. Todo con el objetivo de obtener la mayor precisión.
Ante este escenario, a la espera de los resultados de los estudios que se están realizando sobre la variante, los científicos llaman a no aventurarse con conclusiones precipitadas.
Según Moore, se sabe que ómicron porta una mutación, –la N501Y–, que se cree que permite que el virus se una a las células humanas con más fuerza. También la tenía la variante alfa, y estaba relacionada con su contagio. Sin embargo, fue Delta, que “no tiene esa mutación en particular”, la que “era más transmisible”.
"Eso es porque Delta tenía otras mutaciones que mejoran la transmisibilidad", señala la experta.
En este sentido, indica que el poder de contagio de la variante depende de cuánto o cómo se une el virus a los receptores en las células humanas, pero también de la estabilidad del virus y del lugar de las vías respiratorias donde se replica, así como cuánto se exhala.
Así, precisa que ómicron en efecto tiene mutaciones vinculadas a una unión más estrecha con las células humanas, pero en conjunto con todas las que porta podría tener “un efecto algo diferente”.
Por eso, indica que no puede predecir cómo actuará la variante en el cuerpo, para lo cual pide esperar a los estudios que se están realizando en todo el mundo y las conclusiones de los mismos.
Según el Ministerio de Sanidad, la variante ómicron es una “variante de preocupación debido a su rápida expansión en Sudáfrica, particularmente en la provincia de Gauteng y a sus más de 30 mutaciones en la proteína S o espícula, algunas de las cuales se han asociado a mayor transmisibilidad o escape a la respuesta inmunitaria”.
Por eso, señalan en la última actualización del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias sobre las variantes del SARS-CoV-2, “el riesgo de nuevas introducciones de Ómicron en España se considera muy alto y el de diseminación alto”.
“El impacto puede ser alto si llega a expandirse ampliamente en la población, lo que estará condicionado tanto por la confirmación de la transmisibilidad aumentada como por las características que presente respecto al escape inmunitario”, subrayan, llamando a perseverar en las medidas de prevención contra el contagio y a “continuar aumentando los porcentajes de cobertura vacunal y la administración de dosis de refuerzo en la población diana”.
A la espera de más evidencias científicas, algunos de los primeros informes llegados desde Sudáfrica han sugerido que los síntomas de la covid-19 producidos por la nueva variante pueden ser más leves e inusuales, pero los expertos llaman a no subestimar su impacto.
Concretamente, una de las primeras doctoras en alertar de ómicron y describir los síntomas asociados fue Angelique Coetzee, médica de cabecera que lleva pasando 33 años pasando consulta. Describió síntomas leves, –destacando el cansancio o la fatiga severa–, aunque también algunos inusuales, como el de una niña de seis años con fiebre y un pulso muy elevado, que sin embargo se recuperó en dos días.
No obstante, manifestó su preocupación por el efecto que pudiera tener la nueva variante en personas mayores, con comorbidades o sin vacunar.
Respecto a lo último, un compañero, el doctor Wassila Jassat, del Instituto Nacional de Enfermedades Transmisibles, señaló que en la ciudad sudafricana de Tshwane el 87% de los ingresos hospitalarios se produjeron entre pacientes no vacunados.
En este escenario, otros expertos como el doctor Müge Çevik, en declaraciones recogidas por The Guardian, inciden no obstante en dar tiempo a los estudios sobre la variante: “Todas las declaraciones sobre la gravedad de ómicron, ya sea en la dirección de una mayor gravedad o una mayor levedad, no son confiables en este momento, ya que se basan en muy pocos datos. Incluso los resultados de los primeros estudios epidemiológicos probablemente estarán sesgados, ya que existen grandes desafíos al inferir la causalidad de la gravedad de la enfermedad con nuevas variantes, especialmente ahora que muchas personas han adquirido inmunidad, ya sea mediante vacunación o infección”, ha señalado.